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Su madre y Archie llegaron casi al mismo tiempo, Elroy le indicó que esperara afuera de su recámara, y entró. La encontró dentro de su cama tapándose con la cobija su cuerpo que temblaba sin control, al ver a su madre, Candy la miró con dolor y la abrazó llorando desesperada. Al principio Elroy pensó que a lo mejor su hija había tenido una pesadilla, pero cuando vio la puerta abierta del balcón de par en par y el aroma inconfundible de la loción de su sobrino en la alcoba, inmediatamente entendió el llanto lastimero de su amada Candy. William había estado entrado a su alcoba sin su permiso… ¡no lo podía creer!

Era tanta su indignación, que en ese momento quería ir a cachetearlo a su cuarto, o a donde estuviera ese desdichado, pero se detuvo. En ese instante se dio cuenta que tenía otro problema que resolver primero: Archie. La consoló mientras ideaba que decirle a Archie, no quería una tragedia en la familia. Temía la reacción del joven. Sabía que Archie se había estado deteniendo en hacer escenas de celos por el amor hacia Candy, pero esto rebasaba todo límite de decencia por parte de William. No quería ni imaginarse que haría Archie si se enteraba, ella conocía el carácter apasionado y arrebatado de su amado sobrino

Salió un momento y le dijo a Archie que su rubia hija había tenido una pesadilla. Archie no estaba muy convencido, pero se controló cuando su tía le explicó que se quedaría a dormir con ella para consolarla. Elroy solo así se aseguraría que ningún canalla quisiera aprovecharse nuevamente de la virtud de ella.


— William esto ha sido una cobardía de tu parte. Ya ajustaré cuentas contigo—, pensaba mientras trataba de tranquilizar a Candy, peinando su cabello rubio con sus manos mientras tenía su cabeza sobre su regazo.


— No tengas miedo hija, todo estará bien, yo estoy aquí para cuidarte. Nada ni nadie te dañara, tranquilízate, por favor.

Candy no decía nada, sólo lloraba desgarradoramente, estaba tan desilusionada de Albert; una burla fue su beso y sus falsas palabras de amor el pasado fin de año… y ahora esto. Había violado su intimidad, él, la persona en quien ella había confiado más toda su vida, su amigo entrañable, su Príncipe de la Colina, aquel que una vez ella conociera como Albert, el vagabundo. Lejanos estaban esos días donde ella reía y se refugiaba en sus brazos de alguna pena. Lo que hoy le había hecho, le demostraba que había amado a una quimera, un desconocido, una ilusión que nunca existió. Aquel Albert jamás la hubiera atacado, ni engañado. Que desilusión, siempre lo había tenido en un pedestal y con lo que le había hecho hoy, descubría que estaba equivocada y había idealizada una ilusión de niña; esto había terminado por borrar los buenos recuerdos que aun guardaba de él.

Nueva Opinión De AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora