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Pese a que Seungmin le había dicho que no era una cita, Jeongin sabía que Hyunjin no pensaba igual. Desde la ventana de su departamento vio a su mejor amigo subir a aquel lujoso auto que él jamás podría comprar en su vida, e irse junto con el chico que él mismo le había presentado en navidad.

Minho quería hacer todo lo posible para superar a Hyunjin, para que las relaciones futuras que él decidiera tener no le afectaran, porque se había enamorado de él, pero entonces, si a Jeongin le afectaba tanto que Seungmin tuviera citas y un potencial futuro novio, ¿eso significaba que estaba enamorado de él?

— Entonces debería decírselo — pensó convencido. — Seungmin tomará la decisión. Hyunjin o yo. Así es como acabará todo esto.

Sin perder más tiempo, le quitó el protector a su piano y buscó sus notas, debía seguir practicando aquella melodía de confesión de amor. Porque no había duda de que lo amaba, y sabía que Seungmin lo había mirado con otros ojos en algún punto de su vida. Quizá seguía haciéndolo y Hyunjin sólo lo confundía. Jeongin le dejaría las cosas en claro.

A la mañana siguiente, más temprano de lo que Jeongin creyó que sería, Seungmin llegó a casa y se tiró sobre su cama como si fuera un cansado costal de papas. Jeongin se asomó por su puerta, hablaron un poco de todo mientras se mantenían echados y abrazados en la cama, y cuando Seungmin le habló de una situación hipotética de A, B y C, Jeongin lo supo... Hyunjin se había confesado, y su mejor amigo no tenía idea de qué hacer. Más tarde, Jeongin dio inicio a su último y definitivo plan: su confesión.

Seungmin dejó su celular de lado (un celular que no había parado de recibir mensajes de un paranoico Hyunjin enamorado que temía perder a Seungmin). Jeongin lo vio dirigirse a la cocina y luego salir con un paquete de galletas, por lo que el menor comenzó a tocar la canción que había preparado.

Kim se lo quedó viendo como espectador, mientras iba dándole mordiscos a una galleta. Cuando se acabó todas, la canción pareció llegar a su clímax. Seung sonrió orgulloso. No sabía en qué momento su amigo había terminado de aprender a tocar esa bella melodía, aunque seguro era lo que había hecho mientras él salía y pasaba su tiempo con Hyunjin. Pronto Yang dejó de tocar, por lo que Min comenzó a aplaudir sonriente y aún asombrado por el espectáculo.

— Si Beethoven te escuchara, saldría de su tumba de inmediato con tal de tocar contigo. — manifestó, dejando tirada la envoltura de la galleta con el propósito de que el menor lo limpiara. — Deja de mirarme así y agradece. Los niños de ahora ya no respetan.

— Gracias, Seungmin. — mencionó el menor, a lo que Kim dejó de aplaudir y se acercó a él, sentándose a su lado y observando el teclado como si fuese lo más interesante del mundo.

— Acabo de recordarlo. — comentó con una pequeña sonrisa. Jeongin seguía mirándolo fijamente con las manos sudorosas. — Debes tocarle esa canción a la persona que te gusta.

— Lo acabo de hacer. — confesó Jeongin de golpe. Seungmin lo miró desconcertado, tomando esos segundos de silencio para analizar su respuesta. — Practiqué para este momento.

Jeongin pudo notar que Seungmin se sentía conmovido, ya que lo conocía desde hace años. Lo vio pensar detenidamente en sus palabras, y como no decía nada, se vio en la obligación de aclarar la situación.

— Quiero intentarlo contigo, Seung...

— No, no es así. — le interrumpió el mayor con voz suave, para después tomar sus manos y suspirar, sin poder creer qué estaba pasando. Jeongin sintió un picor en sus ojos. — Sabes que no es así... y yo también lo sé.

— Seungmin...

— Está bien. — aseguró con los ojos llorosos, así como los tenía Jeongin. No sabía si quería seguir escuchándolo. — Pero, ¿por qué estás haciendo esto justo ahora?

Primera hoja de otoño 🍁| MINJEONGWhere stories live. Discover now