Luego de cumplir los dieciséis años Leo intenta suicidarse, Rocky esta dispuesto a dar lo mejor de sí para devolverle la felicidad que Leo ya vió por pérdida, pero no será tan sencillo cuando su realidad comience a distorsionarse y sus alucinaciones...
⚠️Este capítulo incluye material sensible para algunas personas como contenido de Abuso infantil y prostitución⚠️
(Se aclara que la descripción de dichos actos no será explícita, aún así las menciones son bastante crudas debido a la naturaleza de estos mismos, por lo que se recomienda precaución).
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—¡Que me sueltes, hijo de puta!
Hace rato tuve un desagradable enfrentamiento con el hermano de Leo, ese maldito y pedante tipejo. Quise ponerlo en su lugar destruyendo su celular, se lo quité de las manos y lo lancé desde un segundo piso en el centro comercial, terminó por caer dentro de la fuente de monedas. Como era de esperarse, decir que aquel maldito estaba furioso era poco.
Ahora él amenazaba en lanzarme a mí desde el segundo piso como venganza. Literalmente me tenía pendiendo de la baranda de acero y vidrio que, vaya ironía, estaba ahí para la seguridad de que nadie cayera. Me encontré con mi espalda al aire, este desgraciado podría lanzarme por la borda en cualquier instante.
—¿Que te suelte? —soltó una risa grotesca—, bueno. Si es lo que quieres.
Me lanzó hacia atrás y yo cerré los ojos por inercia esperando mi caída.
Durante aquellos instantes realmente pensé que iba a morir.
¿Que tan difícil sería...?
Yo siendo una persona que apenas alcanzaba el metro sesenta y cinco, caería de cabeza desde una altura de , por lo menos, cinco metros. Tal vez primero entraría en un coma por la inflamación que sufriría mi cerebro, pero no sobreviviría, ni de chiste. En cuanto a la justicia que iba a recibir obviamente sería nula.
Ya podía ver los encabezados de los noticieros.
"Adolescente (tonto local), cae del segundo piso de un centro comercial y muere al instante".
En ningún momento se mencionaría el nombre de Lowell Scottch, porque por supuesto, ¿cómo se iba a manchar la imagen de un hijo de magnate (quien además estaba relacionado con el mundo de la política) por un simple chico del ghetto.
Cómo estaba en una situación entre la vida y la muerte —así como pasa en las películas—, mi vida comenzó a reproducirse dentro de mi cabeza como si de un rollo fotográfico se tratara.
Me acordé de cuando comenzó a ser más difícil ser yo. Cuando mi mamá todavía estaba con nosotros, mi papá no dejaba de usarla como ficha de canjeo. Y a pesar de que yo era todavía muy pequeño en ese entonces comprendía muy bien que él se aprovechó de su enfermedad mental, de sus delirios, y de que la mayoría del tiempo el medicamento la dopaba casi hasta que perdiera el conocimiento. A veces se la llevaba, a veces traía hombres a la casa. Siempre ocurría lo mismo. Siempre terminaban encerrados con ella y, bum, mágicamente él ya tenía sus deudas pagadas, dinero o drogas que intercambiaba por vender a su mujer unos minutos.
