CAPÍTULO OCHO. UNA VISITA FUERA DE CONTEXTO

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Valencia. Julio. Año 2032

La guardia finalizó y tomé raudo camino a casa para despojar de mí, la curiosidad amenazante que hizo que me saltara las normas. Había descargado el archivo del W-Visión del sujeto 11-alfa-268, y mi idea era verlo en mi ordenador.
Llegué a la estación. Subí aquellas escaleras lo más rápido que pude. El andén estaba apelotonado de humanos a la espera. Saqué mi billete -B-, coloqué su código en el infrarrojo, y las puertas se abrieron dando paso. Tomé asiento en una butaca alejado de congregaciones humanas El tren tardo algo más de lo esperado, y tuve que compartir mí tiempo entre nimiedades humanas.

No dejaba de pensar en otra cosa que no fuera ese archivo, para evadirme de tal espectáculo. Absorto en conjeturas todavía sin descifrar, la voz del megáfono anunció que el tren se retrasaría diez minutos.

Mis nervios afloraban como flor en primavera. La curiosidad era mi punto de partida, ahora no podía echarme atrás. En el tercio correspondiente al andén -A-, dos hombres comenzaron a discutir, y la gente, en disimulo creciente, se agolpaba cada vez más lejos de aquella escena, pues, pese a su interés camuflado, temían el llevarse algún golpe fortuito. Yo presencié tal escena, pero apenas di más juego que cinco segundos de mi creciente interés.

Agotadora y monótona imagen es la que presenciaba. Saqué de mi bolsillo el pendrive con el informe descargado. Fue un movimiento rápido. Aproveché ese momento de distracción de Paula para descargar tal archivo, y poder visualizar esa información tranquilamente en casa.

La duda se cernía sobre mí como un tormento especulativo de preguntas sin respuesta. Me preguntaba porque habían añadido ambos documentos informáticos para que fueran impuestos en dicho sujeto. Lo curiosos del caso no era el simple hecho de utilizar esos documentos en el W-Visión, sino, el mero hecho de que se haya tenido la molestia de preparar un recuerdo, y un condicionamiento social específico para tal individuo.

Eso es lo que mantenía en vilo mis ideas y me dejaba absorto.
Al fin el transporte llegó. Estaba cargado hasta la bandera. No podías apenas moverte de un cubículo invisible, del cual tus pies, ya suponían demasiado espacio. Podría haber ido andando, pero tardaría más tiempo y la curiosidad embelesaba tanto mi ser, que lidie con tal aspereza y sin pensarlo dos veces, allí estaba, viajando en aquella maquinaria.

Aquello estaba abarrotado y el simple hecho de respirar era un suplicio. No tenía más remedio que aguantar e intentar dejar mi mente libre. Dejar que viaje fuera de aquel vagón. Las paradas se sucedían una tras otra. En cada cual, aumentaba el número de personas.

Poca gente se bajaba. Apenas una cifra insulsa. Me agarré con un brazo a la barra para mantenerme en un equilibrio dinámico.

Muchos intentaban imitarme, pero no sé porque les costaba tanto conseguir tal objetivo, y terminaban frenando en mi cuerpo. Yo asentía. Ellos/as se disculpaban. Yo contestaba que no había problema, asentía o sonreía, y mantenía mi cabeza erguida, con el pendrive en mi mano, sujetado con fuerza. 

Llegué a casa tras una larga travesía. Aquella mañana no repare en dormir y descansar, pues tenía que ver el contenido de aquello que había tomado prestado. Encendí el ordenador y descargué el archivo.

Al principio, numerosas interferencias se hacían eco del control del inicio. Al poco tiempo, la silueta de un hombre comenzó a hacerse visible hasta que alcanzó cierto grado de nitidez, y pude ver de quien se trataba.

El rostro pertenecía al sujeto 11-alfa-268. Fue tal mi asombro, que quede ensimismado mirando sin creer lo que veía. Se colocó delante de la pantalla y comenzó un recital acerca de varios temas ignorados hasta aquel día por mí. Su discurso discurría con sosegada calma. Decía lo siguiente:

Nido BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora