Valencia. Julio. Año 2032
El hospital abrió sus puertas y yo estaba entrando por ellas.
Estaba nervioso, mis pasos titubeaban, eran poco decisivos. Ignoré la entrada abarrotada, no era algo que ahora fuera de interés mencionar. Solo había una, una sola cosa importante que debía de hacer bajo las setenta y dos horas de guardia.
Roberto. Su nombre retumbaba en mi cerebro y hacía que éste fuera un torbellino de dudas y preguntas sin respuesta. Debía saber que había detrás de toda esta absurda pantomima. Debía mirar más allá y dejar de ignorar la realidad que se me estaba escondiendo tras el telón.
Avancé raudo por los pasillos. Mi marcha pasó a ser firme a medida que avanzaba.
El ascensor, aquel inmundo cubículo lleno de humanos parecía que aquella mañana avanzaba en cámara lenta. Los pisos se sucedían con cierto relativismo temporal. Todo era más lento. Todo tomaba una pausa para después seguir… excepto mis pensamientos.
Mi mente desprendía ideas continuas como si de un castillo de fuegos artificiales se tratara.
Cada explosión de un cohete era un pensamiento o una idea diferente, todas centradas en lo mismo, pero ninguna igual a la anterior. Avancé y llegué al control de seguridad de la onceaba planta.
Accedí y fui directo a los vestuarios. Dejé mi ropa de calle y me coloqué aquel pijama para iniciar una jornada más distinta de todas ellas. Alejada de un recital superfluo, esta guardia supondría una ventaja para mí y una debilidad para aquel que fuere mi enemigo.
Avancé por el pasillo blanco dirección el control de enfermería.Cuando pasé por delante de la habitación del sujeto, ralenticé mis pasos para observar a través de aquella pequeña abertura de cristal situada en la puerta. Ineludiblemente, la habitación estaba vacía.
Era algo en lo que había pensado y viendo el desvanecimiento existencial de tal sujeto, estaba seguro de que sabían algo.
Esperaba que Francis estuviera allí como siempre, esperando animado a que relevara su puesto y poder irse a descansar. La sala estaba tranquila y cuando doble para entrar al mismo, no era Francis el que estaba allí. En su lugar estaba el supervisor.
Sentado en la silla de Francis mirándome con una cara no muy afable. Su rudo rostro mostraba cierto recelo, o más bien un enfado no fundamentado. No dijo nada.
Se levantó y tocó mi hombro haciendo fuerza en el para que tomara asiento. Él se sentó justo enfrente de mí.
Entrecruzó las manos encima de la mesa y dio un suspiro antes de comenzar. Al principio no musito palabra, pero tras unos segundos en silencio se aventuró a iniciar él la conversación.
—Eden, ¿Dónde está el archivo del sujeto 11-alfa-268?
Arremetió su templanza directamente. No se anduvo con rodeos y su mirada se fijó en mí.
— ¿Archivo? No entiendo su intimidante pregunta.
—No deberías hacerte el listillo conmigo… Hace tres días llegó un sujeto durante tu primera noche de guardia… se ha filtrado que llevaba un archivo erróneo.
Cuando recuperamos el archivo se observó que había sido copiado desde un servidor del hospital, curiosamente de esta planta, y llamativamente desde tu ordenador… Ahora, ¿me quieres decir donde esta ese archivo?
<< ¿Qué decir ante tal acusación?>> Me habían pillado. Sabía que aquel dispositivo llevaría un rastreo, que idiota…
—Por llana curiosidad, ¿Dónde está el sujeto 11-alfa-268?
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Nido Blanco
Science FictionEden, un enfermero singular y un tanto huraño, trabaja en uno de los grandes hospitales de la ciudad de Valencia. En pleno año 32 de la era 2.000, la criogenización humana está a la vanguardia entre los grandes éxitos de la ciencia moderna. Una mu...