MADRID | 2

137 19 89
                                    

Sí, aquel hombre era un sueño y yo, determinadamente no quería salir de él en ese momento, ni de sus ojos verdes. «Te ha dicho loca», aunque la ilusión se me fuera rápido al percatarme de sus palabras.

Ni me acordaba de su nombre, no obstante su cara de pocos amigos me decía que estaba tan, pero tan enfadado, que en ese momento si hubiese sido el chico fuego, estaría ardiendo.

—¿Y tú quién te crees para decirme loca?

Silencio.

Era lo que había recibido de su parte, «tan lindo, pero tan idiota», pensaba mientras aquella persona frente a mí se veía obligada a abrirme la puerta, sin dudar, acepté entrar, «gran error», no sabía lo que me esperaba después de tal gesto. Por unos minutos aguardé, ya que de hecho, el chófer de Manuel se había dedicado a dejarme sola, mientras hacía no sé qué cosa.

«Dios, demora demasiado», estaba toda pegajosa por la comida y bebidas, me sentía asquerosa y me urgía un baño. Quince minutos, era lo que había demorado en llegar al coche nuevamente, parecía que estaba viviendo en la eternidad, mientras más lo esperaba, más nerviosa me ponía, ni siquiera el móvil me entretenía, estaba demasiado ansiosa, además, lo que menos ayudaba era la ropa sucia que llevaba puesta, olía a pescado muerto literalmente, tal vez servían comida pasada en ese restaurante o tal vez el olor era de esa manera, pero en el plato se sentía de otra, no lo sabía, solo quería ponerme en marcha. «¿Tal vez quieras demorar más?» Le dije en ese instante al aire mientras mis pies se balanceaban.

—Por Dios...—Le sentí decir, por fin, quise insinuar, no obstante llevaba un humor de perros y lo podía notar por la puerta quien había llevado la culpa de su malestar. De pronto una canción resonó en el vehículo, quise decirle que no me sentía cómoda, porque a mi no me gustaba el rock, sin embargo, me callé, al ver que sus hombros se relajaban. La música parecía ser su lugar seguro —¿Por acaso te has caído de la cama?—La primera pregunta nunca se olvida y él me la había hecho de esa manera, después de la increíble salida del restaurante en aquel coche del cual ya no podía salir.—Si no fuera por mí, estarías en la cárcel, ¿Es que no te han enseñado modales? Además de ser una cría, eres una maleducada y tienes un olor asqueroso, ¿Qué mierda tienes en la ropa? —«¿Y este quien se cree que es?» Una pregunta, seguida de una respuesta irritante: «El guapetón que te ha salvado el pellejo, África», lo había sido, sin embargo, sus aires de idiota me incentivaban a ser mucho más idiota que él.

—¿Markus, correcto?—«Bueno, se te ha ido la memoria de dory Frifri»— ni necesitas responderme que lo sé, ¿Por qué no cierras el pico y te limitas a hacer tu trabajo, ¿Es que Manolo no te paga lo suficiente para que vayas dando opiniones ajenas a lo que no sabes?— «Te has equivocado de nuevo de nombre, mira que eres gilipollas, África», me había dicho a mí misma rodando los ojos al saber que el chico frente a mi me corregiría sin dudarlo, aún así, continué.—Y si no te gusta como huelo, pues no me lleves, a ver si no te despiden por incompetente, metido y malhumorado.

—¿No te da vergüenza no saberte los nombres de los hombres con los que te acuestas? Si por mí fuera te quedarías en la calle, pero no me corresponde dejar a una mujer a esta hora sola, mucho menos...Así.

—Primero, no es de tú interés saber eso, segundo , ¿por qué me daría vergüenza? Tengo una maldita memoria de Dory, no es mi culpa. Para terminar, ¿por ser una mujer qué, soy más frágil? Y para de decir que huelo mal, maldita sea, ya lo sé, ¡Métete en tus malditos asuntos mierda!

«Exacto, M, pero de mierda, no de Markus», fue lo que comencé a decirme en ese momento mientras rebobinaba la cinta mental que llevaba puesta en mi cabeza. «Qué paciencia».

Sentía que había sido una gran noche, MÍ GRAN NOCHE, pero claro, de catástrofes.

Parecía que el mundo estaba en mi contra en ese momento, «no tengo un respiro sensato», pensaba, aunque eso no servía para nada, estaba totalmente estresada, por otro lado tenía a una máquina, que lo único que hacía era o estar en silencio o perturbando con el acontecimiento del restaurante.

TRES VECES CONTIGO[EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora