Capítulo 11

74 12 1
                                    

Chenle puso el último montón de ropa en su armario y dejó escapar un suspiro de alivio. ¡Por fin tenían todo en su nuevo apartamento!

Dándose la vuelta, Chenle contempló el dormitorio. Si bien era tan pequeño como el resto del lugar, era todo de ellos.

Lo mejor de todo, era que gracias a las donaciones de otros Felinos y Lobos, habían sido capaces de amueblar todas las habitaciones. Claro, el sofá era viejo y feo como el infierno, pero Chenle no podría haber sido más feliz si hubiera sido uno nuevo descargado directamente del camión.

—Mierda, gracias a Dios hemos terminado. Estoy tan cansado —declaró Renjun.

A pesar de sus pretensiones, parecía bastante alegre mientras corría por la habitación y se tiraba sobre la cama. Chenle se echó a reír cuando lo reprendió: —Oye, acabo de hacerla.

Renjun se dio la vuelta y le mostró una sonrisa lobuna... —

¿Sabes que es más divertido que hacer la cama? Deshacerla. Ahora trae tu bonito culo aquí.

Una vez que Renjun le hizo un sexi gesto con su dedo, Chenle estaba perdido. Incluso empezó a despojarse de la ropa mientras caminaba a través de la pequeña habitación.

—Me gusta cómo piensas —declaró Renjun cuando empezó a sacarse su propia ropa.

Dado que habían practicado mucho en las últimas semanas, no les tomó mucho tiempo desnudarse. Una vez hecho, Chenle se acercó a la cama.

Sus intenciones eran someter a Renjun en la cama, pero el lobo, obviamente, tenía otras ideas. Dejando escapar un gruñido que le hizo saber lo caliente que estaba, Chenle jadeó de deseo, y Renjun le dio la vuelta hasta que estuvo boca abajo sobre el colchón.

—No te muevas ni un centímetro —ordenó.

Chenle estaba más que feliz de seguir ese imperativo, sobre todo cuando Renjun empezó a dejar caer besos. Empezó por los hombros de Chenle, luego poco a poco se abrió camino hacia abajo.

Decidido a ser obediente, Chenle cerró sus puños en las sábanas y se obligó a permanecer inmóvil. Era difícil, porque estaba malditamente duro. Especialmente, cuando Renjun alcanzó la parte superior de su culo.

Chenle se contuvo, esperando a sentir el frío contacto de los dedos lubricados. Pero cuando sintió el calor de la aterciopelada lengua, perdió todo el control. Dejando escapar un gemido, se meció hacia atrás.

Renjun dejó escapar una risita. —Pensé que te gustaría eso. Antes de que Chenle pudiera siquiera pensar en contestarle,

Renjun comenzó a comérselo.

Joder, cuando Chenle lo había visto en los sitios de pornografía, nunca se imaginó que se sentiría tan condenadamente bien. Comenzó a dejar salir una serie de

gemidos y súplicas. La mejor parte era que no tenía que preocuparse de lo fuerte que sonaran, ya que finalmente tenían total privacidad.

Renjun ondeaba su lengua en el agujero de Chenle. Las chispas de placer se dispararon por su espina dorsal. Oh, diablos, si Renjun no se detenía, se iba a correr incluso antes de que comenzaran.

Pronto se dio cuenta que Renjun sólo había empezado a atormentarlo. El lobo deslizó primero uno y luego dos dedos dentro de su agujero. El hijo de puta, incluso se aseguró de torcer sus dedos, por lo que rozó su próstata.

—Fóllame. ¡Ya! —exclamó Chenle.

Las sensaciones maravillosas que agredían su cuerpo eran tan intensas, que sólo quería dejarse ir y correrse. Pero, Renjun de alguna manera era capaz de detectar el momento en el que Chenle llegaba al borde, y cada vez, el lobo paraba en el último minuto.

—Por favor, te necesito —le rogó Chenle.

Renjun sacó sus dedos y pronto Chenle oyó el bendito sonido de una botella de lubricante abriéndose. Deteniéndose sólo lo suficiente como para lubricarse a sí mismo, Renjun colocó un suave beso en su nuca.

—Me tienes, bebé. Eso nunca va a cambiar —respiró Renjun.

A continuación, lo penetró.

En ese momento, ambos estaban demasiado calientes para algo suave o lento. Iba a ser una follada rápida y dura. Y Chenle sabía que iba a amar cada maldito segundo de la misma.

Tomando un firme control de las caderas de Chenle, Renjun lo levantó sobre sus rodillas y comenzó a darle la follada de su vida.

Chenle gritó su excitación mientras se apoyaba en una mano. A continuación, se agachó y con la otra empezó a masturbarse. Los sonidos de las bofetadas de piel contra piel llenaron el aire mientras Renjun lo montaba más duramente que a un caballo del Derby de Kentucky.

Una sensación de hormigueo bailó sobre el cuerpo de Chenle cuando el orgasmo más intenso se estrelló contra él. Gritando el nombre de Renjun, se corrió. Su pene se sacudió antes de que el semen brotara sobre su mano y las sábanas.

La vista debió haber enviado a Renjun al borde, porque después de un empuje más, dio un fuerte grito y se corrió. Chenle gimió, todavía montado en su propia ola mientras sentía las cuerdas calientes de semen llenando su culo.

Después de un segundo, Renjun apoyó la cabeza en la parte posterior de Chenle. —Mío.

—Tuyo —confirmó Chenle antes de derrumbarse.

Y cayó justo en un charco de esperma frío. ¡Uf! ¿Por qué no advertían de este peligro en las novelas románticas, o en las porno? Por el contrario, siempre se retrataba a la pareja saciada y feliz abrazándose. Chenle decidió que la industria del entretenimiento para adultos nunca había oído hablar de la existencia de la siempre intrusiva, postcoital mancha de humedad.

—¡Qué asco! —protestó Chenle.

Renjun se dio la vuelta y llevó a Chenle a su pecho, por lo que estuvieron más cómodos y libres de la gruesa mancha.

—¿Mejor? —preguntó Renjun.

Acurrucándose, Chenle contestó con voz soñolienta: — Mucho.

Se quedaron en silencio un momento antes de que Renjun dijera: —Oye, ¿sabes? Te amo.

Sonriendo para sí mismo, Chenle bromeó: —Lo mismo. Dejó escapar un pequeño grito cuando Renjun le dio una palmada en el culo. —Está bien, te amo.

—Eso es lo que pensaba.

Mientras se iba a la deriva, Chenle se maravilló de lo bien que al final había resultado su vida. ¿Quién hubiera pensado alguna vez que el escuálido león habría podido tener a su pequeño lobo? Sin embargo, de alguna manera se había hecho realidad, y Chenle sabía que nunca estaría solo otra vez. Lo que es más, habían demostrado que el tamaño no importaba. No cuando se trata de asuntos del corazón. Porque, a riesgo de sonar cliché, el amor verdadero lo conquista todo. Ya se trate, de las inseguridades de sus jodidas infancias, familias, amigos, entrometidos miembros de la manada, o Chacales homicidas, nada podría separarlos de nuevo. Quien dijera que los enanos no podían pertenecerse, obviamente, nunca los había conocido.

Metió la cara más profundamente en el pecho de Renjun, y esa noche soñó con su lobo y con que tenían el resto de sus vidas para estar juntos.

FIN


Adaptación de la Serie de los Cambiaformas Perdidos de Stephani Hecht

Créditos de traducción y edición: Lex, Gaby y Lou

Serie de los CP 18 - Chenle y el Pequeño LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora