EPÍLOGO.

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Hacia un día soleado en la casa Choi.

No había mucho que contar con respecto a las nuevas situaciones que se habían atravesado en las vidas de Yeon Jun y Soo Bin, porque Beom Gyu aceptó de buena gana que ellos formalizaran la relación que hacía mucho había iniciado.

Sin embargo, ahora que Soo Bin se había convertido en un Choi, las cosas se le habían complicado un poco. Tenía que ordenar la casa y hacerse espacio entre las cosas de Yeon Jun para que pudiesen compartir los muebles, además tenía que cambiar constantemente las posiciones de las cosas porque a Soo Bin no le gustaba que el lugar tuviera un aura tan apagada.

Él quería vida en todo el lugar.

Quería sentirse tan vivo como cuando Yeon Jun se movía dentro de él.

El señor Choi, había prometido comprarle muebles nuevos, algo que no llegó de pronto.

Por eso, Soo Bin se había propuesto limpiar la habitación el día de hoy.

Una idea un poco descabellada, al principio sólo encontró polvo por todo lado, se había ensuciado la ropa de forma poco usual, tenía telarañas en los cabellos y había roto un pedazo de su playera al intentar pasar por debajo de la cama de su recientemente esposo, el lugar parecía un pequeño nido.

Tal y como lo recordaba.

Estiró las manos un poco y sintió algo duro rozarle las yemas de los dedos, tanteó un poco más y echó la suerte a andar. Tiró de aquello que parecía una caja de cartón y logró sacarla de ese lugar tan obscuro.

Primero se ruborizó un poco y luego se echó a reír como un niño que encuentra algo prohibido, recordó su infancia destruida y también su adolescencia, recordó como era cuando tenía catorce y junto a Beom Gyu entraban al cuarto del señor Choi para ver aquellas extrañas imágenes que lograban alterar algo en su sistema.

Abrió la caja y notó que las revistas, los CD’s y las fotos aún estaban allí, sanas y salvas, llenas de polvo, como si nadie las hubiese tocado durante ese tiempo. Torció su sonrisa y comenzó a sacar todo el material para esparcirlo en el suelo marmolado.

¿Qué debía hacer con todo aquello?

Se acomodó en el suelo con las piernas cruzadas y como lo hizo la primera vez, comenzó a hojear las revistas. Ahora que ya sabía que aquello no era un  hombre raro que metía su “pipi” en la boca del otro sólo por molestarlo, como antes, se rió por lo ingenuo que había sido; abrió los CD’s y notó que aún tenían en su interior el disco platinado, pasó sus manos por ellos y notó que alguien lo estaba mirando.

Como era de esperarse, Yeon Jun apareció en la puerta principal con una expresión seria. Al levantar el rostro, Soo Bin sonrió inocentemente y el pelinegro le devolvió el gesto.

Esta vez ya no había un ceño fruncido en el perfecto rostro del señor Choi y Soo Bin sabía que él ya no se sentía “sólo”. Porque él mismo se había ocupado de consolarlo en su soledad, se había hecho cargo de calentar las noches de Yeon Jun con su dócil cuerpo y su mente imaginativa. Habían probado muchas cosas nuevas por exigencia de Soo Bin y todo resultó bueno para ambos.

—Hola.

—Hola.

Yeon Jun cerró la puerta detrás de él y se puso en cuclillas para estar cerca de su pequeño nuevo esposo, que llevaba su anillo en el dedo anular y se notaba tan satisfecho y orgulloso. Se acercó un poco más a Soo Bin para darle un suave beso en la mejilla.

—Te ves lindo —Lo elogió, al notar el cabello de Soo Bin completamente empolvado.

—Claro que no, estoy sucio.

¿QUÉ ESCONDE EL SEÑOR CHOI? - YEONBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora