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Rodrigo sabía que Iván lo estaba evitando.

No era tonto. No era ciego. Desde esa tarde en que le propuso matrimonio que Iván apenas salía de su casa, ni siquiera a su patio, y era claro el por qué.

El pobre omega, luego de las palabras que le dijo, negó con la cabeza, demasiado aturdido, y, sin dirigirle otra mirada, tomó en sus brazos al rechoncho Milo, entrando a su casa y cerrando con un fuerte portazo. Prácticamente, huyó de su lado, aterrado por lo que pudiera hacer.

Rodrigo se apoyó en la barra del balcón, mirando hacia el patio del omega mientras exhalaba el humo del cigarrillo. Sabía que debía verse como un depredador, como un psicópata esperando a su víctima, pero si era sincero, no le interesaba mucho.

Quería a Iván. Lo quería a su lado, compartiendo su casa con él, acostándose a su lado todas las noches, mirándolo con esa preciosa sonrisa con la que observaba a su hijo.

Y ningún bebé iba a impedir aquello.

Sabía que era soltero, porque no vio a nadie más en esa enorme y vacía casa, sumado al hecho de que el omega no tenía el olor de un alfa encima suyo. Además, le preguntó a Nicolás y Tomás, amigos de él y pareja que vivía a su lado, quién era el omega que era su vecino.

Nunca antes se sintió tan atraído por un omega: normalmente, detestaba lo empalagosos y pegajosos que eran, pero Iván era distinto.

Lo podía ver en su triste mirada, en su comportamiento tímido, en esa carita retraída y lejana que poseía.

Le llamó la atención desde el inicio, y verlo cuidando el jardín, cantando y jugando con su bebé, le hacía desear más cercanía, más contacto. Su alfa parecía volverse loco al ver al omega tan cerca de él.

Sin embargo, sabía el motivo del rechazo de Iván: Milo era todo lo que le quedaba al omega, su mundo entero, y aceptar un compromiso con otro alfa era renegar de eso.

Las reglas para los omegas en ese mundo eran claras:

La primera, y más importante, era la obediencia total hacia los alfas.

La segunda, era la fidelidad eterna hacia tu alfa.

La tercera, y no menos importante, era deshacerse de tu hijo si quedabas solo y otro alfa te quería para sí, porque un hijo de otro matrimonio era la clara prueba para el nuevo alfa de que el omega le perteneció a otro, y los celos podían provocar un desastre.

Tomás le dijo eso cuando hablaron sobre Iván, contándole que luego de la muerte de su alfa, el omega no parecía interesado en buscarse otra pareja. No cuando tenía a Milo.

Sin embargo, Rodrigo no era tonto, y sabía que tarde o temprano Iván lo iba a necesitar. Sabía que el omega no trabajaba, por lo tanto, el dinero iba a escasear en algún momento. Y Iván no era idiota, no podía permitirse quedar en la calle con un bebé, siendo una presa fácil para el resto de alfas, que ni siquiera le preguntarían si quería ser su omega.

Por supuesto, Rodrigo pensaba jugar todas sus cartas allí y lograr seducir a ese no pequeño pero tierno omega que parecía haberse metido en su piel como nadie.

Iván quería fingir que todo estaba bien, así que ese día se dijo que nadie lo iba a arruinar.

Se puso de pie, frotando sus ojos y viendo a su pequeño Milo todavía dormido al lado de su cama. Le revolvió el fino cabello oscuro, dándole un besito en la frente sin querer despertarlo.

Desde lo que pasó con Rodrigo, días atrás, que podía a notar a Milo nervioso, y sabía que era porque percibía que algo con su mami no estaba bien. Iván no quería asustarlo, así que se estaba enfocando sólo en él para no dar rienda suelta a la histeria.

𝗞𝗜𝗟𝗜𝗚 ¹ (𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora