CAPÍTULO 5

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Desde aquella noche del sábado, la semana transcurrió terriblemente lenta para mí. Intentaba no coincidir con Robert en casa, y en el metro me encontraba a mí misma buscando unos dulces ojos marrones. Pero ningún día me crucé con ellos.

Me encontraba en uno de los vagones de la línea numero tres, a escasas paradas de mi lugar de trabajo.

La melodía de Apocalypse sonaba no muy fuerte en mis airpods, y me tenía embelesada.

Bajé del metro en 86 th St. y caminé unos diez minutos por la bulliciosa Quinta Avenida hasta llegar al museo.

Hoy llegaba bastante temprano al trabajo. Era jueves, el día de la conferencia, así que decidí venir con tiempo para repasar la presentación.

Ya en el auditorio a pocos minutos de que empezaran a llegar los estudiantes, un golpe de realidad vino a mí como una bofetada.
Después de haber pasado toda la semana en piloto automático, los nervios se apoderaron de mí y por poco no tengo que salir corriendo al baño a vomitar el café que tomé para desayunar.

Unos diez minutos más tarde, el pequeño auditorio del museo empezó a llenarse de estudiantes.
No me fijé mucho en ellos mientras iban entrando y tomando asiento, puesto que estaba más concentrada en no desmayarme.

Ya había dado un par de conferencias antes, pero nunca me había puesto tan nerviosa con ninguna.

Cuando ya todos estaban sentados y con sus libretas y portátiles preparados para tomar apuntes, levanté la cabeza e hice un rapido escaneo del público.
Había unos setenta estudiantes de entre veinte y cuarenta años. Todos esperando pacientemente que yo comenzara a hablar.

Encendí el proyector y la enorme pantalla que se encontraba detrás de mí se iluminó con las diapositivas que había preparado.

Las manos me sudaban. Tomé aire y comencé presentándome, escaneando más pausadamente cada rostro del público.

Conforme avanzaba la conferencia mi cuerpo se fue relajando, dejándose envolver por la pasión que sentía por el arte egipcio. Estaba en mi elemento.

Traté temas desde los más basicos, como sus principales características: su arte fundamentado en la religión, el carácter divino y sagrado del faraón, el color y simbolismo en sus pinturas, etc.
Pasando por sus grandes obras maestras: las pirámides de Keops, Kefrén y Mikerinos.
Hasta llegar a los más importantes faraones, la arquitectura y pinturas funerarias.
Llegando a la conclusión final de que prácticamente toda la producción artística de aquella civilización tenía el objetivo de agradar e invocar a los dioses, a la vez que buscaba también ayudar a que los difuntos alcanzaran la vida eterna en el más allá; conocido también con el nombre de 'Duat', reino de los muertos cuyo dios es Socar, donde gobernó Osiris y posteriormente Horus.

Unas dos horas más tarde di por finalizada la conferencia, dando paso a una ronda de preguntas.

Las cuestiones se fueron sucediendo una a una hasta que, cuando estaba a punto de dar por finalizada la charla, una suave voz se escuchó desde la última fila de butacas.

-Disculpe, no me ha quedado muy claro una de las cuestiones que hemos tratado. ¿Por qué los egipcios cambiaron de un calendario lunar a uno solar? ¿Y en qué se basaron para crearlo?

Mientras aquella voz femenina formulaba sus preguntas, yo la buscaba entre los estudiantes. Cuando la encontré me quedé congelada.

Era Amina.

Sus ojos me observaban curiosos a lo lejos. Yo sentía mi corazón en la garganta, mi pulso latiendo fuerte en los oídos. Mis manos empezaron a sudar e incluso olvidé cuál fue su pregunta.
Me quedé embelesada observando su belleza. No podía apartar la mirada.

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