CAPÍTULO 3

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Crucé silenciosamente el pasillo y cuando pasé por la puerta del baño, entré y puse el seguro. Realmente no quería tener esa discusión ahora, así que tomé una toalla y me metí en la ducha. Dejé que el agua caliente y el jabón recorrieran mi cuerpo llevándose el sudor y el olor a tabaco y alcohol de este.

Cerré los ojos mientras disfrutaba de la sensación cuando a mi mente volvieron las imágenes de aquella chica. Aún seguía preguntándome el porqué de esta confusión que sentía. Seguía perdida en mis pensamientos mientras el agua resbalaba por mi cuerpo hasta que un fuerte golpe en la puerta me hizo saltar.

-¿Piensas estar todo lo que queda de noche en la ducha, o vas a salir a hablar conmigo? - dijo Robert al otro lado de la puerta. Su tono de voz seguía reflejando su enfado.

-¡Ya voy! Me pongo el pijama y salgo - dije resignada mientras me colocaba las suaves prendas de algodón.

Salí del baño y me dirigí a la cocina, tomé la cafetera que estaba en la encimera y llené una taza de aquel oscuro y amargo líquido; necesitaba despejar un poco mi mente para la charla que venía a continuación.

Despacio me fui encaminando hacia el salón, sintiendo el suelo frío bajo mis pies. No me importaba si hacía frío o calor; andar descalza siempre sería una de mis cosas favoritas de la vida.

Robert se encontraba sentado en el gran chaise longue gris oscuro que había en el centro del salón. Él miraba la tele que se encontraba encendida, mostrando anuncios de teletienda en algún canal aleatorio, y sus piernas descansaban cruzadas encima de la mesita de café. Su mirada se desvió de aquella pantalla de cincuenta pulgadas y me miró fijamente mientras arrugaba su ceño.

-Por fin te has dignado a aparecer - me dijo con una sonrisa irónica en su rostro.

-Lo siento, de verdad que te iba a avisar cuando llegué a aquel antro, pero se me pasó. De verdad que lo siento - respondí mientras me acercaba y me sentaba en la otra esquina del sofá, mirándolo de frente.

-Sabes que a mí no me importa que salgas con tus amigas; obviamente eres libre de hacer lo que quieras, pero al menos la próxima vez avísame, un simple mensaje de texto es suficiente. Estaba preocupado - respondió él desviando la mirada nuevamente al televisor. Su ceño seguía fruncido, por lo tanto, seguía enfadado.

Aunque quisiera aparentar lo contrario, siempre que yo hacía planes que no lo incluían a él, se molestaba y acababa encontrando alguna excusa tonta por la cual discutir y echarme en cara cosas sin sentido.

-Lo sé Robert, y te pido perdón de nuevo, no era mi intención preocuparte - conforme respondía, puse los ojos en blanco internamente. O al menos eso fue lo que yo pensé.

-¿Qué haces? ¿Esto es una broma para ti? Yo estoy aquí preocupado sin saber nada de ti y tú me pones los ojos en blanco. En serio Martha, no sé qué pasa contigo, pero deberías averiguarlo - dijo indignado y resoplando mientras me miraba fijamente.

Mi paciencia se estaba agotando, lo único que quería era irme a la cama, pero esta discusión parecía interminable.

-No hago nada Robert, es que es la misma historia de siempre; cada vez que salgo con mis amigas o con cualquier persona que no seas tú es lo mismo, buscas excusas para discutir, y, sinceramente, ya estoy cansada. Te he pedido perdón varias veces por no haberte avisado, tómate el tiempo que quieras en aceptar mis disculpas, yo me voy a la cama.

Dicho esto me levanté del sofá y me dirigí al dormitorio principal, Robert seguía discutiendo desde el salón pero yo lo ignoré y seguí mi camino. Ya en la habitación cerré la puerta y dejé de escuchar sus réplicas. Me quité el pijama y me metí debajo de las sábanas.

El clima de Nueva York en invierno era bastante frío, pero odiaba dormir en pijama; esas prendas te hacían llaves de judo durante la noche. Además, me encantaba sentir las suaves sábanas en mi piel desnuda, era una de las pocas sensaciones que para mí, se le podían comparar a andar descalza. Nunca me cansaría de hacerlo.

Ya en la cama, tomé mi teléfono de la mesita de noche que se encontraba a mi izquierda y revisé las redes sociales por unos minutos; vi que mi amiga seguía en aquel bar dándolo todo, y en el fondo de una de sus historias vi un rostro que llamó mi atención. Era Amina. Sólo se veía un par de segundos pasando por detrás de mi amiga. En las siguientes historias no se veía nada de ella.

Suspiré y apagué mi teléfono para ir a dormir, eran las cinco de la mañana y quería dormir hasta tarde sin que nadie me molestara.

Aquella noche en mis sueños me volví a encontrar con ella. Se veía igual que esa mañana en el metro, con un pañuelo tapando ligeramente su cabello, pero sus ojos brillaban más que nunca cuando su mirada se encontró con la mía. Intentaba acercarme a ella, pero no podía. Una marea de agitadas personas corría de un lado a otro haciéndome imposible alcanzarla.


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Blue BeetleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora