II

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- Repite lo que acabas de decir

El chico de cabello negro solicitó a su amigo.

- Una petrolera encontró pirámides en lugar de petróleo, están cientos de metros debajo de la tierra.

Alec sintió la frente de Jace

- ¿Estás enfermo?

Preguntó

El rubio se separó con un manotazo.

- Es real Alec, está en las noticias. Las tierras se les fueron confiscadas y ahora hay excavaciones por doquier.

Alec era nativo de Egipto, su padre había sido un local y su madre una extranjera. Ambos habían muerto por unos bandidos en el desierto.

- ¿Pirámides bajo tierra?

Sin duda esa noticia les hubiera encantado a sus padres.

- Todos especulan que es de la ciudad perdida, de la época del faraón Magnus.

Alec conocía las leyendas de esa antigua civilización que había desaparecido cómo si nunca hubiera estado ahí, su madre le contaba las historias a la hora de dormir cuando tenía apenas cinco años.

- El faraón ojos de gato está mejor sepultado, deberían dejarlo en paz.

Dijo Alec sabiendo que su amigo no le estaba diciendo eso cómo simple chisme, Jace tenía algo oculto.

- Sé lo que dicen las historias, pero no creo en ellas y lo sabes.

El rubio se cruzó de brazos, no era supersticioso y se enorgullecía de ello.

- Jace, todos los libros que hablan del antiguo Egipto dicen que una vez ojos de gato sea encontrado, la guerra estallará entre los humanos de éste tiempo y aquellos que no lo son, despertará de su sueño eterno para llevar al mundo a la tercera guerra mundial y matará al menos a tres cuartas partes de la población.

El rubio esperó

- ¿Y?

Preguntó

- ¿Cómo qué "Y"? El faraón Magnus era un asesino genocida, si lo molestan en su sueño eterno... ¿No te preocupa que las historias se cumplan? Todos los libros hablan de ello. Absolutamente todos.

Jace se encogió de hombros.

- Lamento mucho que pienses así, hermano. Porque... Ya firmé un contrato para ser guardianes de una profesora que estudia civilizaciones antiguas y que entrará a la pirámide.

Alec sabía que nunca fué buena idea darle el poder a Jace de hablar por ambos.

- ¿Porqué no me sorprendes?

Dijo tapando sus ojos

- Nos pagará cien grandes el día

Alec descubrió sus ojos. Ningún profesor que estuviera autorizado pagaría eso, llevarían soldados, no mercenarios saqueadores de tumbas.

- No le dieron permiso de entrar, ¿Verdad?

Preguntó

- Obviamente no, es trabajo nuestro colarla dentro, cuidar de ella y sacarla evitando que la metan presa...

- Y a nosotros

El rubio se encogió de hombros

- El gobierno es muy celoso con sus descubrimientos.

- ¿Tú crees?

Dijo con sarcasmo.

Si Jace había firmado, estaban obligados a hacerlo.

- Llegará mañana y la veremos en el burdel Pandemonium

Ellos no eran trabajadores honestos, nunca lo habían sido, pero Alec conocía Egipto cómo la palma de su mano. Ellos dos eran contratados para hacer trabajos sucios, robar reliquias y profanar tumbas por excavadores ilegales.

La reticencia del chico se debía a qué posiblemente era el faraón Magnus con quién se estaban metiendo.

Él no quería molestar a un genocida en potencia, mucho menos despertarlo.

Su madre solía contar que los dioses lo habían dejado para ser el azote del mundo, que Magnus era un despiadado que tenía poderes e influencia en los cielos.

Alec no quería comprobarlo.

- Será mejor que no nos atrapen o estaremos muertos

Dijo cediendo ante el rubio

- Nunca nos han atrapado

- No tientes a tu suerte

- Vamos hermano, ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Jace no debió hacer esa pregunta.

El Destino de la Momia #malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora