III

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- Jace

Lo llamó Alec mientras veían a la chica entrar al cubículo privado que ellos habían apartado.

- Señorita Bellcourt, un gusto al fin conocerla

El rubio extendió la mano que la rubia fresa recibió y la estrechó.

Era delgada, demasiado delgada, con uñas de cuatro centímetros, anillos y pulceras de varios kilates, un collar de rubí descansando entre sus pechos sin duda operados, shorts beige, blusa blanca, botas de excursión y gafas de sol.

Alec podía apostar su vida a qué ella no era una jodida profesora de civilizaciones antiguas.

- ¿Ustedes son mis guardaespaldas? Papi dijo que tendría los mejores guardaespaldas.

Los oídos de Alec sangraron al escuchar esa voz aguda. ¿Guardaespaldas? ¿A eso los habían reducido? Ellos eran los mejores ladrones de reliquias y saqueadores de tumbas. No era un jodido guardaespaldas.

- Nosotros somos los hombres que su padre contrató

Dijo el rubio evitando la palabra guardaespalda, él también se sentía insultado.

- Ustedes son ardientes, maldición. ¿Están interesados en hacer un trío cuando estemos en la pirámide?

¿Sexo? ¿Un trío? ¿Con Jace incluído? ¿Con una mujer? ¿En una sucia y polvorienta pirámide? ¿Rodeados de momias?

Alec quiso vomitar.

- Tan tentador cómo suena, señorita. Su padre nos prohibió tocarla.

Dijo Alec de inmediato sin importarle destruir las esperanzas retorcidas de la chica.

Ella hizo un puchero. ¿Cuántos años tenía? ¿Acaso creía que se veía linda?

- Es una lástima

Dijo viendo entre Alec y Jace.

- Venga con nosotros, señorita, la llevaremos a un lugar cercano al sitio de excavación para colarnos dentro apenas caiga el sol.

Ella asintió

- Iré por mis amigos

Dijo sorprendiendo a los chicos y perdiéndose fuera tan rápido que no les dió tiempo de detenerla.

Volvió con una pelirroja de ojos verdes y un chico de gafas cuadradas.

- Señorita, su padre sólo pagó por cuidarla a usted.

Interrumpió Jace pero los chicos de inmediato pusieron dos bolsas deportivas sobre la mesa, las abrieron y enseñaron su contenido. Había fajos de billetes apilados dentro en cada una.

- Ellos pagarán su protección también.

Alec y Jace se vieron. Era bastante dinero, sólo estarían un día dentro pero serían trescientos mil por las tres personas.

- Llamaré a Isabel

Dijo Alec.

La chica era tan buena en el negocio cómo ellos dos, a menudo la buscaban si el número de personas sobrepasaba lo que ellos podían proteger sin riesgos de perder a nadie.

- Vengan conmigo

Dijo Jace tomando una mochila de efectivo y llevándola en el hombro, Alec siguió su ejemplo con la otra mientras se mantenía en la retaguardia del grupo.

- "Aló?"

Respondió la chica al teléfono

- Te necesitamos. Tres personas, trescientos pavos, un día, comienza ésta noche.

El Destino de la Momia #malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora