[V/V]. Cinco cosas que Camus aprendió de Saga

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 V

—¿Siberia?

El semblante de Camus no demostró la súbita apertura de una grieta que venía resanando repetidamente durante los últimos años.

No había tenido audiencia con el Patriarca desde que recibió su armadura. Cualquier ordenanza se llevaba a cabo mediante misivas. Ahora esto no bastaba.

Había conseguido todo lo que había necesitado, y a estas alturas resultaba tanto, y quería tanto más, que tuvo que venir aquí antes de que perdiera la capacidad para hacerlo.

Sabía que su decisión haría hablar al hombre. Y ahí estaba la voz que llevaba evadiendo desde que sospechó que no sería el timbre correcto. Le respondió con seriedad:

—Es un sitio ideal para entrenar Santos de Hielo.

Las manos empotradas sobre los apoyabrazos del trono se apretaron visiblemente. Camus no descendió su mirada, pero cambió su postura. Ya no tenía sentido tener la rodilla en el suelo. La armadura repicó contra el piso cuando se puso de pie. Irguió la espalda y, sin dejar de clavar sus ojos sobre las cuencas rojizas de la máscara, esperó la aprobación del Gran Maestro.

La respiración del aludido se tornó tan pesada que, en la enorme sala, era lo único audible. Camus aprovechó los tensos minutos para trazar lo que había tras la máscara y bajo la túnica, midiendo las dimensiones de su cuerpo con lo ya conocido, comparando y fusionando dos ideas diametralmente opuestas, y quitando las negligentes tachas sobre las pistas que ignoró.

Él se levantó. A Camus le pareció más alto, pero debía ser efecto del casco que se retiró calmosamente. Los mechones de cabello adoptaron la disposición característica en la cumbre de su cabeza. Los dedos de Camus se flexionaron en reflejo ante el punzón del recuerdo que revivió la textura en sus yemas.

El casco quedó perchado en el trono, y Camus abrió un poco más los ojos al ver que él caminaba en su dirección sin pausar. Tensó los hombros y sintió la oxidación instantánea de sus rodillas. Acuario llevaba protegiéndolo desde que era un infante, pero por primera vez resintió el verdadero peso del oro.

En cuestión de segundos lo tuvo frente a sí, y se acercó tanto que fue extraño no sentir sus exhalaciones alborotándole el flequillo. Por otra parte, el vacío carmín de la mirada artificial le pareció incomprensiblemente expresivo.

Sobre la mandíbula de Camus apareció una línea a punto de quiebre. La reciente utopía del campo de flores pulsó entre sus pestañas, cegándolo por un crucial instante. Parpadeó y, antes de que siquiera fuera enteramente consciente de lo que sucedía, alzó el brazo de golpe y detuvo la muñeca del otro, cuya mano flotaba frente a la máscara, contactando superficialmente con sus bordes.

La caótica negativa en la mirada de Camus fue más efectiva que la mortal presión de sus dedos.

No sería menos desconocido incluso si le revelara su rostro.

Ambos bajaron las manos con movimientos cautelosos. El joven caballero de Acuario retomó su perfil recto, aparentemente inamovible.

Resultó frágil frente a la menor influencia.

Él lo tocó; una caricia fugitiva sobre su brazo desprotegido por el diseño de la armadura. Entonces sí retrocedió, pero lo hizo con él. El choque retumbó a través de la puerta hasta el techo, pero el dueño del palacio no se inquietó, no por eso. Ningún sirviente pensaría en irrumpir sin invitación.

Los golpes continuaron; Acuario contra la puerta, tintineando y chirriando con los roces. Pero los sonidos disminuyeron rápidamente conforme resbaló al suelo, acompañado.

One - Shots - Saga x Camus [Terminada] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora