I
Reconfortante. Cada partícula de lluvia cargaba dicha sensación. El cabello rojizo se apelmazaba en torno a su rostro y estaba ensopado al grado que su nariz era continuo despeñadero para las gotas de agua.
Abrazó los escalofríos. Desde su lugar en las gradas, miró hacia abajo, a la arena hecha lodo, e imaginó todo blanco con un golpe de añoranza.
El traqueteo de la lluvia sobre su cabeza cesó. Al parpadear y alzar la vista, el agua en sus pestañas escurrió por sus mejillas. Sus ojos azules fueron oscurecidos por la sombra de la capa protectora que se cernía sobre su encogida figura.
Dirigió sus pupilas en un nuevo ángulo para encontrarse con la mirada del joven que lo cubría en un innecesario despliegue de amabilidad.
—No me molesta la lluvia —dijo con simpleza, a lo que el mayor sonrió, divertido.
—Te molestará estar enfermo más tarde.
Camus arrugó la cara. Saga encorvó la espalda para asomarse más cerca y comprobar que aquello en el puente de su nariz eran pecas.
—Vienes del norte, ¿cierto? —Con la mano que no sostenía la capa sobre el niño, Saga alejó los mechones húmedos de su propio rostro. El extranjero no mostraba intenciones de moverse ni parecía concernido con la posible incomodidad de Saga, quien además de estarse encharcando en agua fría, tenía su brazo estirado sobre él dotándole de un paraguas improvisado.
—Muy al norte. —La memoria sensorial le revivió un atisbo de la gelidez dejada atrás, y de nuevo la lluvia griega le pareció tan poca cosa. Sus ojos se clavaron sobre la capa que le impedía sentir el azote del agua.
—¿Ya tienes tu armadura?
—En los próximos días. —Miró hacia abajo, por el cuerpo del mayor para estudiar las placas de oro y adivinar el signo que representarían. Le resultó difícil relacionarlo con cualquiera, la armadura no tenía nada distintivo que señalara una constelación.
Quizás la pista estaría en el casco faltante.
—Te acompaño arriba —sugirió Saga, y Camus se puso de pie, mas no planeaba partir aún.
—Necesito un rato más. —Ya había sido suficiente descanso. Caminó al centro de la arena y aprovechó la humedad en el ambiente para practicar a empujar la frialdad de su cosmos al máximo; una meta aún pendiente.
Saga pasó la mano sobre su rostro, quitándose algo de agua. Un acto inútil dadas la circunstancias. Con un suspiro resignado ocupó el sitio en las gradas que el menor había dejado libre, apoyó los codos en sus piernas y estudió el entrenamiento de aquél. No por simple curiosidad o responsabilidad, al tener un papel de liderazgo en el Santuario; sino porque era llanamente fascinante ver la lluvia haciéndose hielo alrededor de la pequeña figura que centelleaba blanco.
Camus estornudó, y supo que Saga —se llamaba Saga— lo apreció a la distancia y probablemente le divirtió. Sus cejas se acercaron un poco, pero trató de no demostrar la contrariedad sentida. No era el mejor momento para preocuparse por un resfriado que no vio venir, pese a las advertencias.
La caja estaba frente a él. Su caja, aunque él no la había elegido, sino al contrario.
El patriarca se la estaba entregando con un discurso que, quitando los adornos, lo sentenciaba a perder la vida algún día por la humanidad y la diosa.
El asunto no terminaba de hacer clic en su cabeza. Después de todo el esfuerzo, con la recompensa cegándolo en brillo dorado, comenzaba a pensar que no alcanzaba a vislumbrar la envergadura de su deber.
Tal vez todo se resumiría a lo que Saga le dijo en cuanto lo vio después de la ceremonia, ya ataviado en oro.
—Tienes siete años. —Una sonrisa condescendiente adornaba sus labios. Camus lo miró sin saber cómo contestar a un hecho tan evidente, y esperó unos momentos durante los cuales Saga no hizo más que asombrarse al constatar que la armadura había adoptado el tamaño preciso para él.
—¿Y tú?
—¿Eh?
—¿Cuántos años tienes tú? —repitió Camus, más lento de lo que normalmente hablaba.
—Ah..., quince.
Fue la primera vez que pensó, durante la fracción de un instante, que había mucho que lo separaba de Saga.
De repente sintió el picor en la nariz, justo antes del estornudo, y luego vio el «te lo dije» en los dientes que la sonrisa de Saga dejó ver.
Lección aprendida, pensó Camus. Las cosas agradables podían perjudicar.
-Crédito: https://justwontshine.wordpress.com/2013/06/05/cinco-cosas-que-camus-aprendio-de-saga-saga-x-camus-15/
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One - Shots - Saga x Camus [Terminada] ✓
FanficAclaración. 💬 La historia que estoy publicando no soy de mi Autoría sino de otros Autores 💬 Sino le gusta Fan Fic Hombre x Hombre [Tan simple como ignorar. Gracias] 💬 Respeto por favor. Gracias Espero que le guste estas pequeñas historias de Sag...