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Sentí que mis piernas se doblegaban, jamás sentí algo igual. Me quedé hipnotizada por esos ojos tan embriagantes y...

— ¿Tú no qué?  ¿Cómo te llamas? — hizo un mohín.

— ¿Por qué quieres saber mi nombre? — respondí en automático. ¿Qué me pasaba?.

— Para recordarme no volver a invitarte jamás a una fiesta mía. — deshizo el nudo de su corbata. — Además. ¿Qué haces aquí? La fiesta es afuera. — señaló hacia la puerta —  ¿No te han dicho que no debes husmear en casas ajenas?. — cruzo los brazos y de pronto pareció más alto de lo que se veía, con los ojos viendo hacia abajo, porque a pesar de que me había puesto tacones, le llegaba por debajo del pecho.

Era bastante alto, aún con el traje se le marcaban los músculos, como si ese traje fuese confeccionado especialmente para él, a su medida.
Llevaba el cabello desenfado, una mezcla entre ondulado y lacio, por un segundo había estado segura que su cabello era negro pero en realidad era castaño obscuro, una cara perfectamente simétrica y atractiva, unos labios que seguramente demoraron bastante en formarse porque estaban muy bien hechos e incluso tenían un tono rosado que hacía desviar la mirada.
Nunca nadie me había parecido atractivo, nadie, y por alguna razón él me lo pareció, al menos antes de que abriera la boca.

Me cruce de brazos alzando la mirada. Tomando la misma postura que él.
— No estaba husmeando, James me deja venir aquí cada que me place.  — exclamé.

— ¿James? — algo parecido a una sonrisa se asomó por su rostro, alzo el dedo índice y me señalo. — ¿Eres Lana?

— No, no te interesa saber quién soy.

— Ya de dije que sí, necesito tu nombre para no volver a invitarte a ningún lugar. — me miró en espera de una respuesta, le regalé una sonrisa falsa y me aleje de él para ir hacia la estantería que estaba detrás. — Eris... — dijo de pronto y sentí como el estómago se me encogió al escucharlo pronunciar mi nombre. — ¿Eres Eris no?
Recuerdo que James me nombró dos chicas. Lana y Eris.

Rodee los ojos y seguí mirando la estantería buscando algo que leer. Por sus respuestas supuse que él era Adrian, James le había hablado de nosotras para invitarnos a la fiesta.
Escuché sus pasos acercarse y pude ver de reojo que fue a la estantería de al lado, con el dedo índice en el aire busco un libro, al encontrarlo lo tomo con brusquedad y se acercó a mi de nuevo, puso el libro frente a mi y por instinto lo tomé.

— ¿Lovecraft? ¿En serio?
Se encogió de hombros.
— ¿Me equivoco? Estoy seguro de que no.

Efectivamente, no, no estaba equivocado pero no le iba a dar la razón. ¿Qué se creía?

— Pues... Sí, estas muy equivocado, en realidad estaba buscando algo de Jane Austen. — me cruce de brazos.

— ¿Jane Austen? — hizo un mohín — no tienes pinta de que te guste el romance.

— Pues sí... Sí me gusta. Es muy... ¿Por qué estamos hablando de esto? ¿No tienes una fiesta que atender?

— Me gusta tener algo de paz antes de socializar. Pero voy a tener que demorarme más tiempo gracias a tu torpeza. — hizo una seña hacia su pecho mojado. — Aunque tienes razón. No debería estar hablando contigo de hecho. Disfruta tu lectura. — camino a la puerta y salió de la sala.

"No debería estar hablando contigo de hecho", lo arremede con voz chillona. Imbécil. De verdad que la belleza que poseía Adrian era proporcional a su nivel de idiotez.
Lo que me tenía con los nervios de punta porque por alguna extraña razón había estado soñando con él hace años.
Me había quedado ahí hasta que la fiesta acabo, me di cuenta porque cuando salí. Solo estaban James, Adrian y otro hombre que era como su clon pero con unos años de más.
James me vio a lo lejos confundido y les hizo una seña a los otros dos hombres para indicarles que enseguida volvía.

Ardoroso Amor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora