— Alguien te vió — dijo en voz baja.
— ¿Me vió? — elevé la ceja — Querrás decir, nos vió — hice énfasis en el "nos" — Creí que estábamos en esto juntos morte.
— ¿Ya tienes un apodo para mí? — sonrió.
— No te ilusiones, solo se me ocurrió porque pienso que la muerte va contigo, ¿O debería decirte ghosty? — pregunté pensativa — porque eres como un fantasma, te apareces de la nada y no da gusto saber que estás ahí.
— Como sea me gusta, la palabra muerte saliendo de tu boca, en el idioma que sea me gusta. ¿Y te digo algo? — tomo mi cintura para acercarme a él. — Ghostface es mi personaje favorito. — susurró en mi oído y sentí mi estómago revolotear al roce de su mano desnuda sobre mi cuerpo. — Así que gracias por el apodo. Ahora sube. — dijo palmeando el asiento trasero de la moto.
— ¿Estás loco? Te acabo de decir que tengo clases. — dije nerviosa.
— Y yo te acabo de mostrar que alguien quiere extorsionarme por haberme visto contigo en el bosque cuando mataste a Joe. — mencionó con tranquilidad. Cómo si aquello fuese algo que se podía tomar a la ligera.
— No tengo casco. — excusé y enseguida me puso el suyo sobre la cabeza. Lo ajusto un poco seguido de un palmeo en la parte de arriba dandome entender que ya estaba listo.
— Ahora tienes uno. Ya, sube. — ordenó acomodándose de nuevo mientras encendía la motocicleta. Subí con cuidado y me sujete de la correa que tenía el asiento para el copiloto. Adrian me vio por el retrovisor y dió un acelerón repentino haciendo que por instinto mis manos se sujetaran de su torso.
Ví su sonrisita socarrona mientras negaba con la cabeza y sujetaba los puños del manubrio. — Mejor agarrate bien, no te vayas a caer. Aunque si querías abrazarme solo tenías que decirlo. — le di un pellizco a su muslo. — ¡Auch! — se quejo aún entre risas.— Deja tus trucos baratos para las demás. Hiciste eso a propósito.
— Es divertido. — admitió encogiéndose de hombros.
— ¡Me das asco! — lo solté — Mejor me voy caminando. No quiero contraer sífilis o alguna otra enfermedad venerea.
— Sí sí. — rodeó los ojos — Ya no seas llorona y sujetate. — tomo mis manos y las puso al rededor de su cintura. — Que si te sueltas y te caes no te voy a levantar.
Quitó el seguro de la moto y arranco.
La verdad era que estar tan cerca de él, sentir su perfume en la punta de mi nariz, una fragancia verdaderamente exquisita, deliciosa, él y recordar sus manos sobre mi cintura por alguna razón me hizo sentir... Algo que hace mucho no sentía y no pensé ser capaz.
Me perdí tanto en mis pensamientos y emociones que no me di cuenta cuando llegamos a su casa.— Vuelvo a repetir, puedes solo pedirme que te abrace si eso quieres. Aunque ya me tocaste más de lo que puedo tolerar. — dijo de pronto.
— ¿Eh?
— Que ya llegamos, ya puedes soltarme. — dijo safando mis brazos de su torso.
Baje de la moto lo más rápido que pude. Apenas entramos me guío a la cocina, se acercó a la cafetera y tomó un poco de café para servirlo en dos tazas color negro.
— Toma. — puso un taza en la barra y la acercó a mi mano — ¿Desayunaste? — preguntó de pronto y asentí. — bueno, si tienes más hambre puedo preparar algo. — asentí de nuevo.
— ¿Puedo preguntarte algo? — dije curiosa y el asintió mientras daba un sorbo al café. — ¿Qué hago aquí? — tome la taza y él curvo la boca hacia abajo.

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Ardoroso Amor.
Подростковая литератураSinópsis: Eris era reservada, vehemente, y talentosa para meterse en problemas. Detestaba a todo el mundo, odiaba a todo el mundo, hasta que lo conoció a él. Él, quien era el mismísimo demonio disfrazado de angel, quien consigue lo que quiere sin...