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Me puse una pijama rápido y baje, pero no al comedor, si no a la cocina. No tenía mucha hambre así que solo bajé por un poco de agua, y probablemente alguna fruta
Entré y me quedé pasmada al darme cuenta de que Adrian estaba sentado a un lado de la barra, tomando un té, se le veía tan despreocupado, y tan... Tan atractivo. ¿Por qué alguien que parecía un ángel tenía el aura de un demonio?
No llevaba puesta playera y se podían admirar sus múltiples tatuajes en ambos brazos, pecho y espalda, lo que hacía que sus músculos por alguna razón resaltarán mas, en conjunto con un cómodo pants color gris. Se dió unos segundos para observarme, tomó su taza y se dirigió hacia a mi, o eso pensé hasta que caminó a la puerta.

— Mañana te levantaras y un chófer te va a llevar a la escuela. Si te llevo yo sabrán que te estás quedando conmigo. — dijo con amabilidad y entonces recordé...
Jest.
¿Qué le diría? ¿Qué haría? Maldita la hora en la que le propuse tener esa estúpida y falsa relación.

— Gracias pero Jest pasa por mi para irnos.

— ¿Jest? — hizo un mohín. — ¿Por qué?

— Porque él es mi... — la garganta se me hizo nudo — es mi novio... — dije por fin, y Adrian me miró pensativo por unos segundos. Curvo la boca hacia abajo intentando esconder una sonrisa.

— Pues dile que no puedes y que ya tienes quien te lleve, que se ven allá.

— Esque tenemos que llegar juntos porque quiero que Lana nos vea. — confesé.

— ¿Por qué? — preguntó dando un sorbo al té. — ¿Necesitas que Lana apruebe tu relación?

— No, solo quiero parecer normal... — susurré.

— ¿Y qué te hace pensar que no lo eres? — se recargo en el marco de la puerta.

— Tú no me conoces. — defendí. — Dices que te caigo bien pero en realidad no me conoces. Yo no soy como las demás personas.

— Eso lo sé pequeña. Me ha quedado muy claro. Y es por eso que quiero cuidarte. ¿Sabes? No tienes que demostrarle nada a nadie. Pero debo preguntar ¿Para ti que es ser normal?

— Pues no lo sé, hacer lo que hace la gente común, salir, sentir... No sé. — respondí encogiendome de hombros.

— Acabas de admitir que no eres común. ¿Sabes que significa eso? — arqueo la ceja y negué con lentitud. — Eris. — se acercó de nuevo a mi. — La gente ordinaria hace siempre lo que se supone que debe hacer. Y tú no eres ordinaria, tú eres como yo, no haces lo que se supone que debes hacer, tú haces lo que quieres hacer, aún cuando eso signifique ser ser vista como algo extraño. Eso no tiene nada de malo, es solo que la gente no está lista para ese tipo de revelación.
Eres extraordinaria Eris, ojalá tú también te veas así.
Y no tienes que demostrarle ni a Lana ni a nadie, que eres normal, porque no lo eres. Si tienes que esconder lo que eres  por temor a no ser aceptada por la gente que se supone que te quiere. ¿Entonces realmente te conocen? ¿O realmente te quieren?

Escucharlo de esa forma, tan sereno, tan apacible, y al mismo tiempo tan revoltoso, imponente, y masculino. Me erizo la piel, que saliera de su boca un comentario tan formidable de mi persona, algo que casi nunca escucho.
Me dió un cosquilleo en el estómago y mi garganta se secó por lo inesperado de ello.
Adrian me había visto, vió mi verdadero yo, y no se asustó.

— No es solo eso, es Jest. El es un buen tipo. — espeté.

— ¿Y te gusta? — elevó las cejas.
Y no, la verdad no me gustaba nada, era amable y lindo, pero no me gustaba nada, y lo sabía porque hasta hace unas horas, con ese beso, y escucharlo decir esas cosas de mi, acepte lo mucho que me gustaba Adrian. En serio me gustaba muchísimo. ¿Todo el mundo lo siente así? ¿O solo yo?

Ardoroso Amor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora