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Luke, con todo respeto, ya muérete de una vez.
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Halsey.
—¿Es que no se le acaban nunca las rocas? —murmuré.
—Ya viste que no. —dijo Percy.
—¡Nademos hasta el barco! —dijo Grover.
Él y Clarisse se zambulleron entre las olas. Annabeth se agarraba del cuello de Clarisse e intentaba nadar con un brazo, aunque el peso del vellocino la abrumaba. Pero lo que le interesaba al monstruo no era el vellocino y lo demostraba claramente en su rostro colérico.
—¡Grover, llévate a Halsey! —le exclamó Percy al chico cabra—. ¡Ayúdala a nadar!
Grover asintió. Nadó hacia nosotros y Percy soltó mi mano.
—Pero, ¿que hay de ti, Percy? —preguntó Grover con una clara preocupación.
—¡Voy a traer a Tyson! Iremos detrás de ustedes.
Con una seguridad que desconocía, asentí en dirección al hijo del mar, confiando en él.
—Vamos, Halsey —Grover me tomó de la mano y me haló consigo para comenzar a meternos en lo hondo con rápidez—. Necesito que te sujetes de mis hombros y que me ayudes a nada ¡Mueve tus piernas con fuerza!
