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¿Acaso Apolo no sabe que la gran mayoría de sus rimas no riman para nada?
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Halsey.
Por favor que la tierra me trague y me mande directo a servicios sociales.
Y tal vez sería una hipocresía de mi parte (considerando que vengo de ahí y que hasta ahora ha sido el peor lugar a dónde he ido a parar), pero por lo menos en aquellas oficinas todos están cuerdos.
Percy me dejó en una enorme casa pintada de azul con el borde blanco. Me encontraba en lo que parecía ser la sala, en ella tenía una veleta de bronce en forma de águila y lo que parecía ser la cabeza de un tigre.
Todo el lugar estaba a oscuras y no podía encontrar algún interruptor para encender la luz. Odiaba la oscuridad, me atemorizaba demasiado.
De repente, una luz se hizo presente en el lugar. Parecía provenir de un proyector que apuntaba a una de las paredes. La imagen estaba en negro, pero luego comenzó a iluminarse mostrando a un hombre rubio, alto y bronceado de unos veinte años parado frente al porche de la casa grande, aunque en el vídeo no era azul, sino roja.
El tipo aclaró su garganta y empezó a hablar.
—¡Hola, indefenso semidiós! —dijo el rubio mirando a la cámara con una gran sonrisa en su rostro—. ¡Mi nombre es Apolo, el magnifico! ¡Y ahora, un poema hecho por mi!
