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Bianca toma una difícil decisión.
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Halsey.
Después de ver al doctor Espino convertirse en un un de doce años nos dijo que era la diosa Artemisa, tuve una de esas respuestas inteligentes del tipo: «Ah... bueno.»
Lo cual no fue nada comparado con lo de Grover. El ahogó un grito, se arrodilló en la nieve y empezó a gimotear:
—¡Gracias, señora Artemisa! Es usted tan... tan... ¡Uau!
—¡Levanta, niño cabra! —le soltó Thalia—. Tenemos otras cosas de que preocuparnos. ¡Annabeth ha desaparecido!
—¡So! —dijo Bianca—. Momentito. Tiempo muerto.
Todo el mundo se la quedó mirando. Ella nos fue señalando, uno a uno, como si estuviera repasando las piezas de un rompecabezas. Bianca se detuvo en mi.
A pesar de que Espino no nos dejara acercarnos a mi y a Grover hacia ellos, yo había logrado otro tipo de contacto con los di Angelo. Gracias a pasarnos notas en clases, Bianca y yo habíamos creado una pequeña amistad. Luego se sumó Nico quién también me mandaba notas en las horas de descanso. En fin, éramos una especie de amigos. Esto por supuesto, no lo sabe el sátiro.
