Capítulo XXV

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Hel

Un mes se sintió una eternidad.

No hablé con nadie, no llamé por teléfono, no envié emails ni mensajes de texto, tampoco abrí los que me llegaban. No es que Nyx haya recomendado que no lo hiciera, todo lo contrario, era solo que yo no podía hacerlo. No quería extrañarlos. No quería extrañarlo a él.

Solté un suspiro y cerré el grimorio que estaba leyendo, el último del grupo que Nyx me entregó cuando llegué aquí. Mi introducción a la brujería había terminado, al menos la parte teórica. Nyx me explicó que como bruja podía acceder a diversos tipos de magia, más allá de la piroquinesis, pero le pedí restringir mi entrenamiento solo a esa materia. Controlar solamente el fuego era complicado, no quería imaginar cómo sería intentar controlar otros elementos. Desperdicio de mi potencial o no, no me importaba.

Hice levitar el grimorio y lo coloqué mentalmente en la mesa junto a la cama.

La telequinesis fue uno de los pocos trucos de bruja que no me negué a aprender. Era muy útil. Lo otro que me interesé en adquirir fueron habilidades físicas, aunque Nyx aún no me había dejado entrar en esa área. Desde que la alianza entre mi lado bruja y mi lado infernal se forjó me había sentido más fuerte, ágil y rápida que antes. No era una simple humana y estaba empezando a notarlo.

Me escabullía en las noches al techo de la casa y miraba la ciudad, viendo a los Runners, un grupo amplio de seres sobrenaturales que custodiaban Nueva Orleans y que Nyx dirigía junto a sus dos hermanos, corriendo de aquí para allá por la ciudad. Saltaban de un techo a otro, escalaban paredes y a veces combatían entre ellos por diversión. Nunca me acerqué, no me interesaba conocerlos, me interesaba conocer sus habilidades. Sabía que muchos eran vampiros y hombres lobo, con características diferentes a los demonios, pero tenía la sensación de que nuestras capacidades físicas no eran tan dispares. Ya sabía usar la magia como una bruja, ahora quería aprender a pelear como un demonio.

Me arrastré fuera de la cama cuando oí el sonido de la puerta al abrirse y cerrarse en la planta baja. Mis sentidos también habían aumentado. Salí de la habitación y me detuve en el balcón, recostando mis antebrazos en la barandilla del lugar donde las dos escaleras se unían en el segundo piso. Nyx caminaba hacia mí, tenía el cabello recogido en una coleta y llevaba una chaqueta con unos jeans rasgados en las rodillas y unas botas de tacón bajo. Todo negro, tan oscuro como la noche, para poder camuflarse en ella. Era una especie de regla entre los Runners. No es que no pudieran ser vistos, definitivamente los vecinos veían a los sujetos saltando por sus tejados, pero les gustaba esconderse y pensar que nadie sabía que estaban allí.

—¿Qué tal el día? —preguntó, mirándome desde la sala.

No la había visto desde el día anterior y el sol ya se estaba poniendo. A medida que mi control mejoró y fui capaz de usar mi poder en pequeñas proporciones sus períodos aquí fueron disminuyendo. Creo que me estaba dando espacio para que experimentara, para que viera hasta donde era capaz de llegar. Quemé la mitad de la casa la primera semana sola, a la siguiente reduje a cenizas la mesa de la cocina, a la siguiente Nyx hizo algún conjuro que devolvió todo a su estado original y me dijo que siguiera intentando. No había vuelto a quemar nada, al menos no si no quería verlo arder. El fuego me respetaba, me protegía y obedecía; y eso se sentía estupendo.

—Bien —respondí—. Terminé con el último grimorio.

—¿Aún no quieres expandirte más allá del fuego? —preguntó. Supongo que tenía que tratar de hacerme cambiar de opinión una última vez.

—No —respondí segura.

—Entonces has terminado de leer libros viejos —dijo, dándome una pequeña sonrisa—. ¿Puedes encender las velas del candelabro? Solo dos, la más alta y la más baja.

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