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Después de haber ido con Barca de expedición a la jungla en busca de grandes tesoros estaba sumamente cansado, sus pies dolian y sus piernas estaban por dejar de funcionar debido a los largos kilometros que habian recorrido y las veces que habian tenido que salir huyendo de los enemigos ocultos en cuevas y construcciones abandonadas. Aunque el botin había sido muy bueno, por lo que el cansancio estaba justificado.

Se despidió vagamente del chico de cabellos castaños y lentes curiosos al llegar a su casa y abrió la puerta, escuchando rápidamente al mono capuchino alegre por su regreso. Tiró la pesada mochila a un rincón de la pequeña cabaña y camino algunos pasos dentro de la misma. Tomando en brazos al monito y cerrando la puerta con un empuje de caderas, se acercó hasta la cama para sentarse a descansar un poco.

Sus piernas daban pequeñas punzaciones y los talones de sus pies dolían como si el mismo infierno estuviera tocando su piel. Quitó con agilidad los zapatos con sus pies y terminó por recostarse completamente en la cama con el pequeño monito en su pecho, repartiendo pequeñas caricias en su cabecita. Minutos después cayó rendido a los brazos de Morfeo.



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El canto de las aves y los soniditos de la pequeña bolita peluda pidiendo comida le hicieron despertar. Alargó un bostezo ante el sueño que aún se mantenía en su cuerpo y llevó sus manos hasta su rostro para quitar las pequeñas lagañas, dándose cuenta de que aún llevaba puestos los lentes. Entró en pánico y se los quitó rápidamente para asegurarse de que no los hubiera roto durante la noche, encontrándolos intactos.

Suspiro aliviado y se levantó de la cama escuchando su espalda crujir: ── Buenos días, Timo, ¿Cómo estás, papi? ¿Dormiste bien, eh? ──saludó alegremente acariciando al monito que feliz soltaba pequeños ruiditos casi como si estuviera respondiendole.

Fue entonces que su estómago hizo pequeños ruidos exigiendo ser alimentado, acarició su abdomen y fue hasta la mochila tirada sin cuidado junto a la puerta. Se agachó un poco para ver lo que había recolectado la tarde anterior. Relucientes lingotes de oro, hierro, pequeños rubíes color verde y celestes se asomaron rápidamente junto a algunos artefactos extraños que había encontrado. Una sonrisa se formó en su rostro, una vez más se sentía como un chico rico y que podía comprar las cosas que quisiera, aunque en realidad estuviera muy lejos de ser cierto.

Tomó las semillas de trigo y las patatas con pequeños brotes que le había dado Barca para que comenzará su propio huerto. También tomó en sus manos las pocas chuletas que le habían quedado de la tarde anterior y le dio una pequeña mordida para poder alimentarse.

Buscó con la mirada las bananas que había traído para Timo, encontrándolas en un bolsillo aparte en su enorme mochila, tomó una y se la cedió al monito, que, sin esperar mucho se la arrebató de las manos y quitó la cáscara para degustar la fruta.

Entre pequeñas risitas término las chuletas que tenía y recuperó su postura para salir con la idea de hacer su pequeña huerta frente a su hogar. Dejó las cosas que llevaba en manos sobre la mesa de trabajo que había dejado días atrás cerca de su casa e hizo una azada improvisada con un pequeño palo y una piedra afilada que había encontrado por ahí. Si la iba a usar un par de veces no creía necesario fabricar una y gastar materiales que le serían más necesarios en un futuro no muy lejano.

Comenzó a remover la tierra con ayuda de la azada, quitando las piedras impropias del suelo y creando pequeños surcos. Ahora entendía porque Pol siempre solía decirle que tener un huerto era un trabajo muy grande y agotador. Tan solo remover la tierra para quitar piedras y crear las pequeñas lomitas en las que irían sus futuros cultivos le estaba haciendo doler la espalda.

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⏰ Última actualización: Apr 11 ⏰

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