El tamaño si importa | 𝗝𝗟

11

— Entonces — prosiguió Jennie limpiándose las lágrimas — cuando creyó haber terminado conmigo se fue, me dejó sola e inconsciente en ese hotel, no volví a ser la misma desde entonces. El proceso de recuperación de mi cuerpo fue doloroso pero nadie podía sanarme aquí adentro — Dijo señalando su pecho. — Yo lo denuncié sin embargo él tenía influencias dijeron que no podía ser violación cuando ya había pasado antes con mi consentimiento, las marcas que él había dejado en mi cuerpo eran prueba de ello, él sólo pagó una multa y se fue como si nada hubiera pasado.

— Entiendo... y lo siento tanto — Lisa había apretado los puños y ojos, quería buscar a ese hombre y golpearle hasta que sus puños no pudieran más.

— Por eso puedes comprender ¿verdad?, no quiero amarrarte a mi, alguien rota e incompleta, abrazame esta noche y déjame mañana, busca a alguien que pueda ser tuya por completo, con quién si puedas hacer el amor.

Lisa arrugó el entrecejo pero le regalo una sonrisa.

— Jen, tonta, eres muy tonta pequeña, yo te quiero a ti y ya hemos hecho el amor muchas veces, hacer el amor no es sólo coito, no estoy diciendo que el coito no sea importante pero no necesito meterlo para venirme — le dijo lo último en un tono sugerente.

— Pervertida — le dijo Jennie sonriendo avergonzada. — muéstrame como te vienes sin meterlo.

Lisa se echó a reír descontroladamente

— ¿Quién es la pervertida ahora? Lo haré, muero por hacerlo, pero no ahora, descansa Jendeuk.

Lisa se levantó de la cama y apagó el foco de la habitación encendiendo después una pequeña lamparita.

— Hazlo — le pidió Jennie de nuevo en la oscuridad de la habitación sólo iluminada por el brillo amarillo.

— Tú realmente eres imposible — Lisa se acomodó encima de ella besándola con cariño, acarició su cuerpo con sus manos hasta colocarla en su cintura y con delicadeza le quitó los pantalones, se incorporó y se quitó los suyos propios, Jennie también empezó a desnudarse por completo y ayudó a Lisa con su blusa.

— No comas ansias — le dijo Lisa con un tono burlón al notar lo desesperada que actuaba la castaña.

— En verdad quiero hacerte sentir bien.

— Y lo harás — le aseguró Lisa. — ponte en cuatro.

Jennie algo nerviosa lo hizo.

— No te pongas nerviosa por favor, confía en mi.

— lo hago.

Lisa empezó amasando el trasero de la castaña con una mano mientras con la otra se aseguraba de endurecer su miembro.

— No te lo había dicho pero tienes un trasero muy bonito.

Jennie agradecía que estaban algo oscuro y ella en cuatro así Lisa no podía ver su rostro que estaba empezando a ponerse caliente.

Las manos de Lisa le acariciaban suavemente como si fuera a romperse o temiera lastimarla.

Definitivamente Lisa estaba en otro nivel.

Su cuerpo se tensó un poco cuando sintió el miembro de la pelinegra cerca de su intimidad sin embargo Lisa no entró sinó que empezó a frotarse entre sus nalgas y se sentía bien, su cuerpo estaba excitado y su propia intimidad rogaba por atención algo que Lisa entendió y la empezó a tocar con sus grandes manos sin dejar de frotarse contra su culo.

— ¿Sabes que es lo único malo de esto? — le preguntó Lisa en su oído. Jennie negó. — que en esta posición no puedo besarte, yo podría venirme sólo con besar tus suaves labios.

Jennie sonrió lleno de júbilo. La pelinegra siempre la hacía sentir bien.

Lisa le dió la vuelta hasta ponerla encima de ella, ahora sus intimidades se frotaban juntas en suaves y deliciosos movimientos.

— Ahora si puedo besarte — Lisa rápidamente la atrajo hacia su cuerpo para besarla primero suave y después más fogosamente donde sus lenguas parecían danzar.

Luego la pelinegra sujetó la cadera de la menor y comenzó un vaiven produciendo que sus intimidades rocen.

— Oh dios — Jennie hechó su cabeza hacia atrás gimiendo. — Ya.. casí.

— Si... Yo también...

— Ahh... Ah... Ah.

Jennie llevó sus manos hasta su boca para ahogar los gemidos de su orgasmo, su corazón latiendo fuertemente y sus muslos manchados de su líquido.

Lisa no estaba en mejores condiciones, jadeando roncamente y su pecho subiendo y bajando.

— Ves. Puedo venirme de sólo ver tu carita.

Jennie sonrío avergonzada y le dio un almohadazo

— No seas tan cursi, Manoban.