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— ¿Puedo quedarme a dormir contigo? — esta vez había sido Jennie quién había dado el primer paso ante la alegré mirada de Lisa

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— ¿Puedo quedarme a dormir contigo? — esta vez había sido Jennie quién había dado el primer paso ante la alegré mirada de Lisa.

Apenas entró a la habitación de Manoban se acostó y encendió el televisor, el contrario se le unió después abrazándola y acariciando su cabello tiernamente.

Después de unos minutos Jennie apagó el televisor y suspiró fuertemente, se acomodó para ver a Lisa a los ojos.

— Quiero contarte algo — le dijo apretando más el abrazo donde se encontraban.

— Sabes que no tienes que forzarte a hacerlo — le dijo la pelinegra acariciando su espalda suavemente.

— Pero quiero hacerlo.

— Entonces te escucharé sin juzgarte.

— Bueno... Sabes, yo era muy joven y muy estúpida también, yo salí con alguien un tiempo era un hombre mucho mayor que yo y me gustaba presumir.

Se calló al ver el silencio de Lisa pero al ver como ésta la miraba atentamente escuchándola prosiguió.

— Sonará estúpido pero amaba como las chicas me envidiaban por salir con él, al principio todo fue muy bien, más que bien, él me compraba cosas me invitaba a restaurantes lujosos, me llevaba de paseo en coche y era como vivir en un sueño, en esos momentos me sentía como la persona más afortunada del mundo. A él también le gustaba humillar, al principio el solía llamarme puta cuando lo hacíamos, él se excitaba al hacerlo de esa forma, yo he oído de personas a las que los insultos les parecen placenteros sin embargo a mi no me gustaban, pero no me quejaba cuando me llamaba puta, perra o zorra porque él me gustaba, así que sólo lo ignoraba. Después empezó a golpearme, me abofeteaba la cara o el trasero muy fuerte al punto de dejarme moretones, sabes, él era grande, en ese sentido, ¿Me entiendes, no?

Lisa asintió sin cambiar su rostro serio.

— Al principio fue bien, lo hacía suave y placentero pero cambió y había veces en los que no me preparaba ni dejaba que yo lo hiciera y dolía mucho, cuando se lo comenté a él no le importó al contrario empezó a hacerlo más fuerte y más doloroso, ya no sólo me pegaba sino que apretaba mi cuello, él tenía una manía por verme sufrir y llorar decía que le gustaba y excitaba mi rostro lloroso, pero yo tenía mucho miedo y quise dejarlo, él se enojó mucho cuando se lo dije.

Lisa notó cómo el cuerpo de la castaña empezaba a temblar y la abrazó más fuerte.

— Ese día no sólo me golpeó, también me violó e intentó matarme, yo no podía moverme, él me había golpeado muy fuerte, yo también lo golpeé pero no era tan fuerte entonces sólo deje de moverme y resistirme y él sólo estaba ahí violando mi cuerpo y ahorcándome con... sus... manos.

Jennie contuvo las lágrimas hasta que Lisa la abrazó más y le susurró al oído

— puedes llorar, yo estoy aquí, nunca voy a hacerte daño Jendeuk..

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El tamaño si importa | 𝗝𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora