epílogo

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Lisa tenía miedo de cagarla

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Lisa tenía miedo de cagarla. Jennie estaba confianda en ella, pero ella no tenía la confianza suficiente. ¿Y si perdía el control y jodía a la castaña?

No es que dudara de sus habilidades en el sexo, siempre había dejado satisfechas a sus amantes. Pero Jennie era diferente en todos los sentidos. Y había perdido práctica porque no había tenido sexo por más de un año.

Había estado en abstinencia por Jennie y aunque estaba algo emocionada por este día que Jennie había aceptado avanzar hasta el final no le importaría pasar otros dos años sin sexo si la castaña se lo pedía.

Terminó de enjuagarse la cara y se miró en el espejo, estaba nerviosa, se le notaba bastante, se secó con una toalla y salió del baño completamente desnuda.

Jennie estaba acostado en la cama también estaba desnuda y nerviosa por lo que iban a hacer.

Se acercó hasta ella y le dio un beso en la frente.

— ¿Estás segura?, No quiero obligarte a nada — Jennie sonrió y asintió — Perfecto.

Lisa le dio un beso en los labios delicadamente, se separó, la miró y volvió a besarla.

— Quiero.

— También — le respondió a Jennie mientras la recostaba en la cama y se colocaba entre sus delgadas y pálidas piernas.

La besó como solía hacerlo, con cariño, sus labios, su cuello y clavículas, Jennie se notaba más nerviosa que nunca, porque a pesar de que estaban haciendo lo mismo de siempre sabía que esta vez lo harían hasta el final, probablemente por esa razón su cuerpo temblaba bajo el suyo.

— Tranquila — besó su mano, después su pecho y se fue deslizando hasta su cintura. — No voy a hacerte daño.

— Lo sé — respondió Jennie, pero a pesar de eso su cuerpo estaba tenso y duro.

— Relajate, quiero que lo disfrutes — Jennie volvió a asentir — Flojita, flojita.

Alzó las caderas de la más baja mientras acariciaba sus piernas suavemente y de vez en cuando las apretaba entre sus grandes manos.

Le regaló una sonrisa y su cara se perdió entre las mejillas de su trasero.

El cuerpo de Jennie tembló, no, se retorció por el placer de los labios de Lisa en su entrada y fue peor cuando empezó a penetrarla con su lengua.

Todos sus sentidos explotaron, como si hubieran fuegos artificiales en el techo.

— Ahh... ahh... — Jennie llevo sus manos a la cabeza de Lisa dejando una mano en su cabello y con la otra empezó a tocarse los pechos — por dios Lisa.

La menor estuvo estimulandola por un largo tiempo, se alejó un poco sólo para mirar a Jennie.

— Se pondrá mejor — afirmó — Tú vas a hacerlo.

Jennie no entendió hasta que Lisa le dio la vuelta para dejarla encima de ella.

— Montame — ordenó, Jennie la miró nerviosa — Sólo lo que puedas tomar.

— No puedo.

— No, sí puedes estas lista, sólo hasta donde puedas.

Jennie asintió nerviosa, tomo el miembro de Lisa y lo alineó en su entrada.

Se empaló el mismo sin llegar hasta la base.

— Dios, es demasiado grueso — se quejó, no dolía mucho, lo normal pero sabía que aún faltaba más.

— Muévete ahora — Jennie lo hizo, despacio y con cuidado dejando escapar leves suspiros.

Subía y bajaba, sin darse cuenta cada vez tomaba más del miembro de la pelinegra.

Lisa acariciaba su cuerpo, sus pezones y besaba sus labios, con cariño tratando de distraerla lo más posible.

— Mgh.. — Jadeó Lisa, estar dentro de Jennie era la gloria por el simple hecho de ser la persona que quería, que amaba. — Falta poco.

Jennie se sonrojó más de lo que ya estaba, entendiendo, subió de nuevo y volvió a bajar esta vez llegando hasta la base.

Dios

— Bien — Esta vez Lisa se impulsó hacia arriba dispuesta a tomar el control del ritmo — Oh sí.. — gimió.

Jennie dejó escapar unas lágrimas silenciosas, por fin, por fin se había entregado a Lisa por completo y no importaba si dolía un poco, se sentía bien, se sentía placentero y se sentía feliz.

Ya no había recuerdos feos, sólo estaba Lisa diciéndole lo mucho que la amaba y Jennie sabía que podía creer en ella.

— Ahí — gimió cuando Lisa encontró su punto y empezó a mover sus caderas desesperada por más contacto en esa parte de su cuerpo.

Lisa de nuevo le dio la vuelta para quedar arriba de ella, acomodando las piernas delgadas en sus hombros, empezó de nuevo un vaivén más rápido.

— Ahhh... ahh.. Dios Manoban.

La castaña tomó sus pechos y empezó a tocarlos.

— Voy a venirme — jadeó Lisa, Jennie asintió corriéndose primero y apretando a la menor entre sus calientes barreras.

— Oh — Lisa cayó encima de ella con la respiración agitada. — Fue fantástico.

— Sí — aceptó la castaña —Tienes los 24 mejores centímetros que he visto, tomado y probado en mi vida.

Lisa sonrió ampliamente.

Lisa sonrió ampliamente

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