Cap 1

354 15 13
                                    


- ¿Has traído todo? - me preguntó el señor Reginal justo al entrar en la academia.

- Sí papá.

- No me llames así.

No le contesté. Mamá se ofreció a llevar mis maletas hasta la habitación, le dije que no se preocupara y que ya lo hacía yo.

Hacía mucho tiempo que no pisaba esa casa. Desde que era una niña, con 8 o quizás 9 años, ahora tenía 16. Como pasaba el tiempo. Me fui porque papá me apuntó a un internado en Alemania, nunca supe porque, pero por fin podía volver a mi casa. Había extrañado tanto a mis hermanos, a mamá, a Pogo y los poutines.

- Número 8, dúchate y baja para cenar. - me dijo papá.

Asentí y subí hasta la que era antiguamente mi habitación. Cuando iba a entrar la puerta de al lado se abrió.

- ¿Ocho?

- ¿Luther?

- ¡Ocho!

- ¡Luther!

Nos abrazamos, de verdad hacía tiempo que nos los veía, ni por una llamada habíamos hablado. Nos separamos y me fijé en lo alto que se había puesto.

- Papá nos dijo que vendrías, pero no que fuera hoy, ¿te quedas ya o te irás otra vez?

- No lo sé, de momento me quedo, pero según por donde le dé al viejo. - bromeé.

Hablamos un poco más y ahora sí entré a mi habitación. Todo estaba como lo había dejado. Los peluches encima de la cama, el escritorio desordenado y una pared de color rosa. Tendría que hacer un par de cambios.

 Me metí en la ducha y dejé correr el agua, en el internado teníamos dos minutos para bañarnos, cuatro si te ibas a lavar el pelo, y eso solo podías dos días a la semana, era asqueroso. Así que para rematar puse música y me puse a cantar.

Terminé y me puse el uniforme, me peiné y me puse los zapatos, también me puse unos pendientes/aretes/zarcillos, ya que en el internado no nos dejaban, y tuve que quitármelos.

Todavía faltaba para que fuera la hora de cenar así que decidí ir a la cocina a ver si me encontraba a alguno de mis hermanos.

Y acerté, porque allí estaban Diego y Ben.

- Hola. - saludé de casual. Ambos se miraron entre ellos.

- ¿Cuándo has venido? - preguntó Diego. Me acerqué a él y le di un beso en cada mejilla para saludar. - ¿Qué haces?

Me acordé de que eso no era típico allí.

- Perdón, la costumbre. - le contesté, riéndome un poco por la situación. - En Alemania se saluda con dos besos en las mejillas.

Los chicos también se rieron. Luego les conté lo mismo que me dijo a mi papá, que volvería a la academia por tiempo indefinido, es decir, que lo mismo volvería al internado o no.

- Que bueno que hayas venido, te habíamos extrañado. - me dijo Ben, mientras comía no se que cosa.

- Ya, yo también tenía ganas de volver. Y todavía no os he visto a todos, vine hace nada, ahora iré  darme otra vuelta.

- ¿Quién te queda? - preguntó Diego.

- Pues Allison, Klaus, Cinco y Vanya. - le contesté.

- Bueno cuando veas a Cinco dale los dos besos a propósito a ver que hace. - se rió Ben.

- Sí, no se las veces que ha dicho que la única que no era un incordio se tenía que haber ido. - le siguió Diego. - Es muy pesado.

- No digas eso. No es pesado, solo tiene razón, sois todos unos incordios. - lo defendí sonriéndo.

Mi amor perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora