Cap. 8 Parte. 2

47 5 0
                                    


Justo en el momento en que Nicolás abrió la puerta de su piso entré sin siquiera pararme a saludar. Me quedé parado en medio del salón, viendo como su novia y su cuñada se quedaban mirándome, dejando de lado los pintauñas.

- ¿Tienes prisa o algo? - Preguntó esta última.

Resoplé y me senté en el sillón al lado de ellas, que siguieron con lo suyo. Nicolás volvió con unas cervezas en la mano, me extendió una y acepté.

- Tengo que contaros una cosa. - Me levé la mano a la cara. Sabía exactamente cual sería la reacción de cada uno pero necesitaba ayuda.

- ¿Con lo que me contaste de Gisela? - Preguntó mi amigo.

- No, es sobre Ocho. - Esto pareció llamar la atención de las chicas.

- ¿Vas a admitir que estás loquito por ella? - Dijo Cristina, con tono de burla.

Aparté la mirada de ella y apreté la mandíbula, bebí de la cerveza y para cuando iba a contestar que sí ya estaba pletórica. Le dio un par de golpes a su hermana de la emoción, la cual se quejaba. Miré a mi Nicolás, pero solo miraba a su novia con una sonrisa. ¿Así me veía yo con Ocho? ¿En serio?

- A ver, mañana vamos al cine con Liam, y el sábado tenemos una... cita. - Les informé.

- ¿Pero no habéis tenido ya muchas citas? ¿Por qué estás así? - Quiso saber Cristina, sentándose.

- No, antes era en plan amigos, y ahora es en plan cita. - Expliqué gesticulando con las manos, intentando que lo entendiera. Pero al juzgar por su cara no.

- Antes era salida como las de nosotros. - Empezó a explicarle Nicolás. - Y esta es salida a ver si pasa algo.

- Uyyy. - Intervino Mharta. - A ver si pasa algo.

No me puse rojo porque es complicado en mi. Mientras los demás le reían la gracia solo pude tomar otro trago.

- Bueno eso, necesito que... eso. - No se pedir ayuda, ya lo sé.

- ¿Cómo? - Preguntaron al unísono las hermanas.

- Que quiere nuestra ayuda. No os enteráis de nada. - Por eso era mi mejor amigo.

- Haberlo dicho. - Mharta se puso de pie, acercándose a mi, cuando me enseñó un bote de pintauñas. - ¿Quieres?

- Voy a pasar. - Me negué al momento.


Se tomaron muy en serio la ayuda, porque una hora después ya estábamos en el centro comercial. Madre mía. No sabía donde me metía.

- ¿Mañana vais con el niño no? - Cristina por lo visto no se había enterado.

- Liam. - Le recalqué, soltándome de su agarre.

- Que es su sobrino tía, un poco de respeto. - Se metió Mharta.

- Ay perdón, no me vayas a pegar. - Contestó esta.

Sacudí la cabeza. ¿Cuánto le quedaba a Nicolás en el baño?

- Bueno a lo que iba. - Continuó la castaña. - Que aproveches para tontear con ella, y en la salida del sábado te declaras.

- ¿Tontear? - Levanté las cejas. - ¿Y qué le digo?

- Tú sabrás, ¿No estuvisteis juntos hace unos años? - Saltó Mharta.

- Sí, pero éramos adolescentes.

- ¿Y? ¿Cómo la enamoraste? - Quiso saber, aunque creo que más que un intento de ayudarme era un intento de saber chisme.

Me paré a pensar en todo ese tiempo.

- No lo sé. - Dije casi eclipsado.

- Muy bien hijo. - Ironizó Mharta. Fruncí el ceño y la miré mal, pero ya se había dado la vuelta a mi.

- No le hagas ni caso. Tú solo se tu mismo, dile algún cumplido y sonríele. Estoy segura de que le gustas también. - Informó la castaña.

- ¿Cómo estás tan segura si solo la has visto una vez? - Pregunté, aún con el ceño fruncido.

- Dos. - Recalcó. - El otro día me la crucé comprando y estuvimos hablando, y adivina que.

- Que.

- Me preguntó por ti.

- Sabe que somos amigos, os presenté yo, es de educación básica, no significa nada. - Expliqué, intentando no hacerme ilusiones yo tampoco.

- ¿Vamos? - Por fin Nicolás.

Estuvimos toda la tarde en aquel sitio. Y fue suficiente tiempo como para comprar la ropa que llevaría el sábado y saber que no iba a volver allí.





- PAPÁ. - Escuché a Liam gritar desde el otro lado de la mesa.

- No grites. - Le reñí.

- Es que no contestas. - Explicó con un puchero.

Estaba mirando en internet por si encontraba algún sitio libre para mi y poder trabajar, hasta ahora Ocho y yo estábamos en una cafetería cerca del piso, pero me no cobrábamos mucho, y me negaba a tener que irme del país. Ya habíamos echado raíces allí, así que necesitaría encontrar algo pronto.

- Perdona hijo. - Me disculpé. - ¿Qué querías?

Se sentó a mi lado, dejé el portátil a un lado y me lo subí a mis piernas, dejándolo frente a mi y rodeándolo con los brazos. Tenía la misma cara que su madre. Supe que algo no iba bien cuando empezó a jugar con el cuello de mi camiseta.

- ¿Ocurre algo? - Pregunté.

- Sí. - Contestó sin mirarme.

- ¿Qué pasa?

- Es que estoy preocupado por Ocho. - Explicó, ya mirándome y dejándose caer en mis piernas. - Porque si se echa novio nos abandonará, como lo hizo mamá.

No me esperaba eso, y al momento no supe que contestar. Le acaricié un poco suavemente por encima de su cabello peinándolo con una sonrisa forzada.

- Ocho no nos va a abandonar. Y tu madre no hizo eso, solo quería cumplir sus sueños. - Intenté tranquilizarlo con una verdad camuflada, todavía era pequeño. Aunque creía y esperaba que lo primero sí fuera una verdad absoluta.

- ¿Me lo prometes?

- Te lo prometo. Además, imagínate que luego tienen bebés, ¡tendrías primos! ¿No es genial? - Su cara pasó de una expresión triste a una de felicidad y euforia.

Se levanto del sofá y se corriendo hasta el pasillo. Me levanté detrás suya.

- ¡Liam! ¿A dónde vas con esas carreras? - Quise saber.

- ¡A preparar sus juguetes! - Gritó desde el interior de su cuarto, y no pude evitar soltar una carcajada. Esto tenía que contárselo a Ocho.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 17, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Mi amor perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora