Extra No1.

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—¿Cuándo te enteraste que tenías estos poderes?— Tenía genuina curiosidad por saber más de aquello que parecía sacado de un cuento —Nunca vi que te transformaras o hicieras cosas extrañas cuando éramos niños—.

—Yo me entere cuando se presento mi primer celo y supieron que era omega—. Comenzó a contar Lionel, que se encontraba abrazado al alfa, aun no querían llegar a la residencia de los Messi y despedirse, ahora que Lio se había abierto a contar aquella peculiaridad de su persona, las dudas no paraban de llegarle una a una a Memo.

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Amanecía apenas, los rayos del sol aun no daban del todo su esplendeor, apenas era visible y eso lo agradecía, se retorcia sobre sus sabanas, un agudo dolor en el vientre bajo agobiaba su cuerpo, tenía mucho calor y le era imposible ponerse en pie para pedir ayuda. 

Sus sentidos estaban más sensibles, podía percibir ahora las presencias de su casa, "Cafe, fresas, pino"  no sabía del todo que pensar, su cuerpo estaba más enfocado en aquel malestar como para prestar atención a aquellos aromas.

Otro quejido salió de sus labios, dolía, era muy molesto. Aún así, lo único que quería era dormir, a pesar de que había pasado su noche con normalidad, sentía que la única forma en que podría sentirse mejor era cerrando los ojos.

No supo cuando tiempo paso, pero su madre llegó corriendo con él, ninguno de sus hermanos entro al cuarto. Se había presentado como Omega.

Ahora su cuerpo era una mezcla de placer y dolor, era su primer celo, según le habían explicado, las primeras veces serían así, ya que se cuerpo estaba madurando, luego de un par de años serían solamente placer, un proceso duro pero inevitable, era muy extraño.

—Ya mi niño, pronto estará listo tu té y eso disminuirá el dolor—. Fue su madre quien le habló, amaba como podía sentir ahora el aroma de las feromonas de ambos, antes solo podía percibir que era dulce, al igual que su padre, pero ahora ya no habían barreras.

Ambos padres intentaban calmarlo con sus feromonas. Vigilaban su estadía y comodidad.

Después de tomar su té y caer nuevamente en el estupor del sueño, el aroma de su familia lo tranquilizaba.

Fuera de su casa, es encontraban varios alfas acechando aquel aroma que les atraía, buscaban con anhelo llegar hasta el causante de su deseo.

—Caballeros les exijo que se alejen—. Fueron las palabras que Maradona les daba a todos los alfas que se acercaban a la casa de su ahijado, nadie se atrevía a contradecir o retarlo, siempre que un Omega comenzaba su ciclo de celo, era quien ayudaba a las familias a tener a salvó a los jóvenes.  —Cuando el celo de Lionel termine pueden venir a cortejarlo si lo desean y el lo permite—.

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—Pero eso suena como un ciclo de celo normal, ¿No?— interrumpió Guillermo, mientras daba un beso leve en el cuello de Lionel, pronto su marca estaría allí, la sola idea le facina.

—Dejame terminar mi relato ¿si?— Los nervios se le crisparon al sentir esa caricia, hablar de su celo y luego sentir los cálidos labios del alfa sobre esa zona sensible lo iban a sacar de sus razocinio. Incluso de la felicidad dejo salir sus orejas. Aquello impresionó al alfa. 

—¿Puedes tenerlas aún en tu forma humana?—. No sé resistió la curiosidad por tocarlas —Eres tan adorable, toda una caja de sorpresas—.

—Ya ya deja allí bobo, luego de que termine te cuento lo demás—.
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Después de un par de horas más, sentía que su cuerpo estaba recuperándose de una forma bastante rápida, hasta donde había entendido el celo de los omegas duraba al rededor de cuatro días, unas dos o tres veces al año. No se había ido el libido, pero si aquel dolor tan molesto que había sentido.

El Pañuelo - MechoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora