Capítulo Cuatro.

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- ¿Cómo te llamas?.- Le preguntó a la morena luego de arrancarle la cinta adhesiva de la boca.

- ¡Maldito cerdo!.- La morena le escupió la cara.- ¡Sueltame!.- El viejo la tomó del cabello molesto.

- Te he hecho una pregunta.- Gruñó. La morena tenía la cara húmeda por las lágrimas y se removía en los brazos del hombre que la había levantado del piso.- Eres muy bonita...

- ¡Bastardo!.- Dalila cerró los ojos con fuerza cuando escuchó el golpe.

- ¡¿Cuál es tu maldito nombre?!.- A la morena le ardía la cara por la cachetada.

- Sara...- Susurró rendida. El viejo sonrió satisfecho.

- Llévala con el doctor.- Y se la llevaron.

Dalila escucho cada conversación que tuvo con cada chica y tembló de miedo con se vió sola con el viejo frente a ella.

- ¿Cómo te llamas?.

- Dalila...- Decidió cooperar para no salir lastimada como las otras chicas.- Déjeme ir, se lo supli...

- ¡Calla!. ¿Que edad tienes?.- Dalila temblaba como si fuera una gelatina, estaba de pie con un hombre detrás de ella y el viejo de frente.

- Diecisiete...

- Llévala con el medico, está de seguro es virgen, aunque igual no nos podemos fiar, ahorita salen tan putas.

- ¡No!.- El sujeto se la montó en el hombro como si no pesará nada y salió de ahí.- ¡Sueltame, maldito!. ¡Ah!.- El hombre le había dado una fuerte nalgada. Caminó por un pasillo y al final se detuvo frente a una puerta.

Adentro había una camilla y un hombre con una bata blanca.

- Quítale la falda.- Pidió el doctor, Dalila enloqueció al escuchar aquello, volvió a gritar.- Abra que drogarla. Agarrala con fuerza.

- ¡No, no, no!.- La abrazó con fuerza y vió como el doctor preparaba una jeringa para después acercarla a su piel.- ¡Sueltame!.- La jeringa perforó su piel, sintió como el líquido quemaba sus venas sintiéndose mareada de inmediato.- Suelte-teme...

- Así estará más ligera, ¿La llevaran a la mansión?.

- Si. Y si es virgen ya le tenemos un cliente.

- Sería un milagro, ninguna de las otras lo era.

Dalila apenas escuchaba, el mundo le daba vueltas, le costaba enfocar y las voces las oía lejanas aún cuando estaban muy cerca de ella. Sintió como le quitaron la falda y la ropa interior, sintió como le quitaban las sogas que tenía alrededor de los tobillos y le separaban las piernas. Queria gritar, pero su voz era apenas un susurro, además mover su cuerpo le era imposible, sentía el cuerpo muy pesado.

- Tengo buenas noticias.- Canturreó el doctor.

- Oh, el jefe estará feliz.

Dalila ya no escucho más, la oscuridad la arrastró a su mundo.

- ¡Hey!.- Sintió como le palmeaban las mejillas.- ¡Despierta, no tengo todo el día!.

Abrió los ojos, frente a ella estaba una mujer.

- ¿Dónde estoy?.- Susurró con la voz pastosa. La mujer la observó con lástima.

- En el infierno.- La levantó.- Vamos a bañarte.- Dalila apenas podía caminar, aún sentía los síntomas de la droga en su cuerpo. La llevaron a un bañito que estaba en el cuarto donde se encontraba.- Entra a la regadera.- El agua fría empapó su cuerpo, chilló.- Acostúmbrate.

Después de que se bañó la mujer le pasó un diminuto vestido negro. Ella lo miró reacia.

- Está muy corto.

- Tu falda era más corta.- Eso no era cierto, su falda llegaba un poco más abajo de los muslos.- Vístete.

Se quitó la toalla y bajo la impaciente mirada de la mujer se colocó el vestido.

- ¿Y la ropa interior?.

- No la necesitarás.- Le lanzó unos tacones del mismo color del vestido, sin embargo al ver qué se tambalea hizo que se los quitara y le dió unos botines. Luego la agarró del brazo para sacarla de allí, con dificultad Dalila la siguió por el largo pasillo hasta la salida del edificio.- Ya está lista.- Afuera las esperaba un carro negro con dos hombres musculosos.

- Vámonos entonces, Ratón ya está esperándola.

Le vendaron los ojos y la metieron en el auto. No supo cuánto tiempo se estuvieron moviendo, ella cálculo media hora pero le era difícil pensar con claridad. El auto se detuvo, a arrastra la hicieron caminar.

- ¿No es hermosa?.- Se escuchaba música a todo volumen.

- Lo es.- Escuchó pasos.- Nunca me decepcionas, Escorpión.- Sintió que le respiraron en la cara y tembló.- ¿Debo drogarla?.

- El doctor ya lo hizo, pero si quieres puedes darle algo.

- Perfecto, llevala a la habitación, voy enseguida.- Una vez más la hicieron caminar, está vez la hicieron subir por unas escaleras para después  encerrarla en una habitación.

Se quitó la venda de los ojos. Estaba en un cuarto diminuto, no tenía ventanas y estaba oscuro. Con torpeza camino hasta la puerta golpeándola, no obstante no tenía fuerza para golpearla cómo verdaderamente hubiera querido. Se sentía débil. Escucho pasos, se alejó de la puerta llorando.

- Espero que realmente sea virgen. Pague una fortuna por ella.- Una vez más recorrió el cuarto buscando algo con que defenderse pero solo había una cama en medio del cuarto. La puerta de abrió y vió a un hombre de aproximadamente cincuenta años entrar, era gordo con una enorme panza.

- Alejese...- Le costaba hablar, sentía la lengua un poco dormida.

- Ven aquí.- El viejo avanzó por el cuarto sentándose en la cama.- ¡Ven!.

Dalila tembló.

- Por fa-favor...

-¡Que vengas aquí!.- Brinco sintiendo los vellos de su piel erizarse, estaba recostada en un  rincón del cuarto. El viejo al ver qué no obedecía se puso en pie y en grandes zancadas se colocó frente a la chica temblorosa.- Te daré una lección.

La tomó del cabello.

- Sueltame.- Gimió del dolor, el viejo la arrastró por el pelo y la aventó a la cama.- No...- Ratón se colocó sobre ella mirándola con deseo y lujuria.

- Me divertire.- Aseguró. Dalila en un rápido movimiento levantó las manos arañando la cara del viejo.- ¡Hija de puta!.- Le agarró las muñecas colocándolas encima la cabeza de ella. Con la otra mano la abofeteó.- Perra de mierda.

Le arrancó el vestido jadeando al ver qué la muchacha no tenía ropa interior. Acercó su boca a los pechos de la niña y los mordió haciéndola gritar. Él rió emocionado. Con las uñas arañó su pequeño cuerpo y con la boca le mordía la piel.

- No, porfavor...- Lloriqueaba, sin embargo más allá de molestarlo, el viejo disfrutaba cómo la muchacha intentaba quitárselo de encima y suplicaba que parase.- No lo haga.

El viejo enterró dos de sus dedos en el interior de la joven, haciéndola gritar.

- Eso grita, no sabes cómo me pone.- El rostro de Dalila estaba bañado en lágrimas, era su fin, ella lo sabía.

Ratón se desabrochó el pantalón con una mano liberando su hombría, separó las piernas de la muchacha con la rodilla y la penetró con fuerza. Dalila gritó cerrando los ojos con fuerza ante el horrible dolor que estaba experimentando y aunque pataleo y gritó el hombre era más fuerte que ella y no pudo liberarse.

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