Capítulo Tres.

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De pronto Maria levantó su rodilla clavandola en la entrepierna de su raptor y salió corriendo, Dalila quiso hacer algo para safarse  pero el hombre la jaló y la pegó a ella. Maria no había alcanzado ni dos metros cuando el hombre ya la tenía tomada del pelo.

- ¿A dónde crees que ibas, pedazo de zorra?.

- ¡Sueltame!, ¡AYUDA!.- El hombre soltó una carcajada y la hizo caminar.

- ¿Por qué hacen estos?.- A ese punto ya Dalila estaba llorando, tenía mucho miedo.

- Métela ya a la camioneta.- Gruñó el sujeto que sostenía a María.

Dalila abrió los ojos de par en par a ver las intenciones del hombre y empezó a forcejear aún sintiendo el brazo del hombre detrás de ella hacerle presión en su cuello.

- ¡No, no, no!, ¡Detente!. ¡AYUDA!.- Pero era inútil, el hombre era más fuerte que ella y la presión en su cuello la estaba dejando sin aire.

La arrastraron a la van y la tiraron dentro, intento levantarse y tratar de salir, sin embargo midiendo sus intenciones su agresor se montó sobre ella.

- ¡Quítate de encima!. - Chilló llorando, su cuerpo temblaba.

- ¡Joder, águila, apúrate!.- El otro hombre empezó a caminar mientras arrastraba a María y esta gritaba.

- ¡AYUDA, POR FAVOR!. No nos hagas esto...- Maria volvió a soltarse y corrió , el hombre ya cansado levantó su arma y apuntó a María.

- Ni modo, Solo será una.- Dalila intento quitarse de encima al sujeto, este pesaba mucho.

- ¡No, MARIA...!.- El sonido del arma la hizo callarse, el cuerpo de María calló al piso. Dalila empezó a llorar.- ¡ESTAN LOCOS!. ¡MARIA!.- El cuerpo inerte de María estaba a tres metros, de espalda sobre el asfalto, un charco de sangre se empezaba a formar alrededor.- María...

- Está muerta.- El sujeto que le disparó a María se subió en la van.- Vamonos. Estás han echo alboroto.- Le lanzó un frasco al raptor de Dalila.- Duermela.

Dalila empezó a negar asustada cuando vió como el hombre empapaba un pañuelo con el líquido del frasco.

- Por fa-favor suel-teme.- Le dolía la garganta de tanto gritar. La tomaron del cabello.- No, no ha-gan es-esto...

El pañuelo fue a parar en su nariz y aunque pataleo y gritó el hombre era más fuerte, sintió su cuerpo débil y un profundo sueño la arrastró a la oscuridad.

En otro lugar, a eso de la cinco de la mañana, dos oficiales se detuvieron frente a una casa rosada, tocaron el timbre y esperaron a que les abrieran la puerta, el hombre de la familia que ya estaba levantando tomando café miró su reloj y frunció el entrecejo, se acercó a la puerta y abrió para encontrarse a dos hombre uniformados.

- ¿En qué puedo ayudarles?.- Preguntó confundido. Los oficiales se miraron entre si.

- ¿Es el padre de María García?.- Él asintió.- Hemos conseguido el auto de la señorita García...

- ¿Que sucede?.- La madre de María venía bajando las escaleras.- ¿Marco, que hacen estos hombres aquí?.

- Han dicho que han encontrado el auto de Mari.

- Imposible, mi hija está en su cuarto durmiendo.- La mujer se cruzó de brazos.

- Señores su hija está muerta.- Sofía se  sintió mareada.

-¡Esta loco!.- Sofía subió las escaleras rumbo al cuarto de su hija.- ¡Maria abre la puerta!.- Nadie respondió.- ¡Maria!.- Corrió hasta su cuarto para buscar las llaves de respuesto y regreso a la habitación de su hija. Abrió. No había nadie.- No, no, no. ¡No!.

Bajó las escaleras y miró a su esposo con pánico en los ojos, su esposo tenía unas fotos en las mano.

- Sofía...

- No te atrevas...

Después de eso todo fue un caos, la mujer gritaba y lloraba. Maria estaba muerta y todavía nadie sabía que Dalila no estaba en su habitación.

Le dolía la cabeza y el cuerpo también, abrió los ojos y miró a su alrededor, no sabía dónde estaba, su espalda estaba apoyada en una pared metálica, estaban en movimiento, un camión de carga, pensó. Recorrió el sitio con la mirada encontrándose con un par de cajas, además de que no estaba sóla, cuatro chicas estaban frente a ella con las piernas y manos atacadas, también tenían la boca tapada con cinta adhesiva, entonces fue cuando se dió cuenta que ella estaba igual que ellas. Empezó a llorar. Tres de las chicas estaban inconciente y la otra la mirada con lágrimas en los ojos. Dalila volvió a mirar el depósito pero no encontró nada con que pudiera soltar las sogas, solo habían cajas de madera. Tenía miedo, estaba horrorizada más bien, de pronto recordó a María y el trágico final que había tenido, ella podría terminar igual. Deseaba estar en casa, bajó sus cobijas y que todo aquello fuera tan solo una mal sueño.

El camión se detuvo después de un par de horas y escucharon pasos acercándose, sus raptores abriendo las puertas y las chicas cerraron los ojos ante la luz de afuera. Seis hombres las observaban.

- Bajenlas.- Indicó uno mientras se apartaba para darle espacio a los otros.

Los secuestradores se subieron y cada uno tomó a una chica. Dalila empezó a llorar mientras se removía en los brazos de su raptor.

- Quedate quieta si no quieres que vuelva a dormirte.- La joven reconoció esa voz, era el que la había raptado. Era un hombre musculoso, calvo, con una cicatriz en la mejilla. Dalila ignorando las palabras de advertencia siguió tratando de liberarse de las manos del hombre.- Maldita sea, deja de moverte.- La tomó del cabello y la abofeteó.

- No le marques la cara.

Vió como las otras chicas que estaban aún inconcientes eran cargadas como saco de papas y eran llevadas al interior de un edificio que parecía estar a punto de derrumbarse, la morena que la estaba mirandola lloraba. El hombre tomó a Dalila y se la puso en el hombro mientras empezaba a adentrarse en el edificio. La muchacha soltó un jadeo que fue retenido por la cinta adhesiva en su boca.

La fachada del edificio eran asquerosa, las paredes que antes eran blancas, ahora estaban de un color marrón, sin embargo el interior estaba más presentable. Las llevaron a una habitación grande donde las esperaba un hombre panzón de unos cincuenta años que además era el líder de todo aquello.

- Estás son más bonitas que las anteriores.- La voz del viejo era aspera. Las recorrió con la mirada una por una hasta detenerse en ella que era la última de la fila.- Nuestras bellas durmientes ya están despertando.- Se burló viendo a las otras chicas despertando en el suelo donde las habían tirado.

- Tuvimos un percance con una.- María vino de inmediato a la cabeza de Dalila.- Tuvimos que dispararle.- El viejo arrugó la cara con asco.

- Que más da. Tenemos veinte.- Habían más, pensó la chica.

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