Capitulo siete.

50 2 0
                                    

Ya había perdido la noción del tiempo, realmente no sabía cuánto tiempo llevaba en ese lugar, sentía que habían pasado años, pero muy en su interior sabía que no llevaba mucho tiempo.

Los días se sentían como una eternidad.

En el tiempo que llevaba en ese horrible lugar ya habían muerto diez chicas, las cuales eran reemplazadas a los días siguiente, simplemente eran tratadas como juguetes, una vez dañadas eran reemplazadas por otras nuevas.

Con el tiempo había aprendido que luchar solo era perder energía, que llorar solo lograba excitar a sus depredadores, que quejarse solo ocasionaba morados en la piel, con el tiempo aprendió que debía actuar como una muñeca, dejarse hacer, eso facilitaba todo.

Se miró en el espejo y no se reconoció. Había cambiado mucho con el pasar del tiempo. Ya no estaba ese brillo en su mirada, incluso su cabello había perdido ese brillo único, su cabellera cobre parecía la peluca de una muñeca vieja, bajo sus ojos había una mancha oscura, ahora estaba más delgada, sus pronunciados pómulos eran una muestra de ellos, sin embargo el excesivo maquillaje lograba ocultar todas esas imperfecciones.

Apartó la vista del pequeño espejo, horrorizada por su reflejo, ya no era ella,  no era esa jovencita sonriente, ya no quedaba ni un poco de la antigua Dalila, ya no había rastro de lo que era antes.

Escuchó pasos acercarse. Cerró los ojos y suspiro justo antes de que la puerta se abriera.

- Andando.

Anhelaba un abrazo de su madre, escuchar su voz, oír a su padre cantar, anhelaba la calidez de su casa, la suavidad de su cama. Anhelaba que alguien la rescatara.

Siguió a escorpión hasta la tarima, dónde estaban todas la chicas en filas. Algunas lloraban, las nuevas más que todo, y otras como ella, que se habían resignado solo aceptaban la droga que les ofrecían y se dejaban hacer. La droga calmaba el dolor, la droga ayudaba a olvidar todo a su alrededor, la droga era un excelente amortiguador.

Aceptó la jeringa y ella misma se la coloco en la vena. Su brazo estaba lleno de picaduras por la aguja de la jeringa pero ya nada le importaba. Cerró los ojos cuando sintió el líquido entrar en su sistema y al abrir los ojos el mundo voló.

Cómo todas las noches, había una fiesta. Las luces alumbraban en todos los colores. Los hombres iban y venían, se acercaban a la tarima e inspeccionaban  chica por chica, veian cuál les gustaba más para apostar. Jóvenes, adultos, viejos, habían de todas las edades, incluso niños que venían con sus papás.

Las luces se encendieron dando por inicio las subastas.

El sujeto de siempre empezó a hablar por el micrófono. Era el anfitrión, aquel que la recibió el primer día.

- ¡Muy buenas noches!. - Vociferó alegre el anfitrión, o como ellas les llamaban; el verdugo, ninguna sabía su nombre, por eso le llamaban asi.- Hoy es una noche muy especial. Les tenemos tres vírgenes.

Dalila sintió un escalofrío, horribles recuerdos llegaron a ella. Por otro lados tres chicas empezaron a chillar.

Los depredadores, como le llamaba Dalila en su cabeza, empezaron a gritar emocionados, parecían extasiados.

- ¡¿Quién quiere tener una buena noche hoy?!.- El lugar se lleno de aullidos, parecían perros hambrientos, aunque a decir verdad era eso lo que eran exactamente.

El mundo de Dalila daba vueltas, veía todo muy lejano, sus sentidos en cierto modo no estaban coordinando. Las luces parpadeante la cegaban un poco, la bulla la tenía aturdida un poco, pero ya estaba acostumbrada a esa sensación, esa  sensación abrumadora que embargaba su cuerpo y la hacía sentir sorpredentemente más ligera.

El verdugo empezó la subasta con una chica de aproximadamente la edad de Dalila. Era pequeña, su cabello era color negro y corto a la altura de los hombros, su piel era trigueña, su ojos color café, la chica temblaba a más no poder, parecía una gelatina andante, estaba enfundada en un cortísimo vestido dorado.

- Aquí tenemos a esta hermosa trigueña.- Decía el hombre sonriente.- La primera virgen de la noche.

Los depredadores empezaron a gritar grandes cantidades de dinero, porque si algo habia en ese lugar era gente adinerada que no le importaba gastar dinero por un "buen rato".

Un hombre delgado con barba al estilo hippie fue quien logro quedarse con la chica, subió a la tarima feliz y tomo a la chica del brazo, esta se tambaleó y se dejó llevar por el tipo.

La siguiente fue una chica de pelo rubio y ojos color grises, parecía un angel, o quizás ya Dalila estaba delirando, a veces le pasaba, la piel de la muchacha era muy blanca y Dalila se preguntó cómo encontraban chicas tan lindas. La chica rubia también era virgen y parecía ser muy joven.  A ella se la llevó un viejo muy gordo.

La siguiente fue una morena de ojos avellana, a los ojos de Dalila le pareció muy exótica, era muy morena, demasiado pero eso no le quitaba belleza, al contrario la hacía más hermosa. A ella la ganó un tipo joven.

Cuando no quedaron vírgenes en la tarima, comenzó la subasta con las restantes. Dalila espero callada a que llegara su turno. Finalmente un hombre de apariencia robusta logró quedarse con ella. El sujeto subió a la tarima sonriente y tomo a la muchacha del brazo, ella se dejó llevar, anduvo detrás de él hasta las habitaciones.

Al entrar se detuvo frente a la cama, el hombre se quitaba la ropa con rapidez y Dalila lo imitó con lentitud.

- Ven, preciosa.- Como un buen juguete ella se dejó hacer. - Así me gusta, obediente.

Dalila ya no luchaba, Dalila ya se había dado por vencida.

Raptada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora