CAPITULO 8: QUIMICAS DIFERENTES.

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QUIMICAS DIFERENTES.

OFELIA.

El sonido troquelado del cierre zumbo bajo mis dedos, acomodando dentro del bolso deportivo el maletín. Este había dejado un escaso estrecho donde supe ubicar las demás herramientas necesarias.

Llene de aire mis pulmones parándome enfrente del espejo que surcaba de una de las puertas de mi armario. La cabeza me pesaba descomunalmente, como si cargara una vincha de rocas. Solo que no eran rocas, si no, una intensa concentración de pensamientos. Comencé a vestirme para la ocasión, intentando ignorarlos. Polera con cuello, chaleco de manga corta, y un jean negro. El único color que hace pasar desapercibido a cualquiera por la noche.

Ajuste con solidez las agujetas de mis borcegos mientras relataba cada movimiento pensado. Una sensación vacilante afectaba mi cuerpo, con un peligroso temblor. Como un fantasma que se movía sin sonido alguno, tome una soga de la caja metálica de mantenimiento, ya que esa sería mi salida.

Mis ojos escanearon veloces ante un posible ancla, un brillo color plata resalto frente a mi como un cartel verde flúor que hay a la salida de cualquier lugar. Un fierro incrustado a la pared que había quedado de una vieja decoración infantil.  Envolví la punta trenzada, aferrándola con nudos y vueltas que había aprendido en el pasado. Asegure estabilidad, trazaron varios nudos a lo largo del liso tramo.

A modo de prueba, di tirones secos confirmando su efectividad. No me apetecía romperme algún hueso al momento de bajar. Abrí la ventana que daba hacia la calle, y liberé la soga. Esta se desenvolvió tocando el pastizal del jardín.

Alce la manija negra, posicionándola en mi hombro. Su peso fastidioso, hundía mi hombro con molestia. El abismo se presentaba debajo mío, aguardando por mí, bajo la oscuridad misteriosa de la noche. Me tome un tiempo para pensar, había algo que mi mente olvida. La imagen salto en mi cabeza, segundo después. Retrocedí para tomarlo, aun lo haya planeado meticulosamente, siempre existen fallas.

Contemplé el vecindario, ladeando la cabeza profundizando el vistazo. Todos en algún momento, estuvimos interesados por lo que hacia nuestro vecino. Y no podía correr el riesgo de ser vista. Sin embargo, cada vidrio permanecía oscuro desde el interior. Coloque mis rodillas en el marco, con el corazón martillándome el pecho, deslice mis pies hasta que estos hicieron tope en el primer nudo.

Respire con alivio al volver a sentir el peso de mi cuerpo, al aterrizar sobre el suelo. Oculte el otro extremo de la soga en un pequeño arbusto que había en el patio delantero. Tape mi cabeza con la capucha, e inicie mi camino siendo media noche.

Mis pasos se rentalizaron con la llegara al lugar. Aguarde paciente; bajo la penumbra que formaban la sombra de las monstruosas casas, al circuito de rotación de una de las cámaras que había en un farol de luz. El foco del monitor se desvía hacia el otro lado, entonces corrí. 

Del lado derecho del edificio simple, se ubicaba las puertas de salida de emergencia del club. Estaba bloqueadas; ligadas a un candado que supuse que no podría abrir con un simple alambre. Dispuesta, extraje la Napoleón que empaqué para cortar con precisión el aro del candado.

Los círculos de hierros tronaron todo juntos al tocar el pavimento, mis ojos subieron ansiosos intentando identificar algún movimiento. Nadie pareció escucharme, desnudé mi cabeza de la capucha, hundí mi mano en el bolsillo para encubrir mi identidad con lo que había reclutado a ultimo momento. Introduje mis botas con unas medias esterilizadas desechables, antes de entrar.

Camino a la cocina, el pasamontaña me generaba comezón, e incrementaba la temperatura de mi cuerpo. El lugar era friolento y su melodía era las gotas de agua que perdía el grifo. Mi mano vacilo por un momento, al tomar el picaporte. Desde que había dejado mi casa, no conseguía tranquilizar mis pulsaciones.

INSTINTO ANIMAL ©️ [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora