#1 Roots

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#1 Raíces                    //G.A.S//

Meses antes...

Noelle Dawson, subió los tres escalones que daban a la puerta azul de la oficina de correos. De inmediato, al cruzar la puerta, sonó una campana indicando que alguien acababa de entrar. Ella.

Scotland, la hija de los dueños, se encontraba tras el mostrador. Cuando eran pequeñas solían llevarse muy bien. Pero todo cambió cuando ella empezó a actuar de forma extraña, sobre todo cuando se trataba de Noelle. Al entrar a la academia, se habían separado de una forma muy extraña y discreta, como dos imanes del mismo polo que se acercan pero, luego se repelen. Noelle ni siquiera recordaba el momento exacto en el que había pasado.

Hola. Noelle apoyó los codos sobre el mostrador y se rascó la sien incómoda.Vengo a recoger el envío de Grant Dawson.

Era principio de mes, y como todos los meses anteriores, Noelle recibía un paquete de parte de su padre. Normalmente eran característicos de las zonas por las que pasaba durante su viaje, como ...COSAS..., botas de cuero con estampado brogue; y libros. Sobretodo libros.

Scotland le recibió con una amplia sonrisa. Noelle se la devolvió, pero dado a que no habían hablado desde hacía mucho tiempo, resultó siendo bastante cortante. No pretendía ser grosera.

−Claro. –señaló con el dedo en una libreta de forrada de cuero. −Grant Dawson. Llegó justo esta mañana. −se dirigió a la trastienda con la mirada perdida y se sacudió el pelirrojo cabello, seguramente pensando en dónde lo habría puesto.

Noelle estuvo observando el pequeño espacio de la sala. Olía humedad. Las paredes habían sido recién pintadas y el olor le escocía en la nariz. Era un verde agua refulgente que ayudaba a adaptar los tiestos de plantas de plástico del pasillo hacia el almacén. Tras el otro extremo del mostrador se encontraban numerosas cajas de varios tamaños apiladas al final de la estancia, con etiquetas en las que ponía: "Frágil", en rojo y con letras mayúsculas.

La campana tintineó de nuevo. Esta vez, entró un chico.

Llevaba un abrigo impermeable sobre una sudadera gris con las mangas remangadas, y irremediablemente lo primero que resaltó en los ojos de Noelle fue el tatuaje que tenía en el brazo izquierdo. Una especie de dibujo geométrico desde la punta de su dedo índice hasta donde alcanzaba a ver, al final de la manga de su chaqueta. Parecía la cola de un reptil, hecha de escamas metálicas y puntiagudas.

Se deshizo de la capucha que le cubría la cabeza y se peinó el alborotado pelo castaño con una mano. Sin el cobijo de la capucha su apariencia se vio más relajada y suave. Sus pómulos reflejaban el cambio de temperatura desde el frío de las calles de South Byen, hasta la agradable calidez de la oficina.

Se sacudió unas gotas de agua del abrigo y rebuscó en varios bolsillos antes de sacar su teléfono, con aire despreocupado.

En unos últimos pensamientos a Noelle le vino a la cabeza Angee, su mejor amiga; y las veces en las que habían tenido que salir corriendo cuando intentaba sacarles fotos a todos los chicos guapos que veía, con tan mala suerte, y como había pasado antes, que el flash estuviera encendido.

"Sí, en este caso tendríamos que salir corriendo."

Le sonaba su cara. Pero no era de South Byen; eso lo sabía con certeza. La comunidad Ulv estaba compuesta por un escaso número de habitantes y a ese chico nunca le había visto antes por aquí.

"Si no vive aquí, ¿por qué acude a esta oficina de correos? Esta no es la única de la ciudad.", pensó Noelle.

El chico le brindó una mirada de dos segundos mientras caminaba hacia el otro lado del mostrador, hasta que volvió a concentrarse en su teléfono móvil. Luego, como reaccionando a un chasquido de dedos levantó una mirada flechada de extrañeza y confusión para destinarla a todos los rincones de la sala, como si estuviera buscando algo.

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