Tus peores momentos

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Preocupación.

Una sensación desagradable.

No quería dejar que sus pensamientos tomaran control de su persona. Tenía que ser razonable, como siempre lo ha sido.

Pero...

Una vez más se detuvo a las afueras de la ciudad. Estaba un poco exhausto; no le importaba en lo absoluto. Era la segunda vuelta que daba a Liyue; volteaba a todos lados, cada rincón. Sus orbes ámbar se movían con rapidez, tratando de hallar una pista, un indicio, algo que lo ayudara a descubrir su paradero. De verdad estaba preocupado. Por poco sentía que aquel carácter inquebrantable caía a pedazos.

No era momento de enfocarse en cosas así.

Tomó un tiempo para detenerse. Ocupó asiento en el césped, su vista puesta en el horizonte, sin verlo realmente. Llevaban tiempo juntos, por supuesto que debía tener una idea sobre su localización. Sólo tenía que pensar, ponerse en sus zapatos.

¿A dónde vas cuando sientes el mundo encima de ti? Apenas puedes respirar y te sientes tan vacío, que ni siquiera te importa saber lo que te pasa. Cuando crees que has tenido suficiente, y decides no hacer nada al respecto. Sólo existes, sin ningún punto.

Enseguida su expresión cambió. No podía creer lo estúpido que había sido al no pensar en aquello de primera instancia. De todas formas, era irrelevante a estas alturas.

Tenía algo que hacer.

En un abrir y cerrar de ojos, arribó a aquel lugar. Pronto, pequeños copos de nieve caían sobre su cabello y saco. La sensación de la nieve bajo la suela de sus zapatos era extraña. Decidió no darle muchas vueltas al asunto y emprendió su andar, buscando por los alrededores de Espinadragón. La adversidad del clima hacia de su cometido, uno complicado. Pero no se dio por vencido.

Continuó caminando a pasos firmes por otro rato más. Justo cuando empezaba a sospechar que se había equivocado, divisó aquella silueta a lo lejos. Instantáneamente su expresión se apaciguó y su lado más protector salió a flote.

De forma lenta, recorrió la distancia que los separaba. Se acercó con sutileza a la par que se colocaba en cuclillas justo al lado del contrario. Este último se encontraba sentado en la nieve; su espalda estaba recargada en un tronco, sus piernas dobladas contra su pecho y sus brazos abrazando las mismas, mientras su cabeza estaba enterrada entre ambas. Apenas se podía percibir su anaranjado cabello. Incluso el ambiente estaba escaso de energía. Apagado, sin ganas ni razón.

Zhongli optó por sentarse en silencio al lado del joven. Posteriormente, llevó su mano izquierda a la cabeza ajena. Pasó lentamente sus dedos por sus mechones pelirrojos, tratando de transmitir todo su amor. Deslizaba las yemas de sus dedos sin prisa, disfrutando de lo suave y esponjoso que se sentía.

—Childe —lo llamó en voz baja.

Sabía que lo había oído.

No dijo nada cuando no recibió respuesta.

—Sé lo que pasó —habló con el tono más comprensivo que podría brindar—. Entiendo que estás pasando por un momento difícil, por eso estoy aquí —tomó aire y sonrió con dulzura—. Te prometí que siempre estaría para ti, y así lo sostengo.

Nada.

Era normal. Lo entendía y lo respetaba. Tampoco estaba ahí para obligarlo a sentirse incómodo y compartirle todo sin reservas. Aquel joven de visión hydro libraba su propia batalla como podía. No obstante, ahí estaba. Aunque no lo escuchara salir de sus labios, sabía que su presencia hacia más ameno su pesar. No tenía que enfrentarlo todo él sólo; al menos no cuando lo tenía para apoyarlo.

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⏰ Última actualización: Mar 17, 2023 ⏰

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