Capítulo №43

340 38 14
                                    

Siento que la carne en cualquier momento se cortará, arde, y no por calor, más bien por frío. El agua golpea sin clemencia, helada, afilada y dispuesta a matar. Esto es lo único que apaga mi consciencia, es lo único que hace que no me quite la vida, siento tanto asco de mí mismo, de la clase de ser desagradable en el que me convertí.
No quería llegar a esto, es más, creí que lo había superado, pero no, seguía ahí. Maldita sea. Quiero librarme de esto, quiero ser libre, estoy tan cansado... Y me duele, ver esos ojos tiernos llenos de lágrimas, tristes y cansados. Ella no merece eso, yo no la merezco. Nunca lo hice.

—Detesto ser yo y tener que pelear conmigo mismo por ti, castaña —murmuro intentando disculparme aunque no me oiga—. Lo siento tanto...

¿De qué me sirve llorar?¿Seré mejor persona?¿Cómo pude hacerle eso?¿Cómo dejé que el monstruo que llevo dentro me domine?¿Cómo pude hacerlo una vez más? Su llanto no cesa, a pesar del ruido del agua cayendo, la oigo. Su voz arde y muere lentamente, quiero salir de aquí y decirle que la amo, que todo estará bien y que no quiero que sufra, pero siento que no tengo derecho de hacerlo. Hay algo que no me deja. Lo he arruinado, he lastimado a la única persona que me amó con todos mis defectos e imperfecciones. La culpa de todo siempre fue mía.

Aún sigue ahí, agotando hasta la última gota de orgullo y amor propio, mostrándome que valgo más que cualquier cosa para ella, y recibe una bofetada en respuesta. Los flashes se hacen presentes, ya no es «Ethan» lo que escucho, sino «Alexis», y no es Julieta, sino mi madre, rogándole a mi padre que no se vaya. Se oye de la misma manera. No quiero ser él, pero ¿por qué me siento como él?

Estoy temblando, y tengo tantas alucinaciones que no distingo nada. Y las malditas sirenas de la ambulancia no dejan de sonar, se han grabado en mi memoria, el frío en los pies, la sangre, nuestro rostro ardiente de tanto llorar, la madrugada, las luces de la policía, el hospital, los doctores.
Sharon. Sharon aparece frente a mí, la luz la hace ver como un ángel, pero no es esa pequeña de seis años que cargué y protegí, es una mujer, y es ella quien ahora me protege. Me habla con desespero, cierra la ducha y me toma por los hombros, está aquí, ahora.

—¡Ethan! ¿Me escuchas?

No contesto, no entiendo nada, sólo veo a un tipo entrar al baño y traer toallas, él es quien me toma por los hombros y me ayuda a poner de pie. Mis piernas no responden por el frío. Me cubren y sacan del baño, hablan, están alterados, pero me ayudan a llegar a mi habitación y hacen que tome asiento en la cama donde me arropo con las toallas. Sharon se arrodilla frente a mí y me sujeta el rostro entre ambas manos, llora. ¿Por qué llora?

—Ethan... —susurra con desespero y mueve mi rostro.

Ya oigo mejor, estoy menos aturdido, pero algo que noto es que el sonido de las sirenas sigue. Se oye real.

—Sharon... —Me quejo, tengo la voz rasposa—. ¿Te lo dijo? ¿Hablaste con él?

—Sí. ¿Pero qué sucedió ahora?

Asiento y tomo aire.

—Julieta —suelto sintiendo dolor de sólo nombrarla—. Debo ir con Julieta...

No sé dónde estará, ni cuánto tiempo ha pasado.

—Et —llama mi atención—: July se fue en una ambulancia...

—¿Qué? —La corto.

—Cuando llegaba a casa y salía del ascensor, la encontré en las escaleras —explica con rapidez—, se ha caído, estaba desorientada, no sabe cómo se cayó...

No la dejo terminar, con toda la dificultad, me pongo de pie y tomo unos bóxer, pantalón deportivo y sudadera. Mis dedos entumecidos no me dejan ponerme bien la ropa, me tambaleo hacia los costados y cuanto más intento apresurarme es peor. Al ponerme el pantalón termino por caerme al suelo, la humedad de mis piernas hace que la ropa se pegue.

Castigo Caos#2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora