Something About Us

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La noche cayó de un momento a otro, acompañada de una ligera llovizna y un aura refrescante.

Luego de esa tarde en donde los sentimientos de ambos habían aflorado por completo, sentían un sabor amargo gracias a la presencia de ese deseo incumplido de tocarse y conectar profundamente en todos los aspectos posibles.

La cena transcurría tranquilamente. Los demás participantes estaban concentrados en sus propias charlas, mientras que los dos jóvenes se encontraban en silencio, cada uno en su mundo, repitiendo mentalmente una y otra vez la escena de la tarde.
A los demás les parecía raro que ambos estén tan callados, pero ignoraron por completo este hecho.

Agustín se sentía desanimado y frustrado, aunque si dijera que se sentía totalmente desesperanzado estaría mintiendo descaradamente.
Su corazón y respiración estaban a un ritmo tranquilo pero su cabeza daba vueltas sobre las mismas preguntas: ¿Qué sabor tendrán los labios de Marcos? ¿Cómo se sentirá tener ese momento tan intimo con él? De tan solo imaginarlo podía sentir como un calor interno proveniente de su estómago se apoderaba de todo su cuerpo, al mismo tiempo que se estremecía completamente.
Pero la pregunta que lo mantenía alerta constantemente era: ¿Qué iba a ser de ellos luego de lo ocurrido?
Se reprochó mentalmente ante esto ¿qué iba a pasar? Todo iba a seguir normalmente, nada descabellado había sucedido, no es como si Marcos le hubiese dicho que estaba perdidamente enamorado de él (cosa que hubiese hecho muy feliz a Agustín).
Solo fue una confusión y gracias a Dios Marcos no lo rechazó de una forma brusca. Todo seguiría como antes, iban a seguir siendo amigos y ya.

Marcos sentía una mezcla de tristeza y decepción gracias a no haber seguido sus impulsos provocados por los intensos sentimientos que poseía hacia Agustín.
Su parte racional le hacía creer que lo que había hecho estaba bien, pero su parte emocional estaba completamente arrepentida.
Se sentía emocionalmente drenado, confundido, y una especie de ansiedad oscilaba por su cuerpo y su cabeza sin compasión, sentía como esta sensación lo acorralaba al recordar la escena de la tarde. Tenía encendido todos sus sentidos, era un destello de ansiedad que recorría sus extremidades en busca de la respuesta acerca de cómo se sentiría besar los suaves labios del ojiazul que se encontraba sentado a su lado. Podía sentir a flor de piel como todo su cuerpo exigía esa respuesta de manera inmediata.
Sabía que esto ya no era una simple amistad, pero dejarlo avanzar sería muy riesgoso, tanto para él como para Agustín, realmente no quería lastimarlo. Sentía que todo estaba en juego: su reputación, sus creencias, su fe, su devoción a Dios, pero sobre todo, lo que pensaría su gente querida de él. Todo su cuerpo dolía, tanto física como mentalmente. Sus manos picaban, su pulso era acelerado y movía sus piernas al ritmo de sus latidos. No quería dejarse llevar por los pensamientos, pero estos se presentaban como destellos imposibles de detener.

Volviendo al presente, sus compañeros se encontraban charlando acerca de relaciones amorosas y sexualidad.
Agustín no se sentía muy cómodo hablando sobre este último tema, ya que había sido víctima de algunos prejuicios y burlas por parte de ciertos participantes. A sus espaldas (y no tanto) le habían puesto sobrenombres despectivos haciendo referencia a su bisexualidad.
Una de las cosas que más le molestaban era la especulación de los otros sobre su sexualidad, como si fuese un "misterio", por lo tanto, en una de esas charlas grupales decidió blanquear su bisexualidad. No era algo que le avergonzara, pero tampoco lo tenía aceptado completamente, lo único que tenía por seguro es que se había propuesto relajarse y experimentar en el amor y en el sexo, pero en este caso vio necesario aclarar sus preferencias ya que quería que dejaran de suponer y burlarse.

El día que Agustín hizo esta "confesión" frente a toda la casa, Marcos sintió como un arrebato de emoción lo quemaba vivo. Se sentía profundamente orgulloso del platense. El salteño jamás se hubiese animado a hacer esa confesión frente a prácticamente todo el país y aunque no era algo de otro mundo, sabía que las personas se habían llenado la boca suponiendo acerca de la sexualidad de Agustín, además de que quizás esto acarrearía más prejuicios a su persona, por lo tanto, supo que se necesitaba de una gran valentía para afrontar esto. Marcos se encontró nuevamente vislumbrado por las agallas del ojiazul.
La sexualidad nunca había sido un tema fácil para Marcos. El haber crecido en una familia religiosa le había ocasionado miles de consecuencias y malestares. Allí, la intimidad y los gustos sexuales siempre habían sido un tema tabú, pero si hay algo que tenía en claro es que a sus familiares no les agradaba para nada la idea de todo lo que pudiera ser distinto a una pareja "normal", compuesta por un hombre y una mujer.
Su adolescencia transcurrió entre dudas y culpas. La primera vez que se había sentido atraído a un compañero de su curso se sintió terriblemente pecaminoso, incorrecto e indebido, por lo tanto, decidió reprenderse internamente y reprimir esos pensamientos lujuriosos hacía un hombre.
Unos instantes luego de la "confesión" del platense, los ojos del salteño se humedecieron gracias a la emoción, al mismo tiempo que Agustín lo miró directamente a los ojos en busca de algo de apoyo y contención. Esta acción debilitó completamente a Marcos y fue el empuje necesario para terminar de coronar su felicidad por completo.
El salteño le regaló una de sus sonrisas más sinceras, mientras que rápidamente se levantó de su lugar, avanzó para envolver al ojiazul en un cálido abrazo y le dijo al oído:

"Forbidden Love" | MargusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora