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Habían pasado algunos días, era octubre, un viernes por la mañana tipo once y Bruce estaba llegando al café donde Cassidy trabajaba, iba emocionado de ver a su pelirroja, la verdad es que Cassidy cada vez lo traía mas tonto, se podría decir que hacia poco que habían comenzado a salir y se sentía como si la conociera desde siempre, Bruce se detuvo en seco al verla sentada en el lado de adentro de la barra, con su cabello pelirrojo brillando en la luz del sol, iba a buscarla para llevarla a almorzar a la torre.
Últimamente Cassidy siempre salía más temprano y claramente no era porque Bruce había hablado con Ryan y tampoco era porque le había pagado, bueno si, pero además de eso era porque cuando Octubre comenzaba Gotham se tornaba peor, y no quería que Cassidy continuara saliendo tarde.
—Un café cargado y sin azúcar.— dijo Bruce con su tono de siempre, pero con su sonrisa de lados Cassidy levantó la vista.
—Hola señor Wayne, claro, enseguida—respondió Cassidy con una dulce sonrisa en su rostro y se levantó para ir a servir el café de Bruce, lo sirvió y luego volvió y le dio su café.
Bruce se fue a sentar en una mesa y luego Cassidy fue a sentarse con el encargándole a Dalila que la cubriera, Cassidy le contaba sobre su día en el trabajo y el escuchaba atentamente, disfrutando de su voz suave y de la manera en que sus ojos brillaban cuando hablaba.
—¿no crees que últimamente estoy saliendo muy temprano?
—No lo creo, me parece bien que salgas temprano, además tu amigo no te dice nada, ¿o si?
—No no.
—¿Ves?
—Y eso está raro.
—¿Que cosa?
—Que Ryan no me diga nada.
—Bueno... no sé, son amigos, ya sabes.
—Igual es raro.
—Bueno... vamos, Alfred debe estar esperándonos y se va a molestar si se enfría la comida.
—Bueno, déjame tomar mi bolso, puedes adelantarte a encender el auto si quieres.
—Bueno, te espero en el auto.
Cuando llegaron a la torre Wayne, Cassidy se fue directamente a la cocina a saludar a Alfred, quien la recibió con una sonrisa amable.
—Hola, señorita Cassidy, que gusto me da verla— dijo Alfred.
—El gusto es mío, Alfred— respondió Cassidy, sonriendo. —¿Como ha estado?
—Bien, ¿Que tal usted?
—Muy bien, gracias por preguntar.
—Por supuesto.
—Alfred, no encuentro los papeles que dejé en la mesa, ¿donde están?
—Los lleve a... su otra oficina, señor.— dijo el mayor.
