⚜︎Seda que ahorca, seda que danza⚜︎

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La larga mesa se extendía por todo el comedor, tan extensa que treinta personas se hallaban sentadas frente a ella, chocando los cubiertos de plata cada vez que cortaban la tierna carne roja y sorbiendo el vino añejo servido en copas de cristal delicadas. JiMin estaba sentado al lado de la reina, que se encontraba a la izquierda del rey a la cabeza de la mesa y su hermana estaba furiosa.

Veía ese destello de rabia, no era enojo ni molestia, Bo Young lo observaba rabia y lo disimulaba con una sonrisa cínica. La mirada era tan intensa que pesaba en él, pero lo ignoró todo lo que pudo durante el transcurso de la cena, concentrándose en el parloteo incesante de la reina, en la plática absurda acerca de ella, y ella, y ella, y una vez más, ella; él sonrió y la halago solo lo suficiente, manteniéndola encantada sin parecer un lamebotas.

El castaño apenas se había adentrado a el mundo social un par de años atrás, cuando cumplió veinte años y su padre lo consideró apto para dejarlo en libertad. En libertad con lindas cadenas de oro restringiéndolo y bellos hilos de seda tirando de él como un títere. 

Bo Young había salido desde sus dieciocho años según sabía, y ella solo había necesitado hacer un par de pucheros y promesas vacías para lograrlo. A veces la veía y corría caliente en sus venas una sensación de envidia que no podía controlar. ¿La odiaba? No, no podría odiarla, simplemente se preguntaba qué era lo que él hacía mal.

Después de la muerte de su madre, no pasó más de un año antes de que fuera enviado a un internado, el mejor de todos en el extranjero. Se sintió como si su propio padre quisiera deshacerse de él, su consuelo fueron las palabras de su hermano

Papá está buscando lo mejor para ti.

Y JiMin se aferró a esa idea durante los cinco años que estuvo en un país ajeno. Sin importar si él únicamente sabía decir hola y adiós en otro idioma, fue llevado a una ciudad desconocida días antes de su doceavo cumpleaños, y cuando regresó con casi dieciocho años se encontró con un padre que no deseaba verlo a lado de una hermana que parecía detestarlo. Una vez más se aferró a su hermano y a sus palabras.

"Papá está buscando lo mejor para ti".

Sonrió amargo cuando recordó el día de su cumpleaños dieciocho y el obsequio de su padre. 

¿¡Un internado!? —el grito de JinYoung fresco en su memoria.

Las costumbres de occidente claramente lo han arruinado, lo mejor para la familia es que lo eduquen —el rostro imperturbable de su padre mientras hablaba—, que te corrijan —y la última mirada que le dirigió ese día.

—¿Qué opinas, JiMin querido?

Parpadeó un par de veces saliendo de sus pensamientos antes de enfocar a la reina expectante de su respuesta, sintió la mirada pesada de su padre y sin necesidad de voltear a ver a Bo Young sabía que se relamía los labios saboreando la victoria.

—¿Esos son rubíes? —se le daba bien improvisar—, no, no, disculpe, es que son simplemente exquisitos y la pregunta no dejaba de rondarme en la cabeza, perdone usted mi atrevimiento —La reina llevó sus manos a su pecho tocando el collar con piedras rojas y sonrió pequeño—. Respecto a su pregunta —cortó un pedazo de carne y se lo llevo a la boca masticando con lentitud, pasó el bocado, se limpió los labios con una servilleta y habló—, lo que importa es lo que usted opine, mi percepción viene sobrando.

Yoon Ah soltó una carcajada que cubrió con sus dos manos, JiMin le sonrió, y todos los demás no comprendían la situación, pero sabían que la reina ya era suya.

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