PRÓLOGO

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Cádiz, España.

Una serie de sucesos me llevó a estar donde me encontraba en aquel momento: En la Corte Española.

Tenía que conseguir mis objetivos de una forma u otra.

Mis botas de tacón resonaban por los extensos castillos del palacio. Coloqué bien mi sobrero negro antes de entrar a la sala llena de diferentes tesoros.

-Capitana Sparrow, cuanto tiempo. Saludó su majestad, Fernando VI. -Espero que el viaje no os haya sido muy tedioso.

-Majestad. Respondí con una leve reverencia. Mi acción creó una sonrisa en su rostro. Se levantó de su trono y se aproximó hacia mi.

-Estáis hermosa, siempre lo fuisteis. Observó ofreciéndome una copa de licor. -Aún recuerdo cuando rechazasteis la oferta de casaros conmigo y navegar por los mares hasta España durante mi visita a Port Royal para mejorar los comercios pertenecientes a mi padre en aquel entonces.

-En aquel entonces, debía cuidar de mi hermana. Por suerte, eso ya no es necesario. Y no hace falta que os recuerde que vos aún erais un príncipe sin ambiciones propias.

-Y ahora, sin embargo, aquí estáis. Dijo señalando lo obvio.

Comencé a caminar por la sala, examinando la decoración y las joyas de mi alrededor.

-Ha llegado a mis oídos que, por medio de cierto marinero, le ha sido revelado la existencia del barco de Ponce de León y de la historia sobre la fuente de la juventud. Además, de que está en posesión de uno de sus cuadernos. Le conté seleccionando diferentes joyas.

Un collar de esmeraldas llamó mi atención y decidí ponerlo sobre y mi cuello, mirándome en el reflejo de un espejo cercano.

-No parece sorprendida. Comentó el rey divertido, acercándose hacia mi peligrosamente.

-Eso es, majestad, porque no lo estoy. Contesté con simpleza. -Sabía de la existencia de la fuente con anterioridad, al igual que sé como llegar hasta ella.

-Proseguid. Me pidió interesado en mis palabras.

-Vos necesitáis una capitana que os lleve hasta la fuente, es decir, me necesitáis.

-¿Y que es lo que deseáis a cambio? Preguntó quitando el collar de mis manos para posicionarse detrás mía y colocarlo en mi cuello. -Considerarlo un regalo de bienvenida. Susurró en mi oído.

-Me deberéis un favor, un favor que me cobraré a su debido tiempo. Expliqué extendiendo mi mano repleta de anillos hacia él.

Tomó mi mano y dejó un suave beso en el dorso de esta. -Entonces, creo que tenemos un trato, Capitana.

-Así es, majestad.

Piratas del Caribe: En Mareas MisteriosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora