LA FUENTE DE LA JUVENTUD

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Las noches me atormentaban al oír cánticos en forma de auxilio.

Lo único que saqué en claro fue un nombre: Syrenia.

Guié a los españoles por el camino a seguir, encontrándome con un conocido cangrejo de caparazón de piedra viniendo hacia mí.

-Guíame hasta nuestro Capitán. Le susurré al estar segura de que sabía donde estaban los ingleses y la tripulación de Barba Negra.

Por el trayecto nos topamos con un clérigo herido y corriendo en dirección contraria a la fuente.

Los españoles no tardaron en sacar sus armas amenazantes. -¡Parad! Dejadle explicarse primero. Les ordené.

-Por favor, solo pretendo salvar a una criatura pura e inocente de la mar. Rogó el hombre. -Syrenia no se merece ese destino.

Sus palabras me dejaron pensativa por un par de segundos. Después les hice retroceder a los españoles con un gesto de  mi mano y le dejé el camino libre al clérigo.

-¿Está herida? Cuestioné.

-Posiblemente, está atada para ser sacrificada al igual que mataron a otras de su especie. Me contestó preocupado. 

-Salvadla. Le pedí. El hombre algo extrañado asintió y se marchó lo más rápido que le permitían sus piernas.

Recobré la compostura y miré a los marineros con seriedad. -Deprisa, no queremos llegar demasiado tarde al espectáculo.

No tardamos mucho tiempo en encontrar la famosa cueva que indicaban las cartas de navegación cuya agua desafía a la gravedad.

Atravesamos el camino rocoso y la cascada de agua invertida que nos llevó justo a la entrada de la fuente.

La batalla que se estaba librando entre ingleses y piratas se detuvo con nuestra llegada.

Un inglés se quiso adelantar a reclamar las tierras de la fuente pero mi tiró e su pecho fue más certero que sus palabras.

-Que alguien deje constancia de la valía de ese hombre. Mencionó Spaniard al resto de españoles con indiferencia.

-Lamentó el retraso. Comenté mirando a mi esposo con una sonrisa ladina.

-Amor, no sabes cuanto me alegro de verte...

-¡Tú les has traído hasta aquí! Acusó la hija de Barba Negra hacia Jack furiosa. 

-¿De verdad me ves capaz de engañarte para el simple hecho de traer a mi amada esposa? Cuestionó mi Capitán, haciendo notar su ofensa. -Entonces me conoces bien.

Avanzamos hasta ellos con la cabeza en alto y con pasos firmes.

-Señorita, los cálices, por favor. Le pidió el corsario a la pirata.

Al principio se negó, pero al ser apresada por los españoles, no le quedó otra que ceder.

El español me arrebató los cálices de las manos y procedió a subirse a lo alto de una de las piedras:

-Solo Dios puede conceder la vida eterna, y no, estas aguas paganas. Aplastó los cálices y los lanzó al agua. -¡Soldados, destruid este templo profano!

El caos comenzó al igual que la batalla se retomó.

-Este tratado a llegado a su fin, caballeros. Anuncié yendo a luchar al lado de mi esposo.

No tardé en toparme de frente con la hija del Capitán Barba Negra. -Angélica, ¿verdad? Creo que no he tenido el honor.

-Susan Sparrow, la temible capitana con la puntería más certera. Me pregunto si es cierto...

-Oh, tranquila querida, no vas a tardar en averiguarlo... 

Nos batimos en un corto duelo debido a que su espada no tardó en ser arrebatada y puesta sobre su cuello.

Un derrumbamiento le permitió huir fuera del duelo y de la cueva.

Justo en el momento en el que me encontraba buscando al Capitán Jack Sparrow entre los marineros, sentí como algo extremadamente frío traspasaba mi abdomen para después volverse a clavar con rabia en mi costado, dejándome sin respiración por unos instantes.

Caí de espaldas al suelo, permitiendo que quien me había atacado a traición se agachara delante mía.

-Por que no me sorprende. Mencioné mirando con rabia a Spaniard.

-El rey ordeno vuestra muerte nada más llegar a la fuente. Al fin y al cabo, siempre seréis una pirata embaucadora y traidora, una hereje que osó rechazar al rey. Una enviada del diablo.

-Algún día tendría que pagar el precio. Dije seseando de dolor con una leve sonrisa antes de sacar mi daga y en un leve y firme movimiento clavársela en el corazón.

-Saludar a vuestro creador todopoderoso de mi parte... Murmuré invirtiendo las posiciones, sintiendo el metálico sabor de la sangre en mis labios.

Me levanté con cuidado, pero cuando tan solo había avanzado unos pocos metros, las punzadas de dolor se hicieron más intensas, casi insoportables. Caí al suelo, golpeando mi cuerpo con la fría piedra.

Mi vestido no tardó en teñirse de rojo al igual que el suelo de mi alrededor.

Todo se volvía más y más borroso y lo único que llegaba a escuchar era un canto a lejanía.

Piratas del Caribe: En Mareas MisteriosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora