Tres años después.
La presión de terminar de copiar la tarea de psicología a tiempo se cernía sobre mí, faltaban menos de treinta minutos para que el descanso terminara y aún necesitaba dibujar un esquema. Si no fuese porque mi amiga Carmen me prestó su libreta seguramente el profesor me volvería a llamar la atención y quizá me negaría entrar a su clase hasta que mis padres se presentaran.
La concentración que requería para no escribir las mismas palabras y que no fuese obvio el plagio, fue interrumpida cuando Carmen suspiró ruidosamente luego de tomar una fotografía con su celular. Dejé a un lado la urgente labor y miré en dirección del campo visual de mi amiga. Frente a nosotras se encontraba el séquito de Daniel Blair.
—¿Cómo puedes estar enamorada de alguien como él? —pregunté mientras negaba con la cabeza sin que Carmen lo notara.
—¡Oh, por favor! Tan sólo míralo.
Me tomé cinco segundos para analizar la sobrevalorada belleza de nuestro compañero de clases. Tal vez Carmen tenía razón en decir que era guapo y su sonrisa parecía salida de un comercial, pero el hecho de que fuese considerado el amor platónico de una gran cantidad de estudiantes de la preparatoria me parecía ridículo.
—Lo estoy mirando —dije confundida—, y te aseguro que sigo sin entenderlo.
Carmen guardó su teléfono en la mochila sin apartar la mirada de su chico de ensueños. Desde el primer día de clases se fijó en él a pesar de que Daniel no mostraba ni el más mínimo atisbo de interés hacia ella; por ese mismo motivo se conformaba con admirarlo en el anonimato.
—Bueno, no todas tenemos la suerte que tú tienes. —Sujetó su largo cabello negro en una coleta que le cayó a la mitad de la espalda—. Tu novio es guapísimo, te ama y haría lo que sea por ti. Simplemente es perfecto.
La lúcida imagen de Alan desbordó mis demás pensamientos. Si en algo estaba de acuerdo con Carmen era en que mi novio se acercaba al sueño de muchas encarnado en un muchacho de dieciocho años, de piel morena y ojos oscuros. Estábamos a pocos días de cumplir los tres años de relación, lo que generaba cierto conflicto entre varias de sus compañeras, quienes sólo aguardaban el momento indicado para arrojarse a los brazos de mi novio, sin embargo, el amor que nos profesábamos estaba lejos de terminar o de ser destruido por un tercero.
—Sí, creo que lo es. —Suspiré en un vano intento por disipar mi sonrisa—. De hecho esta noche iremos al cine.
—Pero mañana tenemos examen de historia —dijo con preocupación.
—Lo sé, pero esa materia es en la que mejor me va —respondí satisfecha. Volví mi atención a la tarea que me apresuraba a terminarla.
—Llevas un siete y un ocho —mencionó confundida—. Podrías repetir la clase.
—¡Cállate! —Exigí sin apartar la mirada de las palabras del buen Freud.
Faltaban cinco semanas para que terminara primer semestre, y mi nota promedio hasta ese momento era de siete punto cuatro, suficiente para aprobar sin problemas, sin embargo, Carmen insistía en que debía mejorar mis calificaciones o en un futuro me arrepentiría por no ingresar a una prestigiosa universidad. Lo que ella no sabía era que quizá ni siquiera podría terminar la preparatoria por los constantes problemas económicos en mi hogar; la necesidad de conseguir un trabajo para llevar comida a mis hermanos era más grande que cualquier deseo de concluir mis estudios.
Desde que mi padre perdió su trabajo hacía casi tres años su alcoholismo se agravó. Mi madre, sin una carrera universitaria terminada y por la falta de experiencia laboral, no consiguió ningún trabajo decente que le dejara dinero suficiente para alimentar cinco bocas. En un principio se dedicó a ser cajera en un centro comercial, pero su salario apenas y le alcanzaba para la renta de la pequeña casa a la que nos tuvimos que mudar por el mismo motivo; después de ese deprimente trabajo intentó con el aseo doméstico, lo que concluyó en el mismo resultado: explotación por muy poco dinero. Su último recurso fue el trabajar en un club nocturno como bailarina; en un principio se sintió denigrada pero cuando contó su remuneración... no quiso salir de ahí.
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Gritos de soledad [.5]
General FictionLos problemas de un adolescente se resumen en cosas superfluas y hormonas alborotadas. Sin embargo, para Marcela, las cosas no son así de sencillas. Debe aprender a luchar contra su mayor miedo: su padre. Un alcohólico abusador que se ha dedicado en...