En los siguientes dos años, las cosas sólo aumentaron su grado de intensidad.
Lo que tiempo atrás sólo eran pequeñas golpizas en contra de mi madre, se convirtieron en un brutal y constante abuso.
En algunas ocasiones, mi padre manipulaba la débil mente de mi madre, diciéndole que la golpeaba porque la amaba, y necesitaba corregir sus errores. Ella, sin un juicio sano, aceptaba ser castigada con la condición de que no nos educara a nosotros y, por suerte, mi padre nunca nos puso una mano encima, ni siquiera cuando lo abofeteé por haber intentado lastimar a Lili en una ocasión. Sin embargo, nunca tuve el valor de contarle a alguien por lo que estaba pasando.
Mi padre continuaba siendo un alcohólico y mi madre por fin consiguió un trabajo de planta: bailarina nocturna.
En la escuela, las cosas mejoraron. Bueno, en realidad lo único que mejoró fueron mis calificaciones. En tercer semestre obtuve un promedio de diez, por lo que en cuarto me otorgaron la beca económica mejor remunerada, con la cual pude costear los gastos de mis hermanos. Y, de igual manera, mi nota promedio se mantuvo perfecta durante cuarto semestre; lo cual me causó un pequeño conflicto con Carmen, por haberla desplazado del primer lugar, al segundo.
Mi repentina inteligencia deslumbró a la mayoría de los profesores de la preparatoria, lo que los llevó a invitarme a concursos académicos, los cuales gané, ortorgándole un puesto prestigioso a mi escuela a nivel nacional.
Sin embargo, mi amiga Valeria tuvo que mudarse de la ciudad después del divorcio de sus padres. Al parecer, su padre golpeó a su madre en una sola ocasión y ese fue el detonante para separarse.
Vaya fortuna la de ella, con una madre tan valiente para hablar y denunciar el abuso. Ni en un millón de años nosotras tendríamos el coraje de hacerlo.
Con Alan, la situación se fue transformando en una extraña obsesión por mí desde la primera vez que tuvimos relaciones.
Él necesitaba saber en dónde me encontraba, con quién me encontraba, a qué hora iba a salir y a qué hora iba a volver, si no, se ponía histérico.
Al día recibía aproximadamente nueve llamadas de su parte, y si no contestaba alguna, iba hasta mi casa para asegurarse de que me encontrara bien. Por fortuna nunca llegó en un momento de agresividad entre mis padres.
A pesar de éso, mantuve mi amorío con él, teniendo relaciones sexuales seis veces a la semana, con tal de mantenerlo feliz y evitar problemas que pudieran alterar su inestable personalidad.
***
El viento arremetía contra los árboles, causando ese terrorífico sonido que me erizaba la piel. Era extraño que en primavera se aproximara una tormenta de tan grande magnitud.
Alan terminaba de vestirse cuando dejé escapar un suspiro.
—Hey —acarició mi rodilla—. ¿Te encuentras bien?
Asentí, fingiendo una sonrisa que no consiguió engañarlo.
—De acuerdo, dime qué ocurre —cuestionó con preocupación—. Últimamente has estado distraída.
Crucé mis piernas debajo de mi cuerpo. Las sábanas de la cama aún estaban tibias luego de habernos cubierto con ellas.
—Algo anda mal conmigo —aclaré mi garganta—. Siento que estoy... incompleta.
—¿Incompleta? —preguntó sorprendido—. ¿En qué sentido?
La sonrisa que segundos antes cubría su rostro despareció, para dejar paso a una verdadera mueca de preocupación.
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Gritos de soledad [.5]
Ficção GeralLos problemas de un adolescente se resumen en cosas superfluas y hormonas alborotadas. Sin embargo, para Marcela, las cosas no son así de sencillas. Debe aprender a luchar contra su mayor miedo: su padre. Un alcohólico abusador que se ha dedicado en...