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El juego de luces y sombras en la pista de baile era todo un espectáculo: en la oscuridad se hacían presentes, de forma fugaz, destellos de rojo, de magenta y de naranja; a veces se combinaban y parecían formar al carmesí.

En el costado se encontraba la barra de bebidas, y al fondo, en el extremo opuesto, había una plataforma alta y redonda desde donde bailaba, con ademanes teatrales, un chico semidesnudo lleno de cadenas y joyería. Aparentemente, realizaba una especie de «performance». Presumía su torso fornido, decorado con tatuajes, mientras ejecutaba una coreografía que asimilaba movimientos de pelea. En cierto momento, mostró que tenía un pequeño candelabro de mesa en la mano, y cuando sopló detrás de la flama, una amplia llamarada se extendió en el aire, emergiendo de su boca.

En su mayoría, los asistentes al club tenían tatuajes. Un diseño en particular se repetía constantemente: la daga clavada en la manzana, y una serpiente enrollada en su empuñadura. Justo como el que tenía el guardia de seguridad.

Al otro costado de la pista de baile se encontraba el DJ: era una figura encapuchada que portaba una máscara de calavera roja (¿él era el responsable de producir tan misteriosa e hipnotizante música?). Alrededor suyo, varias personas lo vitoreaban. La canción seguía y seguía sonando, repetitiva.

El ambiente era fenomenal.

Mirara donde mirara, Taehyung no podía evitar maravillarse. Todos ahí en el club parecían tan libres, tan despreocupados y divertidos, que hacían que él también quisiera soltarse; dejarse llevar y abandonar la actitud permanentemente recatada que le habían moldeado sus padres a la fuerza.

Pero seguía nervioso. No sabía qué hacer...

La música, esa música tan vibrante y adictiva, ya no era ahogada por la distancia y finalmente podía escucharla en toda su plenitud. Había llegado al origen, al corazón de esa melodía; toda la pista de baile palpitaba genuinamente como un corazón. Como si los amplificadores de sonido, vibrando rítmicamente, bombearan la vida, la libertad. El ritmo del corazón de Taehyung se sincronizó a ese mismo compás.

Bum bum, bum bum.

Las sombras, esas que danzaban entre las penumbras, no parecían humanas. Bailando se volvían amorfas, salvajes, casi animales. Y se movían en conjunto como si fueran una sola cosa. Fluían como la sangre, en medio de esas luces que destellaban en carmesí. Saltaban cuando el corazón bombeaba, dejándose arrastrar.

Así caminaba Tahyung: como siendo arrastrado por una corriente.

Jungkook los había llevado de la mano al principio, guiándolos para que no fueran empujados o tropesaran. Pero cuando llegaron a la pista de baile y los soltó, Taehyung se sintió como un pez de acuario repentinamente liberado en mareas turbulentas.

Jimin estaba en condiciones similares, nervioso, y Jungkook se burló de ambos por esa actitud. Sin embargo, el menor los animó a que se divirtieran, a que dejaran de preocuparse.

- Solo sean ustedes mismos. Apaguen esa voz que los reprime y déjense llevar.

Trataron de obedecer, pero realmente no pudieron. Se sentían fuera de lugar, incómodos y apenados.

Jungkook, dadas las circunstancias, decidió que necesitaba darles un empujón.

Los llevó, nuevamente de la mano, hacia la barra. Los hizo sentarse y les pidió que esperaran ahí mientras él ingresaba a la parte trasera y conversaba con la hermosa barista.

Poco después, Jungkook regresó a ellos con tres copas que contenían un líquido rosado y burbujeante. Olía a frutos rojos.

- ¿Cuántos años tienes? -cuestionó Taehyung - No creo que tú tengas edad suficiente para beber.

Música Nocturna [VMINKOOK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora