Capítulo 14

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Verónica suelta una risa y pronto la otra mujer se le une. Ambas se miran los labios y cierran la distancia, continuando desde donde lo dejaron.

Sus manos viajan desde las rodillas de Ana hasta la curva de su trasero, apretándolo, hasta llegar al dobladillo de su camiseta, sacándola de su cuerpo.

Se da cuenta de la vulnerabilidad en sus profundos ojos marrones. Están una vez más en total sincronía, entendiendo las necesidades de cada una. Y en este momento Verónica quiere demostrarle cuánto se preocupa por ella y Ana quiere sentirse reconfortada.

Se conocieron hace menos de un día.

Ambas se han abierto más la una con la otra que a las personas que conocen desde hace años. Pero Verónica todavía quiere más. Siente que apenas ha arañado la superficie de quién es Ana Gabriel.

Aún así, no importa cuán real e instantánea sea su conexión, algunos hechos no cambian. Estas menos de 24 horas son demasiado pronto para que esto entre ellas sea algo muy serio.

Lo que sea que esté sucediendo en este momento no es amor, pero Verónica sabe que eventualmente puede serlo. Puede verse a sí misma enamorándose perdidamente de Ana.

Y esta realización la asusta y la excita.

Un dolor agudo en el brazo despierta a Verónica con menos delicadeza. Tan pronto como registra dónde está, respira aliviada al darse cuenta de que el día anterior no fue solo un sueño.

La arena continúa golpeando su piel por un par de momentos. Cuando la brisa cesa, abre los ojos para ver que el espacio a su lado está vacío. Al principio entra en pánico hasta que se da cuenta de que la chaqueta de cuero de Ana todavía cubre su cuerpo desnudo.

Finalmente se levanta y se estira. Le duele el cuerpo, tanto por el lugar donde durmieron como por las actividades de la noche anterior. Todavía es el amanecer y el sol solo ha comenzado a salir lentamente. 

Verónica mira a su alrededor y ahora, sin que la motociclista sea una bella distracción, puede apreciar plenamente la belleza de esta apartada playa. Se pone la camiseta y deja que la tranquilidad de este lugar la relaje. Se permite simplemente ser, alejando todos los pensamientos sobre su inminente separación.

En el momento justo, Verónica escucha pasos en la arena y gira la cabeza hacia la derecha. Ana sostiene una bandeja de cartón con dos cafés y de la misma mano cuelga una bolsa. Tan pronto como sus ojos se encuentran, comparten idénticas sonrisas serenas.

La mujer se sienta a su lado, sus brazos y muslos tocándose, y le da el café. Verónica pone un azúcar extra de la bandeja y abre la pequeña bolsa que contiene botellas de agua fría y dos bocadillos.

"No sabía lo que te gustaba, así que compré pollo y atún", simplemente se encoge de hombros y toma un sorbo de su café.

"¿Puedo tomar el de pollo?" pregunta, queriendo primero asegurarse de que Ana no tenga una preferencia específica. La mujer asiente, pero cuando le ofrece el otro sándwich simplemente niega con la cabeza.

"No me gusta el desayuno..."

"¿Disculpe?" Verónica está realmente ofendida. 

"Soy estrictamente una persona de café", señala con una sonrisa, claramente entretenida por su reacción.

"Eso explica por qué golpeas a los tipos con un bate de béisbol que tiene clavos".

"Maldita sea, mi secreto está fuera", guiña Ana y Verónica está segura de que lo que acaba de sentir son mariposas en el estómago.

"No te preocupes, tus secretos están a salvo conmigo", responde ella fingiendo indiferencia y le da un gran mordisco a su sándwich, "esto es tan bueno. Toma, pruébalo al menos".

"No, Verónica", se ve disgustada, lo que lo toma como un desafío personal.

Verónica lo empuja contra sus labios sellados pero en lugar de ceder y abrir la boca, se levanta y comienza a correr. Se escucha reír y, con la energía que normalmente le falta tan temprano en la mañana, comienza a perseguir a Ana. Ambas se ríen hasta que ella la alcanza y la sujeta contra uno de los árboles.

Sus risas se apagan y sus sonrisas se desvanecen lentamente, de repente conscientes de lo cerca que están. Sus rostros están a un suspiro y aunque Verónica se muere por besarla, tal como lo ha hecho innumerables veces la noche anterior, duda. No tiene idea de dónde están parados ahora que es de mañana y su despedida está a horas, si no minutos, de distancia.

La expresión de Ana parece reflejar la suya. Le dedica una sonrisa agridulce que reconforta a Verónica y acerca sus dedos para acariciar su mejilla. Luego apoya lentamente ambas manos en la nuca y la besa.

Esta vez es suave y lento, sin intención de escalar. Se permiten simplemente disfrutar de la sensación de sus labios contra los de los demás. Memorizando la sensación, cada detalle de la misma. Verónica puede sentir que las lágrimas comienzan a formarse en el rabillo de sus ojos.

"Ana", susurra, pero la mujer la calla con otro suave beso.

"No te preocupes por eso, princesa", dice con una sonrisa que en realidad no llega a sus ojos. "Terminemos nuestro desayuno y veamos el amanecer. ¿Qué te parece?"

Ella asiente, poniendo también cara de valiente y retrocede un par de pasos. Se toman de la mano y regresan a la toalla. Luego se sientan y ven salir el sol, iluminando lentamente su pequeño rincón del paraíso.

Al principio en realidad no hablan, se acomodan en un cálido y cómodo silencio mientras disfrutan de sus cafés. Una vez que las bebidas comienzan a tener el efecto deseado, comienzan a hablar de nada y de todo.

Ana le dice que actualmente su color favorito es el rojo pero que cambia todo el tiempo. Ya no le gusta mucho la música rock, pero duda un poco en admitirlo ante sus amigos, aunque sabe que no la juzgarán. Su comida favorita es el sushi y adora la pizza hawaiana, para horror de Verónica.

Ella Está En Problemas  (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora