Verónica resopla, molesta, pero imita a Ana de todos modos. Una vez que terminan, se las arreglan para distribuir sus cosas de una manera que les deja un brazo libre para agarrarse a la roca.
El agua puede estar tranquila, pero también está muy fría y, en contra de su buen juicio, sigue a Ana adentro. Una vez que el mar le llega a las rodillas, se da cuenta de que la roca crea un pequeño arco estrecho, de unos dos metros de altura, y en unos pocos pasos ambas están fuera del agua.
Los guijarros y las rocas pequeñas la molestan, pero la vista es impresionante, incluso si la única luz proviene de la luna llena. Cuando llegan al otro lado del arco, Ana salta primero y luego le ofrece la mano a Verónica.
Una vez que sus pies tocan la arena, echa un vistazo a su alrededor. Están en una pequeña cala, del tamaño de la cancha de tenis de su casa, pero eso es parte del encanto. Eso, y la arena blanca y clara y los árboles que dan una sensación de serenidad.
"Valió la pena", admite feliz Verónica. Ana lanza cómicamente su puño al aire y aplaude. No les toma mucho tiempo romper en risitas.
Comienzan a instalarse, colgando sus cosas en las ramas de los árboles. Colocan las toallas de playa una al lado de la otra, lo suficientemente cerca del mar que a veces las olas les llegan a los dedos de los pies. Verónica abre una cerveza mientras Ana agarra un cigarrillo que rápidamente roba.
"No sabía que fumabas", señala. Ana se inclina más y enciende el cigarrillo. Se miran a los ojos, pero pronto se distrae con la forma en que Ana se muerde el labio inferior.
"Solo en ocasiones especiales..." Verónica finalmente responde con voz áspera y le entrega el cigarrillo. Ana luego toma un sorbo de la cerveza de Verónica, "No sabía que te gustaba el alcohol".
"A mi no me gusta. Pero como es una ocasión especial", comparten el cigarrillo y la cerveza con sonrisas cómplices.
Ana da una última calada, apuñala el cigarrillo en la arena y expulsa el humo por una comisura de la boca. Luce irresistiblemente sexy y Verónica quiere hacerla suya. La mujer de cabello negro parece entender sus intenciones, si su sonrisa burlona es algo por lo que se puede sospechar.
Entonces ella se inclina hacia adelante y la besa.
Verónica siente que la sonrisa de Ana se ensancha contra sus labios y eso es suficiente para dejarla sin aliento. Tal vez sea la idea de que ella es la única fuente de esa sonrisa. Se siente especial, de alguna manera.
El beso se profundiza y Ana le quita la chaqueta de cuero a Verónica, quien la acerca más, sintiendo el calor de su piel en todas partes que tocan. Ella siempre ha tenido el control durante sus encuentros, independientemente del género de su pareja, pero siente que ha encontrado a su pareja.
Justo cuando están listas para perderse la una con la otra, suena un teléfono. Al reconocer su tono de llamada, Verónica maldice internamente. Ella corre hacia su bolso pero no responde a tiempo. es su hermano Su teléfono tiene un 27 % de batería, por lo que le pide a Ana que use el suyo.
Hablan durante unos minutos, informándole que ella no va a volver a casa. Él no se abstiene de recordarle todas las responsabilidades que ha dejado atrás y que tendrá que afrontar en la mañana.
La conversación la deja emocionalmente agotada y estresada. Ana lo nota pero no dice nada y solo le entrega la cerveza olvidada.
Verónica mira al frente, al negro cielo estrellado, al mar en calma ya la blanca luna que se refleja allí. Cierra los ojos y trata de relajarse.
"¿Alguna vez deseaste poder huir de todo?" finalmente le pregunta a Ana.
"Cuando era más joven, cada vez que la vida se volvía abrumadora, solía venir aquí para dejar todo atrás por unas pocas horas", sonríe, "pero no. Ya no".
"¿En realidad?" se gira para mirarla pero los ojos de Ana siguen fijos en el mar.
"Mi vida no es perfecta. No solo trabajo como camarera, sino que también tengo que complementar mis ingresos con varios trabajos de medio tiempo y todavía no puedo convertir mi pasatiempo en un trabajo. Pero estoy feliz donde estoy hoy", sonríe y encuentra su mirada. "Por primera vez en mi vida tengo algo de estabilidad financiera. Estoy rodeado de personas que considero familia y también le devuelvo a mi comunidad. Luché mucho para llegar a donde estoy hoy y no lo cambiaría por nada en el mundo."
"Wow, eso es impresionante", dice Verónica, "muy pocos piensan así".
"Los humanos tendemos a centrarnos en lo que no tenemos en lugar de en todo lo que tenemos..."
Verónica deja escapar una risa seca. Ha pasado toda su vida con gente tan rica y privilegiada como los Castro y puede dar fe de ello. En cuanto a ella, lo dejaría todo para recuperar a sus seres queridos, para recuperar la relación que solía tener con José Alberto y Beatriz.
"Sabes", Ana le da un codazo con una sonrisa alentadora, "soy muy buena escuchando, o eso me han dicho".
"No quiero molestarte con mis problemas..."
"No lo harás. ¡Lo digo en serio!"
Verónica no ve nada más que honestidad en sus ojos. Realmente parece interesada en lo que tiene que decir, lo que la hace darse cuenta de cuánto necesita hablar.
Entonces Verónica hace exactamente eso, sabiendo que Ana no la juzgará. Habla de la muerte de sus padres. Las diferentes formas en que cada pérdida la impactó y cuán traicionada se siente por sus hermanos. Y mientras habla, se da cuenta de que esta es la pérdida que más lamenta actualmente.
Ella termina hablando por un largo tiempo, dejando salir todo. Ana escucha atentamente con pocas interrupciones. Su rostro habitualmente expresivo revela muy poco de lo que piensa. En cambio, toma sus manos, se frota la espalda o simplemente asiente.
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Ella Está En Problemas (VerAna)
Ficción GeneralDespués de una desagradable pelea con su hermana, Verónica decide tomarse un pequeño descanso de su abrumadora vida hasta que los problemas la encuentran de nuevo. Solo que esta vez Ana, una motociclista de pelo negro, está aquí para salvarla y darl...