"¿Animales punks?" ella pregunta con una ceja levantada y conteniendo una gran sonrisa.
"Comen bambúes y trepan árboles, Vero no hay nada más punk que eso", explica mientras se ata las botas de combate.
"Si eso te hace sentir menos blanda ..", se apaga con una sonrisa inocente.
"¡Retira eso, no soy una blandengue! ¡Golpeé a tipos espeluznantes con un bate de béisbol, soy una perra mala!"
"Apuesto a que lloras cuando muere Mufasa en El Rey León", dice como para burlarse de ella, pero para su absoluta diversión, Ana no lo niega.
“Es la muerte más triste de la historia del cine”, se defiende con absoluta seriedad.
"Eres una tierna total", insiste Verónica y aprieta ambas mejillas con las manos, con los pulgares en la barbilla. "No te preocupes, me llevaré este secreto a la tumba".
"Bien porque te voy a matar si sigues llamando-"
"¿Sabías que los franceses llaman al orgasmo 'una pequeña muerte'?"
"Eres increíble Verónica", pone los ojos en blanco, pero es obvio que está tratando de no sonreír, "eso es todo, me voy. No te llevaré a casa".
"No, por favor. No quiero despedirme aquí", responde y comienza a formar su arma más grande.
"No los ojos de cachorro".
"Sí, los ojos de cachorro".
Ana deja escapar un suspiro dramático, pero rápidamente deja de actuar y comienza a reír. La toma en un abrazo cálido y protector y la aprieta. Verónica acaricia su cuello y por un momento dejan que el tiempo se congele.
"Vamos, tenemos que irnos".
Comienzan a conducir hacia la casa de Verónica y la realidad comienza a asentarse una vez más. A diferencia de hace un día, cuando montó la misma motocicleta por primera vez, esta vez no se detiene. Se permite enterrar sus manos debajo de la camisa de Ana, acariciando levemente su abdomen.
Les toma tiempo llegar a la esquina de su casa, pero todavía desea que el viaje haya durado más. En este momento, el lugar se siente más como una prisión que como un hogar.
Ella le roba una mirada a Ana quien de repente se ve abrumada por su tamaño dorado. Sus ojos se encuentran y por primera vez ninguno de los dos sabe qué decir.
"Supongo que esto es un adiós", señala la motociclista, con una expresión indescifrable en su rostro.
De repente, Verónica recuerda todas las palabras de aliento que le dijo anoche. Quiere ser valiente y sabe por dónde empezar.
"No tiene que ser así, si no quieres", responde ella, tratando de enmascarar su miedo con una sonrisa.
"Estoy ocupada hoy."
"No estoy hablando de ahora. Esto no tiene que ser algo de una sola vez, quiero que nos volvamos a encontrar". Los ojos de Ana se agrandan, su boca se abre y se cierra. ¿Se equivocó en todo esto? "A menos que no quieras. Está bien. De verdad, sin presión".
En lugar de una respuesta, siente unos labios cálidos en la comisura de la boca. Sus frentes se tocan y Verónica ve una combinación de anhelo y miedo en sus ojos marrones.
"Me encantaría. Que nos volvamos a encontrar, quiero decir. Quiero que esto sea algo más que una sola vez también", dice con una sonrisa tímida y Verónica siente que se le quita un peso de los hombros.
"Genial. Tienes mi número".
"Sí, me enviaste un mensaje de texto muy encantador antes", se ríe Ana.
"Te lo dije, contigo vuelvo a ser una adolescente..." lo que Verónica no le dice es que ahora mismo se siente como una niña de trece años enamorada. De repente suena su propio teléfono, pero ella no contesta."Bueno, tengo que irme", señala la motociclista a regañadientes.
"Envíame un mensaje de texto cuando llegues a casa, ¿de acuerdo?"
Ana asiente y cierra la distancia por última vez. La mujer le besa el cuello, cerca de la oreja y le dice en voz baja: "Eres una luchadora Vero no dejes que nadie te diga lo contrario".
Con eso ella da un paso atrás y guiña un ojo. Ella descansa su peso sobre su motocicleta, una pequeña sonrisa cálida en sus labios.
Verónica la mira bien por última vez. Ella comienza a caminar hacia atrás hasta el último segundo posible, sin querer decir adiós pero sin tener otra opción. Saluda torpemente y gira hacia la esquina, en la entrada de su casa.
Hace acopio de toda la fuerza que tiene para no volverse hacia la dirección de la motocicleta. Sabe que si lo hace correrá a los brazos de Ana para besarla y al diablo con las consecuencias.
Verónica ve al vigilante como siempre, en la puerta principal. Tan pronto como la ve, se lleva la mano a la oreja y dice algo ininteligible. Sin duda informando a todos de su regreso.
Conversan brevemente y ella finalmente ingresa a las instalaciones de la mansión Castro. Ni un minuto después escucha una motocicleta a toda velocidad en la distancia.
Beatriz habla con ella, pero ella la ignora tan pronto como puede. Ella corre a su dormitorio y en la ducha. Cuando el agua caliente toca su piel desnuda, se da cuenta de algo.
Ella no quiere llorar. En cambio, ella sonríe. Después de todo, esto no era un adiós.
Y Verónica sabe, con una certeza que no es consciente de poseer, que su historia no ha terminado.
No.
Su historia acaba de comenzar.
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Bueno espero que les haya gustado esta historia, gracias por tomarse el tiempo de leerla.
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Ella Está En Problemas (VerAna)
Ficción GeneralDespués de una desagradable pelea con su hermana, Verónica decide tomarse un pequeño descanso de su abrumadora vida hasta que los problemas la encuentran de nuevo. Solo que esta vez Ana, una motociclista de pelo negro, está aquí para salvarla y darl...