Capítulo 7

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Verónica pone los ojos en blanco, dándose cuenta de lo débil que es para todas las cosas de Ana. Empieza a sonar una melodía familiar y ella se contenta con solo observar la forma en que la chica disfruta la canción. Levanta las manos en el aire, balancea las caderas y durante el estribillo salta a tono con la melodía.

Una vez que termina la primera canción, la atrapa mirando fijamente, pero a Verónica ya no le importa, así que simplemente se encoge de hombros. Ana sonríe y le da un codazo juguetón en el hombro.

Empieza la siguiente canción y Verónica la reconoce. Se llama "Todas las pequeñas cosas" y hace años que El Güero estaba obsesionado con ella. Solían repetirlo y saltar sobre su cama hasta que Beatriz los obligó a detenerse. La nostalgia la inunda y pronto se encuentra perdida en los recuerdos.

La canción termina más rápido de lo que le gustaría, pero cuando se vuelve hacia la motociclista, se da cuenta de que sus roles se han invertido. Ana tampoco finge no mirarla y solo le sonríe.

"¡No sabía que cantabas tan bien!" Verónica siente que se sonroja con esas palabras, sin darse cuenta de que se dejó llevar tanto. Ana se ríe y agrega: "Me gusta verte así".

Antes de que Verónica pueda responder, comienza otra canción que es igual de familiar. Ana la toma de las manos y la anima a bailar ridículamente con ella. A medida que una tonta canción pop punk cambia a otra, se dejan perder en su propio mundo. Un mundo donde todos los problemas han desaparecido. Donde ella y Ana están solas, sin preocupaciones.

A veces bailan una al lado de la otra, sin necesariamente tocarse. En otros momentos, actúan de manera infantil, saltando y golpeando los hombros en el aire con fuerza cada vez mayor, mientras se ríen o se toman de la mano y bailan. Luego están las veces que coquetean descaradamente, tratan de provocarse una a la otra. Empujando los límites, provocando. Llegando a ver quien cede y besa a la otra primero. Ambas pierden, Ambas ganan.

Verónica se da cuenta de que es la primera vez que es libre para ser ella misma por completo. Ella no tiene que reprimir diferentes facetas de su personalidad dependiendo de su compañía. Ella puede ser su verdadero y auténtico yo al lado de Ana.

Puede ser tan tonta como lo fue con el Güero. Puede ser la amiga ingeniosa que solía ser con sus amigos. Todo eso sin dejar de ser tan sexy y coqueta como cuando estaba interesada en alguien. Ella es todo eso junto, sin expectativas, nada la detiene.

Todavía soy joven, desperdiciando mi juventud, creceré el próximo verano

Estas letras tontas, saliendo de la boca de la cantante en el escenario, de repente la golpearon como la sabiduría más profunda del mundo. Abre los ojos y toma la mano de Ana.

La mujer se vuelve hacia ella y abre la boca, pero antes de que las palabras logren salir, Verónica le toma el labio inferior entre los suyos. Ella no intenta profundizar el beso, sino que se separa después de unos segundos.

"¿Quieres salir de aquí?" pregunta Verónica contra sus labios con voz ronca y seductora.

Ana no abre los ojos pero puede verla tragando saliva y asintiendo. Entrelazan sus dedos y caminan en silencio hacia el bar, donde están el resto de sus amigos.

Ambas hacen visitas rápidas al baño, charlan brevemente con el resto, toman sus cosas y se despiden. Juntan sus manos nuevamente y se alejan juntas.

A medida que se acercan a la salida, un hombre borracho mayor que está de pie junto a la puerta llama la atención de Verónica. Mira descaradamente a Ana y hace un gesto muy vulgar con la lengua dentro de la boca y la mano. Ana la mira y pone los ojos en blanco, sin preocuparse en absoluto.

"Si tuviera un centavo por cada vez que un hombre me desagrada, podría pagar tu ropa, princesa", sonríe y guiña un ojo.

Verónica no está convencida porque lo ve acercándose a la puerta. Se asegura de ir al lado derecho de Ana, colocándose entre ellos. Ella le sonríe, todavía indiferente pero encantada por su acto caballeresco.

Comparten una mirada significativa y Ana comienza a sacar un cigarrillo, Verónica se esfuerza por no mirar la forma en que la punta de su lengua toca el cigarrillo. Y, como era de esperar, falla.

Esta distracción momentánea es suficiente para que el borracho agarre a Ana y la apriete contra la puerta.

Y Verónica ve rojo.

Ella agarra una botella de cerveza de una mesa, la rompe justo al lado de él, casi no lo alcanza, y los separa. No suelta la botella y empuja el extremo afilado y roto contra el cuello del hombre.

No le tiemblan las manos y es consciente de que no dudará en pegarle por atreverse a tocar a Ana. Al principio parece completamente imperturbable, incluso le da una sonrisa altiva. Eso es hasta que ella presiona hacia adelante, el vidrio afilado toca su piel.

No le queda otra opción que caminar hacia atrás hasta que su espalda golpea la pared al lado de la puerta. Levanta las manos en señal de rendición, lo que indica que ya no representa un peligro para ellos, pero eso no es suficiente para Verónica.

"¡Disculpate con ella!" exige con una voz que apenas reconoce como propia. Cuando él no obedece, ella presiona con más firmeza la piel de su cuello.

"Está bien, está bien", mira detrás de su hombro derecho, donde debe estar Ana, y con la voz goteando de sarcasmo, comienza: "Me disculpo, por querer coger con tu-"

"Pídele disculpas o te juro por el señor que te cortaré el cuello y te arrancaré las bolas", es plenamente consciente de que la amenaza no es vacía. Ella mira las gotas de líquido rojo que caen de su cuello y se da cuenta de que la situación podría empeorar aún más.

Afortunadamente, ese no es el caso, ya que pocos clientes alejan al hombre. Antes de que los rodee más, siente una mano cálida que agarra la suya rápidamente.

Ella Está En Problemas  (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora