(Él);No de mi vida ni mis problemas.
Los auriculares pegados a mis oídos mientras caminaba de regreso a casa después de clase, la música que llenaba mis oídos y retumbaba en mi cabeza era tan pegajosa que fácilmente te dejabas envolver en ella.
Lo sé, se preguntarán "¿un chico bailando a mitad de la calle?". Tonto pero real y lo cierto es que a ese punto ya todo valia una mierda. Me encontraba a unas cuantas casas de llegar a la mía, los vecinos o paparazzis como los llamaba yo, me observaban como si está fuera las primera vez, casi podía imaginarme cada uno preguntándose "¿De nuevo el hijo de Bryan Collins?, ¿Bailando otra vez?, ¿Estará loco?".
Por cierto Bryan Collins es mi padre.
Me detuve y con ello también la música se detuvo, saqué el celular para saber la razón por la que había parado la canción, trate de encender la pantalla y por suerte está encendió, sólo que había un problema.
"Restan 1% de batería" conecte el cargador.
Apareció en la pantalla. Desconecte los auriculares, los guardé en mi bolsillo y estaba por cruzar la calle cuando las sirenas de la ambulancia me detuvieron, detrás de aquella ambulancia la seguían dos autos.
Un accidente más y las ciudad estará desolada.
Exageraciones mías. Digamos que mi cuidad por ahora la llamaremos X, es grande claro, ¿qué si es seguro? No estoy muy de acuerdo, ¿qué si es limpio?....Yes.
Crucé al otro lado de la calle y continúe mi camino.
—Ryan.
Llamaron a espaldas mías, no me detuve, ¿razón? Muchas, muchas veces eran sólo imaginaciones mías, escuchaba sonidos y cosas así pero ninguno de ellos resultaba algo real. Ahora lo entienden.
—Ryan te estoy hablando.
Esta vez si me detuve y gire a ver. Esperaba encontrarme nada, pero vaya sorpresa que me encontré.
—Annie, que tal.
No estoy seguro si eso había sonado como una pregunta o una afirmación pero lo dije. Annie era vecina, no de a lado pero seguía siendo una vecina.
—Todo bien.
Respondió he hice una O con la boca.
—¿Buscas a alguien?.
Esta vez si fue una pregunta.
—A quien si no es a ti.
—Por..
—Mis padres están en tu casa.
Vaya sorpresa—pensé.
¿Qué planeas hacer padre?.
Aunque estabamos por llegar, traté de cambiar de dirección para no ir a casa pero, Annie me detuvo.
—¿A dónde vas? ¿No vas a casa?.
¿A dónde voy? ¿A casa? ¿Desde cuando mi casa era su casa?.
—No me gustan las chicas metiches ¿sabías?.
—Lo sé, como también a mi no me gustan los chicos maleducados pero, cuando se trata de ti.... Las cosas cambian Ryan Collins.
Guiño un ojo para luego acercarse a mi y sostenerme la mano.
—No sé a lo que te refieres y la verdad no tengo ningún interés en saberlo.
Me solté de su agarre.
—Bueno. Lo sabrás una vez que llegues a casa, y ¿por qué te sueltas? ¿Te doy asco?.. o ¿padeces Misofobia?.
Suspiré desde mis adentros sin que ella lo notará.
—No, más bien Hafefobia.
Puntualizé,
No me gustaban las sorpresas y mucho menos aquellas que te acorralaban en tu propia casa.
"¿Quizás hoy te guste?".He aquí la aplicación de aquella frase "no lo sabrás si no lo intentas".
Diez minutos después y estaba frente una puerta con tres números grabados en ella 4,1, 3, en pocas palabras el número de mi casa, 413.
—¿No entras?.
No, realmente no quisiera— quise responder. Pero si lo hiciera más preguntas saldrían, más dudas saldrían. Más cosas se descubrirían.
Toqué el timbre de la puerta como si esa no fuera mía.
—¿Por qué tocas, no es tu casa?.
—Deberías estar enterada que para abrir una casa incluso la tuya se necesitan llaves y yo, olvidé la mía.
Negó, como si fuera lo más tonto que había oído.
La puerta se abrió y lo primero que me recibió fue una gran sonrisa de una mujer en sus treinta y nueve, esa mujer por supuesto, mi madre. Recalcó treinta y nueve años, dando por hecho que me tuvo a los veinte. Ya sabrán mi edad ahora.
Deposité un besó en su mejilla como siempre venía haciendo, ella sonrió y me dejó pasar.
—Hijo, llegaste.
Sonreí, un gesto de saludó al hombre que acababa de darme la bienvenida. Moví la cabeza como otro saludo al percatarme que había tres personas más sentados al rededor de la mesa con él.
Él se levantó y se acercó a mí, su mano se posó sobre mi espalda, en cuanto su mano llego a mi espalda una extraña sensación apareció al mismo tiempo que una punzada de dolor apareció.
—Hijo, ellos son la familia Deniz. —los señaló uno a uno, el papá, la mamá y el hijo.
—Un placer Ryan.
Saludó el señor.
—Saluda y no hagas una escena.—susurró mi padre aún en la misma posición— Escuchaste Ryan.
Me atreví a mirarlo a los ojos. Y responder al mismo tono que él.
—Esta claro. Señor.
Su mirada parecía retarme, era algo normal pues después de eso siempre venía el acto.
Acto.
Dolor.
—Ustedes dos ¿no planean sentarse?.
Habló mamá sentada ya a un lado de la silla de mi padre. Preguntó con la misma sonrisa inocente de siempre, su sonrisa daba calidez, eso me tranquilizaba pues eso me aseguraba que estaba feliz con esta familia y que aún desconocía el terror de esta casa.
¿Por cuanto más?.
No lo sabía.