(Meses después del accidente).
5:00 a.m.
Sonó la alarma. La habitación estaba aún a oscuras, apenas se podía distinguir algo. Solía ser así la mayor parte del tiempo, la misma rutina día a día, semanas, meses, un ciclo interminable. Como cada día al despertar me exigí a mi misma levantarme. Tome una toalla y me dirigí a la regadera.
Pocos lo harían pero era una forma realmente de despertar por completo.
Me sentía cansada, exhausta, enojada, ansiosa, estresada, de hecho muchas emociones se mezclaban, lo volvían algo inexplicable que aveces simplemente lo resumía en dos palabras "estoy bien".
Mientes.
Sí. Me había acostumbrado a hacerlo después del accidente, se había vuelto como un escudo para esquivar preguntas, algo que me permitia no revelar el color de mis emociones.
El reflejo de la luz de aquel cuarto fue lo primero que golpeó mis ojos y estas dolieron. Me adentre aún más, el agua que salia de aquel grifo plateado era tibia, al instante en que el agua hizo contacto con mi cuerpo está se relajó. Me quite por encima la camiseta de dormir que traía, el cuarto era sumamente pequeño comparado a la habitación en la que dormía, me permití sentarme justo en el punto medio donde el agua caía sobre mi y comencé a trazar figuras, rayas, hasta objetos sin ninguna forma definida sobre aquel piso opaco. No se por cuanto tiempo estuve haciendo eso, había perdido la noción del tiempo.
Hasta que....
Dos golpes en la puerta de habitación cortaron cualquier pensamiento mío.
—¡Seis treinta!—anunció esa voz familiar—¡Emma! ¿Estas despierta ya?.
Suspiré una vez más antes de contestar.
—¡Lo estoy!.
No hubo respuesta después de eso así que me apresuré a terminar de bañarme para luego enrollar la toalla sobre mi cuerpo, salí, me vestí a toda prisa. Sabía que ellos se irían, que solamente tenía treinta minutos si no esque menos para verla....a ella.
Rosi.
Mi hermana.
Comencé a peinar mi cabello aunque está nisiquiera llegaba a la mitad de mi espalda. Entonces paso, unos recuerdos se reprodujeron como un clip en mi mente a una velocidad indescriptible.
—Me das asco ¿lo sabías?.
Había dicho ella mientras nos encontrábamos solas en una habitación, yo me peinaba el cabello frente a un espejo.
—Lo siento...
Respondí casi en un murmuró. Claramente ella lo había oído.
—Tus "lo siento" no harán que vuelva a caminar ¿o si?.
Mis labios temblaron, mi vista se nublo y mi reflejo en el espejo se volvió borroso.
—No sabes cuanto daría para que dejaras de estar en esa silla de ruedas —dos lágrimas rodaron por mis mejillas— Por verte correr de nuevo Rosi y si pudiera te daría todo de mí.
—Y eso sigue siendo prácticamente insuficiente.
Lloré en silencio, ella no pareció notarlo.